El Gobierno del Perú y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la agencia de las Naciones Unidas para el desarrollo rural, firmaron esta semana un acuerdo de financiamiento para implementar el nuevo proyecto Avanzar Rural, destinado a ayudar a agricultores familiares en cinco regiones del país.
Rossana Polastri, directora del FIDA para América Latina y el Caribe, conversó con Gestion.pe sobre los pormenores de la iniciativa que apunta a beneficiar 17,400 productores con una inversión total de US$ 71.4 millones, incluyendo US$ 23.9 millones de fondos FIDA.
¿Cuánto han cambiado los planes en cuanto al cronograma, financiamiento y objetivos de Avanzar Rural debido al COVID-19?
En el FIDA estamos muy satisfechos por cómo está avanzando el proyecto, teniendo en cuenta las difíciles circunstancias en que nos encontramos. El proyecto Avanzar Rural se aprobó el pasado mes de diciembre en la junta ejecutiva del FIDA y debía haberse puesto en marcha en junio.
La irrupción de la pandemia de COVID-19 trastocó todos los planes, pero, tras resolver las necesidades sanitarias más urgentes, el Gobierno y el Parlamento del Perú han sido muy rápidos a la hora de aprobar la recepción del préstamo del FIDA y preparar la partida correspondiente a la aportación del Perú al proyecto.
Esperamos que el proyecto arranque en agosto. Todos los instrumentos de gestión están listos para entrar en funcionamiento de forma casi inmediata, por lo que esperamos recuperar el tiempo perdido y que las actividades planeadas para este año se puedan realizar según lo planeado.
¿Cómo medir el impacto de este aporte económico para los agricultores peruanos? ¿Cuáles son las metas para el proyecto de 5 años en las 5 regiones?
El proyecto brindará servicios de asistencia técnica y/o financiamiento a 17,400 productores en 101 distritos de los departamentos de Amazonas, Ancash, Cajamarca, Lima y San Martín. En total, teniendo en cuenta las familias de los agricultores, hablamos de un total de beneficiarios directos que casi alcanza las 60,000 personas. De este grupo, se espera que 14,790 productores (85%) incrementen su productividad, el valor de sus activos físicos y como consecuencia, sus ingresos.
Avanzar Rural se inspira en los logros del Proyecto Sierra y Selva Alta (PSSA), que cerró el pasado mes de diciembre. Esta iniciativa de desarrollo rural consiguió duplicar el ingreso medio de las 40,000 familias que se beneficiaron de él. Esperamos unos resultados por lo menos iguales. Adicionalmente a la mejora de ingresos de los productores, se espera que 216 empresas proveedoras de servicios financieros y no financieros resulten fortalecidas a lo largo de los 5 años del proyecto.
¿Qué tipo de supervisión tendrá FIDA sobre el uso eficiente de los fondos, para evitar malas experiencias?
Como en proyectos anteriores del FIDA, la ejecución del proyecto estará a cargo del programa Agro Rural del Minagri. Se conformará un Núcleo Ejecutor Central (NEC) para la ejecución del proyecto que se apoyará en oficinas regionales en las que existirá un equipo técnico que acompañará la asistencia técnica a los productores, la relación con entidades locales y las actividades de acercamiento a los mercados.
Una de las modalidades de ejecución de los proyectos FIDA es la promoción de los Comités Locales de Asignación de Recursos (CLAR) conformados por representantes de entidades locales públicos y privados que se encargan de seleccionar a las organizaciones que recibirán financiamiento para ejecutar sus planes de negocio, permitiéndoles la contratación de asistencia técnica y la compra de insumos agrícolas.
El FIDA, como hace siempre, acompañará y supervisará la ejecución del proyecto durante sus 5 años de duración, garantizando que cumple con los estándares de gestión y monitoreo de resultados del FIDA. Además, la Unidad de Coordinación del proyecto estará compuesta por entidades públicas, privadas y de sociedad civil, que se encargan de aprobar los Planes Operativos Anuales y las principales decisiones del proyecto, asegurando la transparencia y eficiencia de la gestión del proyecto.
¿Estos esfuerzos se concentrarán en ciertos productos agrícolas en particular, llámese agroexportaciones de superfoods y/o productos orgánicos, quizás cacao?
