En Perú se ubica Camisea, una de las mayores reservas de gas natural de América del Sur, donde literalmente sobra este combustible. Sin embargo, dificultades geográficas y logísticas complican la masificación de su uso pese a sus enormes beneficios ambientales y económicos.
Entre los motivos figura la distancia física y la complicada orografía del país, unido a la concentración de los posibles mercados con interés económico en la ciudad de Lima y su entorno inmediato. Por otro lado, hacen complicado establecer una escala que habilite las multimillonarias inversiones necesarias para trasladar el gas.
Además, los costos para transformar la matriz vehicular a una que utilice el gas natural como combustible son todavía elevados para los pequeños y medianos profesionales del sector, y las estaciones de repostaje son demasiado escasas como para permitir un uso masivo por los transportistas pese a tratarse de un combustible mucho más barato que el diesel.
Esquemas desafiantes
El ex ministro de Energía y Minas y uno de los responsables del grupo de análisis económico Macroconsult, Gonzalo Tamayo, resumió así la situación: “Elementos de naturaleza geográfica y económica hacen que los costos de llevar el gas sean altos, porque necesitas infraestructura extensa y compleja para llegar a mercados que no son muy grandes”.
“Y para resolver eso se requieren esquemas desafiantes en cómo se pagan los costos de esa infraestructura y en el costo del gas, para que al final el usuario se pase al gas natural. Se necesita que la señal de precios que se envía al consumidor sea lo suficientemente atractiva para cambiar de un combustible a otro que sea más eficiente, económico y más amigable con el medio ambiente”, indicó.
Según el analista, los costos de infraestructura son demasiado elevados para que puedan compensarse a través del consumo masivo incluso en ciudades como Arequipa o Cusco, que están entre las mayores y más económicamente pujantes del país.
Esa circunstancia dibuja una situación en la que solo una intervención pública para generalizar el consumo de este combustible más barato, más amigable con el ambiente y con unos precios más estables que no están sujeto a variables exteriores en el Perú.
“Este desbalance entre costo y eficiencia requiere algún tipo de subsidio del Estado”, subrayó.
Bendecidos por el gas
Del mismo modo opinó Gonzalo Castro de la Mata, gerente de Asuntos Externos de Pluspetrol, la empresa que lidera el consorcio que explota Camisea y que se ha embarcado en una lucha por masificar el uso del gas natural en el país.
“Perú es un país que ha sido bendecido por el gas, lo tenemos en abundancia y el gas nos sobra. Hay suficiente gas para exportar, para abastecer el consumo interno y encima ahora reinyectamos el 25% de lo que se produce. Nos sobra. Y eso da muchas ventajas. Es mucho más barato que el diésel, mucho menos contaminante que otros combustibles y lo tenemos en abundancia. Es totalmente lógico para Perú el hacer uso de su gas”, razonó.
Así, entre otras iniciativas, el Consorcio Camisea ha financiado la instalación en la región de Cuzco, donde se encuentra el yacimiento, de tres centros para dispensación de gas natural vehicular (GNV), un paso para incentivar su uso entre los transportistas.
Que el GNV sea un combustible que reduce riesgos en caso de fugas o accidentes es también un aspecto que se intenta difundir entre los profesionales del sector.
También, en virtud de un acuerdo con el Ministerio de Energía y Minas (Minem), Camisea pondrá a disposición de los consumidores 50 millones de pies cúbicos diarios de gas natural (unos 300,000 galones diarios de diesel) a un precio promocional, todo con miras a abaratar y hacer atractivo este combustible.
Asimismo, ha dispuesto un fondo de US$ 39 millones para promover la adquisición de autobuses y camiones de GNV, que son más costosos que un vehículo diésel, pero que con el ahorro en el precio del combustible “se pagan solos”, apuntó Castro de la Mata.
¿Qué falta?
“La masificación está avanzando, puede avanzar y va a avanzar más rápido, pero falta infraestructura para transportar el gas a los hogares y faltan incentivos para promover el uso. Y son cosas que hay que ir impulsando, no se hacen solas. Si bien hay incentivos económicos, la empresa privada y el Estado tienen que trabajar juntos para promover todas estas opciones que existen”, indicó Castro de la Mata.
Así, desincentivar el uso de otros combustibles más contaminantes como el Gas Licuado de Petróleo (GLP), por razones ambientales o de eficiencia económica, o incentivar la transformación o importación de vehículos a GNV serían algunas opciones.
Para Tamayo, estas posibilidades, así como los subsidios, son una necesidad, si bien advirtió que como todo “se debe buscar que sean medidas temporales, transitorias y lo más eficientes posibles”.
“Al final, hay que dar al consumidor la señal de precios de que ahorrará conectándose al gas natural. Así, el precio que pague por el gas tiene que ser competitivo. Y si eso se hace estable, cambiará”, insistió el analista.