(G de Gestión) En los últimos años, el Perú se ha sostenido sobre sus sólidos pilares macroeconómicos. Hoy, la confianza en el país se tambalea por el creciente peso de la crisis interna, que no tiene visos de cesar. Héctor Collantes, director asociado para análisis de empresas corporativas de América Latina de Fitch Ratings, asegura que más de la mitad de inversionistas globales con quienes mantienen contacto sienten más preocupación que hace un año por el caso peruano.
¿Cuál es el panorama de la crisis política en el Perú?
La crisis política en el Perú es compleja y tiene causas profundas. Estos son los términos que ha determinado el equipo soberano de Fitch. Hay problemas de representación, de demandas no atendidas, de efectividad del gobierno, de financiamiento electoral, de conflictos de legalidad. Incluso la prensa extranjera comenta que hay intervención internacional en las protestas. Esto se pone en la balanza con la independencia de la política monetaria, una constitución que favorece la inversión y una política fiscal buena.
En octubre del año pasado se mantuvo la calificación crediticia del país en BBB, pero revisaron la perspectiva de estable a negativa. ¿Cómo ha cambiado esa mirada?
Esa lectura fue porque estos problemas de ahora no tienen visos de solución en el horizonte. En octubre del 2021 ya se había hecho una rebaja de calificación de BBB desde BBB+. Cuando se ven los efectos no solo de protesta, sino de inestabilidad y poca efectividad, con las condiciones favorables que tiene el mercado externo para el Perú, se habría esperado que crezca tres puntos porcentuales más que los dos que Fitch espera para el 2023.
¿Y por el lado de la calificación corporativa?
Desde el 2021 vemos esta situación más negativa. Por los efectos que se han visto en un escenario de crecimiento más débil, y algunos de perfiles de apalancamiento que también son más débiles frente a un crecimiento que no llega a ser más agresivo de lo que se pensaba, se ha generado una cantidad de rebajas en calificación de deuda que no veíamos en más de 10 años para el Perú.
¿De qué cantidad hablamos?
Hubo cinco rebajas en el 2022, y en el 2023 empezamos con otra más. El año pasado hubo dos rebajas a Petroperú. Otra que se hizo a Camposol, aunque ahora está más estable, y otra a Telefónica del Perú, que perdió su grado de inversión con perspectiva negativa. De hecho, en el 2023 tuvo otra rebaja adicional.
¿Cuál es la mirada este año?
Se hizo una revisión de la perspectiva con Cementos Pacasmayo como parte del mismo fenómeno. Las protestas y la inestabilidad electoral suman más ruido a esa debilidad de ejecución política que afecta el crecimiento y podría hacer las cosas más difíciles para perfiles de deuda y crediticios de las compañías.
Si la calificación de soberanos del Perú fuese rebajada a BBB−, lo más cercano es que el rating de Petroperú también tendría una rebaja. Ahora está en BB+, pero con perspectiva negativa. El hecho de revisar la perspectiva en octubre hizo que también lo hiciéramos con TGP o Intercorp, que está en BBB−, pero con perspectiva negativa.
¿La situación de corporativos del Perú está peor que antes?
Cuando uno revisa cuándo proyectamos que acabe el apalancamiento neto sobre ebitda corporativo en el Perú, se espera que esté en tres veces. Es un nivel manejable, pero no tan fuerte como el Perú solía tener. Estaba más cerca de dos veces. El promedio de la región está arriba de dos veces, pero no está en tres. Entonces, se muestra un poco más débil que antes e, incluso, frente a otros pares latinoamericanos. Se puede ver algo de deterioro.
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¿Las empresas revisadas tienen algún viso positivo ante este escenario?
Hacia el 2023 no hemos cerrado la revisión, pero hay algo positivo, y es que las compañías no tienen vencimientos de deuda grandes en el 2023 y el 2024 en comparación con el resto de su deuda. Han hecho bien su trabajo y refinanciaron con bonos o deuda bancaria para no tener vencimientos muy cercanos, lo que les generaría problemas de liquidez serios. En general, todas han tenido ratios relativamente sólidos.
¿Podría haber un cambio en los ratings en general?
La mayoría de problemas ya están incorporados. Tendría que haber algo más que modifique lo que tenemos, como una revisión a la baja en el Perú por un crecimiento menor de lo esperado o que las reglas de juego no den la estabilidad que uno necesite. Si el capítulo económico se pone en juego, cambiaría el perfil crediticio de muchas compañías.