Como mencionamos, nuestros proyectos cuentan siempre con la participación de nuestros beneficiarios, que hacen sus propios aportes en forma de trabajo o dinero a la ejecución de sus planes de negocio y que son los que proponen invertir en este o en aquel rubro. Las organizaciones de productores presentan su plan al CLAR y este decide sobre la viabilidad o no del mismo y, consecuentemente, sobre si se invierten recursos del proyecto en él o no.
Dicho esto, el proyecto promoverá la diversificación productiva, por lo que como parte de la agricultura familiar también se incluirá la producción de gallinas, vacuno y cuyes.
Además, dos componentes esenciales que todos los planes de negocios deben contemplar son las buenas prácticas de manejo de los recursos naturales y un claro plan de acceso a mercados. Indudablemente, los productos orgánicos y superfoods tienen acceso a mercados de mayor calidad y rentabilidad, por lo que puede tener sentido para muchas organizaciones de pequeños agricultores orientar sus planes de negocios por ahí. Pero es una decisión que queda en sus manos.
¿Qué estrategias tiene FIDA para mejorar la competitividad y resiliencia de asociaciones agrícolas? Teniendo en cuenta que esta pandemia es algo nuevo para todos los países y sectores.
En todo el mundo, el sector de la agricultura familiar no ha tenido el apoyo que merece. Los agricultores familiares son responsables de gran parte de los alimentos que llegan a nuestra mesa. En algunos países, de hasta el 80%. Sin embargo, son la parte más vulnerable de la cadena de valor. Incluso en Europa, en donde existen potentes políticas públicas agrícolas.
Con la crisis de la COVID-19, nos hemos dado cuenta de cuánto necesitamos a los trabajadores sanitarios. Y a todos nos gustaría que tuviesen más medios para luchar contra la pandemia. Pues bien, a los agricultores familiares los necesitamos todos los días y, sin embargo, no les facilitamos acceso a medios básicos de producción.
El FIDA lleva años trabajando para que esto cambie. Nuestro trabajo, con y sin COVID, se centra en que los agricultores tengan esos medios que necesitan para producir y vender en condiciones rentables. Esos medios se resumen en tres apartados: insumos agrícolas (sistema de riego, semillas, abonos) financiación (créditos y seguros agrarios) y acceso a mercado en condiciones justas (cadenas de valor más cortas que reduzcan el número de intermediarios entre productor y consumidor).
A las dificultades de los agricultores familiares se ha sumado en los últimos años el cambio climático y también ponemos a su disposición medios y técnicas de cultivo –muchas veces basadas en conocimientos ancestrales y muchas otras veces altamente innovadoras- que les permiten disminuir el efecto de este fenómeno.
Un ejemplo es el proyecto FIDA-MERESE, implementado en Perú por el Ministerio de Medio Ambiente. Gracias a él, las comunidades que viven en la parte alta de las cuencas de los ríos Jequetepeque y Cañete reciben dinero a cambio de hacer un manejo sostenible de los bosques y humedales. Esto hace que, aguas abajo, las comunidades puedan tener agua limpia para consumir y utilizar en actividades agrícolas e industriales.
¿Cree que el Perú está bien posicionado para afrontar la etapa pospandemia en términos de desarrollo agrícola?
Creo que en los últimos años los distintos gobiernos peruanos han hecho un esfuerzo muy grande por subsanar el error -que se ha cometido no solo en Perú, sino en todo el mundo, como ya comenté- de no prestar suficiente atención y apoyo a los agricultores familiares. Este es el camino a seguir.
Verá, las crisis van a venir. Puede ser la COVID u otra pandemia, un terremoto u otro desastre natural … El cambio climático es una crisis enorme cuyos efectos se notan no de repente, sino poco a poco, por lo cual no nos alarma tanto; pero, si no lo atajamos y no contrarrestamos sus efectos, será devastador.
La clave es estar preparados para afrontar las crisis, para sobrevivir a ellas y superarlas. Es lo que se llama resiliencia. Ese es el objetivo de nuestra estrategia en el Perú: lograr que los agricultores sean resilientes para que sus familias y comunidades también lo sean. Porque si los agricultores familiares son resilientes, la seguridad alimentaria del país está garantizada y, entonces, la capacidad del país para responder a las crisis lo está.
