El crecimiento económico del Perú en los últimos 30 años ha sido sobresaliente. Entre 1991 y el 2021 se registró, en promedio, el más elevado respecto a las décadas anteriores, y uno de los más altos de América Latina. Además, el Banco Mundial determinó que, entre 1997 y el 2019, la pobreza monetaria, que superaba el 50% de la población, se redujo a un poco más de la quinta parte.
Sin embargo, muy pocos países han logrado sostener un crecimiento elevado por un periodo prolongado. De hecho, que se consiga durante el corto y el mediano plazo no garantiza un éxito de largo alcance. El Banco Mundial estima que, de 101 economías de ingreso medio en 1960, solo 13 se convirtieron en países de altos ingresos al 2008.
En el caso del Perú, luego de registrar una tasa promedio anual de 6% entre el 2003 y el 2013, esto se frenó y apenas hubo una expansión a una tasa promedio anual de 3% entre el 2014 y el 2019. Y el país aún no ha logrado el desarrollo.
Las fuentes de crecimiento
¿Qué políticas hicieron posible que el Perú viva un periodo de prosperidad económica? Principalmente dos: medidas transversales y sectoriales. El primer grupo permitió que se aplicaran políticas de mercado (a través de la Constitución de 1993), un manejo ordenado de las finanzas públicas (con búsqueda de estabilización a principios de los noventa) y la apertura de la economía con aranceles relativamente bajos (con, por ejemplo, la firma del TLC). “Esto dio un gran impulso económico, porque hizo que el ambiente sea el adecuado para la inversión”, resalta Luis Falen, head de Macroeconomía de Intéligo SAB.
En el segundo grupo se optó por impulsar la minería y la agroexportación. “Como ambas actividades son de exportación, las políticas transversales de apertura comercial resolvieron los problemas de demanda. Cuando una economía pequeña se abre al mundo, la curva de demanda por nuestras exportaciones deviene en completamente elástica, con lo cual podemos vender, al precio internacional, todo lo que podamos producir. En consecuencia, las políticas sectoriales podían concentrarse en resolver los problemas de oferta”, apunta Waldo Mendoza, exministro de Economía y Finanzas, autor del documento “Ruta Perú en desarrollo nacional: del crecimiento económico al desarrollo”, publicado por IPAE.
En el caso de la minería, el documento de Mendoza resalta la mezcla de contrato-ley y beneficios tributarios como los principales motores para el despegue de la inversión privada en el sector. En cuanto a la agroexportación, las intervenciones de política más importantes se produjeron en las áreas del mercado laboral, el mercado de tierras, los tributos y el cumplimiento de requisitos sanitarios y fitosanitarios.
Como resultado, el ritmo de crecimiento anual promedio de la inversión privada pasó de 2,1% en la década de 1980 a 7,2% en los siguientes 30 años. Por el lado sectorial, el valor de las exportaciones mineras se multiplicó por 19 entre 1990 y el 2019, al dar un salto de US$ 1.481 millones a US$ 28.579 millones, según el documento de IPAE.
La exportación de cobre, el principal metal del país, se multiplicó por nueve, y la de oro, el segundo en importancia, por 245 en el mismo periodo (el Perú es el tercer productor de cobre y el quinto de oro a escala mundial). Por otro lado, las exportaciones agropecuarias no tradicionales pasaron de US$ 394 millones a US$ 6.299 millones entre el 2000 y el 2019 (nuestro país es el primer productor y agroexportador mundial de arándanos, espárragos y quinua).
¿Qué más hay?
Diferentes factores, como la crisis sanitaria, el inicio de un nuevo gobierno y la invasión rusa a Ucrania, han desacelerado fuertemente el crecimiento económico. Más allá de la calidad de la actual gestión pública, ¿qué toca hacer para retomar el impulso? Además de centrarnos en la minería y en la agroexportación —que siguen siendo los motores de la economía y aún tienen un enorme potencial, el cual debe ser apoyado por políticas públicas—, urge mirar otros sectores. “No hay ningún país desarrollado que no se haya diversificado”, recalca Falen.
Por la generación de exportaciones y empleo, los rubros con mayor potencial son principalmente la acuicultura, el turismo y el sector forestal. Piero Ghezzi, exministro de la Producción, precisa: “El Perú no se puede dar el lujo de decir ‘Este sector sí y este no’. No creo que haya otro rubro del tamaño de la minería en el futuro previsible; el Perú es un país con vocación minera. Pero la suma de varios sectores sí puede tener la importancia que tienen la minería y la agricultura”.
