Cuando comienza 2018, China parece estar en la cima otra vez. El yuan se ha fortalecido un 6.8% frente al dólar en los últimos 12 meses y las reservas de divisas están creciendo.

No tan rápido.

Recordemos noviembre de 2015, cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI), con cierta fanfarria, acordó incluir al yuan a su prestigiosa cesta de monedas del derecho especial de giro (DEG). Luego se habló de que el yuan se convertiría en una de las divisas de reserva mundiales, tal vez incluso compitiendo con el dólar.

Dos años después, los bancos centrales no están convencidos con la idea. Aunque la moneda china tiene una ponderación de más del 10% en la cesta de DEG, lo que le da igual importancia a las métricas de la situación comercial y del balance de un país, en el tercer trimestre, solo el 1.1% de las reservas mundiales de divisas se encontraban en yuanes frente al 63% en dólares.

Es comprensible que los bancos centrales se hayan alejado del euro. Los bonos alemanes a dos años han ofrecido un rendimiento negativo desde mediados de 2014.

Pero, ¿por qué el yuan? Las notas del gobierno de China a corto plazo se encuentran entre las mejores tasas de interés.

Parte de la explicación es la liquidez. Según el Banco de Pagos Internacionales, en 2016, el yuan constituyó solo el 4% de las transacciones de divisas en el mundo.

El dólar, a través de pares con el euro y el yen, representó el 88% de las transacciones. Luego está la cuestión del tiempo. Podrían pasar décadas antes de que cualquier moneda, yuan o bitcoin, reemplace al dólar.

Pero China también tiene la culpa. Parece haber abandonado sus grandes ambiciones con el yuan.

¿Qué pasó con el mercado de bonos dim sum? El año pasado, el gobierno chino, junto con los bancos de financiamiento de proyectos gubernamentales, vendieron menos de US$ 3,000 millones de notas en yuanes en el extranjero, un fuerte retroceso desde 2016 y 2015.

Y curiosamente, en octubre pasado, China vendió su primer bono de deuda soberana en dólares desde 2004, una medida que fue ampliamente interpretada como el deseo de Pekín de desarrollar un vibrante mercado internacional de bonos para sus empresas estatales.

El mercado de bonos panda, donde las compañías extranjeras recaudan en yuanes internamente, tampoco va a ninguna parte. Hungría realizó una pequeña emisión de 1,000 millones de yuanes (US$ 154 millones) en julio, mientras que Filipinas sigue retrasando sus planes. China también ha puesto el botón de pausa a la idea de comerciar petróleo en yuanes.

La belleza de ser una divisa de reserva es que los extranjeros quieren acumular dinero en esa deuda, independientemente de cómo se vea el balance.

En Estados Unidos, los inversores internacionales poseen US$ 6.3 billones en deuda del gobierno y China es el comprador más entusiasta. Esa sólida demanda ayuda a mantener bajos los rendimientos de EE.UU.

China está pasando por un prolongado desplome de los bonos, pero dado que el yuan no es el dólar, los extranjeros se mantienen alejados.

China sí tiene una cosa para alardear: su moneda se usará para el comercio con Pakistán. Pero incluso las hordas de turistas de la nación no visitan ese país.

-Esta columna no refleja necesariamente la opinión de Bloomberg LP y sus dueños.