¿Estamos en este punto en el Perú? Pues, como le decía, estamos caminando hacia ello gracias a la colaboración entre el Gobierno y organismos internacionales como el propio FIDA y otras agencias de Naciones Unidas. Es un trabajo que hay que profundizar y no descuidar, por supuesto. Pero yo diría que los cimientos ya están puestos.
¿Cuáles fueron los resultados del Programa Sierra y Selva Alta del Perú y cómo se complementan con Avanzar Rural?
El PSSA es un proyecto que finalizó el pasado mes de diciembre con notable éxito. Financió 1,167 planes de negocio en 85 distritos de Amazonas, Cajamarca, Lima y San Martín y consiguió duplicar el ingreso medio de las 40,000 familias que se beneficiaron de él. De hecho, Avanzar Rural quiere, en alguna medida, consolidar los logros alcanzados con el PSSA y va a actuar en esos 85 distritos y en 16 nuevos en Ancash, sumando un total de 101.
El PSSA fue un proyecto de US$ 36.4 millones, de los que el FIDA aportó 20. Actualmente, en el Perú tenemos en marcha otro gran programa que es el Proyecto de Desarrollo Territorial Sostenible (PDTS) en la zona de amortiguamiento del VRAEM que supone una inversión de US$ 74.5 millones, de los que el FIDA aporta US$ 28.5 millones. Adicional a estos proyectos, tenemos el mencionado proyecto FIDA MERESE, que supone una inversión de US$ 5.3 millones
¿Cómo ha impactado la crisis del COVID-19 en las labores de FIDA en la región en general?
Bueno, nos ha pasado como a todas las personas y organizaciones, que hemos tenido que reinventar nuestra modalidad de trabajo. Aunque nuestros proyectos son implementados por nuestros socios, nosotros los seguimos muy, muy de cerca, lo que implica estar mucho tiempo en misión en el campo.
Lógicamente, con las restricciones a la movilidad impuestas por la necesidad de detener la expansión de la pandemia, esto no ha sido posible. Estamos supliendo nuestra presencia física con nuestra presencia, digamos, virtual, y haciendo seguimiento de las actividades a través de videoconferencias, WhatsApp, teléfono.
La nueva situación nos ha obligado a ser flexibles. Historias como las de ASSARIPI, un grupo de mujeres artesanas apoyadas por el FIDA en el noreste de Brasil que se volcaron en la producción de equipos de protección para trabajadores de la salud, nos inspiran a trabajar con la misma flexibilidad, solidaridad y eficacia que han demostrado frente a la crisis.
Desde el primer momento hemos estado en contacto continuo con los gobiernos de la región para contribuir a sus esfuerzos para hacer frente a la crisis. Muy al principio de la crisis identificamos US$ 34.9 millones que están ya siendo utilizados como respuesta rápida a las prioridades más urgentes y ayudando a los agricultores a seguir produciendo y suministrando alimentos a los mercados locales.
En Ecuador, el proyecto FAREPS está creando una red de instalaciones de transporte y almacenamiento. En Bahía, Brasil, el proyecto Pro-Semiárido ha facilitado que sus beneficiarios se inscriban en una plataforma digital de comercialización Son solo algunos ejemplos.
Estamos en diálogo con las autoridades de la región para ver cómo los proyectos ya en marcha y los que están en diseño encajarán con los Planes Nacionales de Recuperación. El objetivo es que los agricultores no detengan su producción o vuelvan a ella lo más rápido posible.
Para ello, nos vamos a enfocar en mejorar el acceso de los agricultores familiares a los programas públicos de adquisición de alimentos; fortalecer las cadenas de suministro local; desarrollar herramientas de comunicación digital para ayudar a los agricultores a seguir recibiendo asistencia técnica y a vender sus productos y brindar asistencia técnica a los gobiernos para fortalecer las sinergias entre los programas de desarrollo rural y de protección social.
Pensamos que las crisis son oportunidades para el cambio y que debemos aprovechar el desafío de la COVID-19 como una oportunidad para, como le decía, reconocer el papel fundamental de los agricultores familiares en la sociedad y facilitarles los medios que necesitan para prosperar, porque su bienestar es también el nuestro.