La acuicultura en el Perú cuenta con las condiciones para ser uno de los sectores más productivos del mundo. Sin embargo, exportamos menos de US$ 200 millones, mientras que Ecuador vende más de US$ 2.000 millones. “El país podría exportar diez veces más trucha, o más paiche o conchas de abanico, pero no hay suficiente oferta. Existe mucha más demanda que oferta”, alerta Ghezzi. En el caso de la trucha, se necesita habilitar más áreas de concesión e insertar más pequeños productores a la cadena de valor.
En el campo forestal, el Perú tiene más de 10 millones de hectáreas para concesión. Las exportaciones forestales ascienden a unos US$ 300 millones, mientras que Chile exporta más de US$ 6.000 millones. Los principales cuellos de botella son la seguridad, la oferta efectiva de terrenos contiguos y las fuentes de financiamiento a largo plazo para insertar más pequeños productores a las plantaciones forestales.
En cuanto al turismo, más allá del atractivo natural del país, el sector destaca por ser intensivo en mano de obra. El canal horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías) emplea directamente alrededor de 1,3 millones de trabajadores, y su distribución geográfica llega a todo el país: Lima (40% del total), norte (18% del total) y sur (16% del total). “Ahora que los aforos se están flexibilizando, el turismo se puede reactivar”, remarca el profesor de ESAN, Jorge Guillén
El esfuerzo que hizo el Ministerio de la Producción en el periodo 2011-2016 por identificar y promover nuevos sectores permitió la implementación de mesas ejecutivas y la promoción de centros de innovación tecnológica (CITE). “Las mesas ejecutivas llevaron a una colaboración estratégica público-privada que permitió identificar cuellos de botella y fallas de coordinación entre el Estado y el privado. Si bien algunas de estas iniciativas se mantuvieron en la siguiente administración, aún queda un largo camino por recorrer”, sostiene Falen.
Otros caminos
Jaime Aguirre Guarderas, chair de Vistage y director de diversas empresas, se centra en la explotación de las reservas de petróleo de aquí al 2035, cuando se estima una caída sustancial en la demanda de autos a combustión. Se calcula que las reservas de petróleo en el Perú ascienden a casi 860 millones de barriles. Para aprovecharlos, propone que una empresa privada haga uso eficiente del oleoducto, que no supera hoy el 20% de su capacidad instalada. “Hay que explorar y explotar lo que está enterrado para que no se convierta en otro recurso natural no aprovechado en la historia económica del Perú, como el salitre, el guano o el caucho”, enfatiza el empresario.
Otra opción, dice Aguirre Guarderas, es aprovechar el grafito y el litio para abastecer a los demandantes de baterías. Bolivia, Argentina, Chile, México y el Perú controlan más del 67% de los recursos mundiales del metal, según el Servicio Geológico de Estados Unidos. Además, la Agencia Internacional de la Energía proyecta que la demanda de litio aumentará 42 veces al 2040. La clave es actuar rápido para ganar experiencia y pasar de la explotación de la materia prima a la generación de una industria de mayor valor y empleo.
Más allá del crecimiento del PBI, Ghezzi cree que un área que puede ayudar a sacar a los peruanos de la pobreza es la cadena textil de camélidos. Con tecnología y asociatividad, por ejemplo, se puede aumentar la oferta y apoyar a los criadores de alpacas en zonas recónditas.
Está claro que para potenciar estos sectores se tienen que dar condiciones de seguridad, además de confianza a la inversión privada. A pesar de la coyuntura política, Waldo Mendoza, autor del documento de IPAE, llama a aprovechar la institucionalidad a favor de la inversión construida con políticas transversales en los últimos treinta años y complementarla con políticas sectoriales que se aproximen a las aplicadas con éxito en la minería y la agroexportación.
No hay que olvidar que, incluso en estas dos actividades estrella, hay aún muchas mejoras por hacer, como el destrabe de proyectos, la inserción de más pequeños productores en cadenas agroexportadoras y la priorización de ciertos cultivos, como el café. “No hay ningún sector en el que podamos decir que ya hicimos todo, que todo está bien”, asegura Ghezzi. Se trata de esfuerzos durante décadas. “El mayor error que podemos cometer es hacer algo dos años y pensar que así se logran las cosas”, advierte el exministro.