¿Cuál es el peso de la coyuntura para la revisión a la baja de las compañías?
Hay dos factores. Uno es el menor crecimiento y el otro es una menor inversión como decisión de la compañía. Cuando hemos visto los ratios de inversión sobre depreciación, están en niveles bastante bajos. Cuando vemos las expectativas de inversión vinculadas a los indicadores que toma el BCR, están en nivel de crisis. Es parecido a lo de 2008.
Los planes de ejecución de inversiones han sido en su gran mayoría postergados. Cuando hay un menor crecimiento de la economía, los números actuales sufren; cuando hay menos inversión, los futuros sufren. Y, si el perfil de deuda no ha cambiado, el perfil de apalancamiento es más alto.
¿Las emisiones en el Perú también se han visto afectadas por la coyuntura?
Durante los últimos seis meses, la actividad de emisiones ha disminuido muchísimo. En parte por el tema político en toda la región, pero también por el alza de las tasas en el mundo. La diferencia está en que enero ha sido especialmente fuerte en retorno de emisiones en América Latina.
En el caso peruano no se ha visto eso. Este mes ha sido más fuerte que los últimos seis en emisiones latinoamericanas. Hemos visto cerca de cinco emisiones corporativas y cinco cuasisoberanos. En el Perú había opciones de refinanciamiento que se decantaron por bancos, pero no por deuda.
¿Qué se puede esperar?
No podemos descartar que vengan más rebajas de calificación en el Perú. El escenario es bastante complejo. Intentamos adelantar desde antes esta situación. En el 2022 hubo cambios fuertes. Ahora tenemos que evaluar qué va a pasar con el país después de las protestas. No ha habido solo problemas en minería, sino también en petróleo y gas. Incluso sectores vinculados al consumo pueden sufrir de escasez y de posible incremento de desempleo.
¿Cómo está la situación en el corto plazo en minería?
Las protestas y los bloqueos de carreteras no afectaron materialmente a Southern, Buenaventura, Volcan o Nexa Resources, pese a que tuvieron pequeñas interrupciones en activos no muy importantes o proyectos de inversión. Se han visto más problemas en el sur. Minsur suspendió operaciones en San Rafael; Hudbay sufrió ataques en Constancia y disminuyó su producción; Las Bambas paralizó su producción este mes; y un caso similar en Antapaccay con Glencore. Se afectan los suministros y la producción. En febrero es posible que haya paralizaciones totales, una situación como la de Las Bambas.
¿Hay alguna mirada positiva?
Los riesgos de expropiación, que eran más prevalentes como amenaza durante el gobierno de Castillo, parecen haber desaparecido. Pero es probable que haya problemas de escasez y en el empleo, en el sector de consumo o de comida.
¿Cuál es la visión para los próximos años?
La visión más importante es que los efectos negativos por los problemas con el gobierno no terminaron de socavar la fortaleza de la economía peruana en términos de estabilidad monetaria, finanzas públicas o reglas de juego amigables con el mercado. Pero estos mismos problemas con causas profundas ya afectan la deuda corporativa y no esperamos que haya una solución sencilla en el 2023.
¿Cuál es la perspectiva de los inversionistas?
Es una generalización para la región, pero cerca del 60% de la deuda corporativa, de las emisiones internacionales, de América Latina, es comprado en Estados Unidos, y un 5% o poco más se queda dentro de la región. En términos generales, hay mucha preocupación por el caso peruano.
¿En qué dimensión?
Por mucho tiempo hubo una perspectiva de beneficio de la duda considerando las fortalezas macroeconómicas peruanas. Incluso viendo los ratios deuda que no han empeorado mucho, y los problemas de liquidez por el lado corporativo. La preocupación va por el crecimiento futuro. Allí es donde hay más pesimismo o expectativa para evaluar el riesgo crediticio peruano en general.
¿Ahora piensan más de dos veces antes de apostar por el Perú?
El beneficio de la duda se está disipando. Se percibe bastante incertidumbre. Hemos hablado con inversionistas de portafolios globales y diría que más de la mitad parece estar más preocupado que hace un año.
¿Se piensa cambiar la calificación del riesgo peruano?
Quizá se haga una revisión soberana hacia marzo o abril. Hay una perspectiva negativa, y es lo primero que se discutirá.