Cuando un país atrae la inversión extranjera –por salarios bajos y alto crecimiento, por ejemplo-, el capital suele tener un flujo local. Pero en casos adversos, como el de Turquía actualmente, hace que el capital foráneo se vaya.
Esto se debe a una alta inflación que sube y la divisa local –lira turca- que vale cada vez menos. En 2017, el flujo de inversión extranjera directa alcanzó los US$ 1.4 billones.
Para Jorg Kramer, economista jefe de Commerzbank, el auge de la era Erdogan era un préstamo. Funcionaba porque Turquía tenía una buena política económica; sin embargo, no hay garantías de la divisa, por lo que los inversionistas no están dispuestos a financiar.
Cuando los réditos de un país dejan de compensar, los capitales se van a otros lados. Esto conlleva a una desaceleración de la economía que podría llevar a una recesión.
Para conocer más sobre este fenómeno vea el vídeo de Deutsche Welle.