En 1951, cuando tenía cinco años de edad, en su natal Canadá, Neil Young quedó parcialmente paralizado por la polio. En la misma época, su compatriota Joni Mitchell fue hospitalizada por la misma enfermedad, a los nueve años de edad. Ambos crecieron para convertirse en famosos cantautores –y últimamente, en destacados activistas en contra de la desinformación antivacuna–.
Los dos músicos han retirado su catálogo de Spotify, el mayor servicio de streaming del mundo, en protesta por un podcast que ha dado tribuna a opositores a la vacuna contra el covid-19. Un puñado de artistas ha imitado la decisión de Mitchell y Young.
Se trata del podcast “The Joe Rogan Experience”, cuyos derechos de exclusividad fueron adquiridos por Spotify el 2020 por US$ 100 millones, según trascendió. Entre sus invitados han figurado escépticos de la vacuna y promotores de dudosos remedios como la ivermectina, la que el mismo Joe Rogan tomó cuando se contagió, el año pasado.
La semana pasada, prometió “equilibrar las cosas” en sus futuras entrevistas. Rogan es el anfitrión de podcast más popular de Spotify, que no lo ha sacado del aire, lo que ha irritado a sus críticos –incluidos empleados del servicio de streaming, que en el pasado lo acusaron de pecados, entre ellos, de ser transfóbico–. Mitchell, Young y otros pocos músicos mantenían su boicot.
Esa medida de protesta se ve como un regalo para las rivales de Spotify, aunque también ha planteado cuestionamientos en torno a la moderación de contenidos, que podría ser complicada –y bastante costosa– para las plataformas de streaming de audio.
Dado que es la de mayor tamaño, con 180 millones de abonados con suscripción de pago, Spotify tiene poder sobre los artistas. Young dice que obtiene alrededor del 60% de sus ingresos por streaming de esa plataforma. Según un cálculo aproximado realizado por Will Page, execonomista jefe de la compañía, basado en cifras de la firma de data discográfica MRC, el músico canadiense podría dejar de percibir US$ 300,000 este año si continúa con su boicot.
No obstante, parece que por ahora la escucha de sus canciones vía streaming ha crecido en alrededor de 50%: se ha incrementado su transmisión en las otras plataformas, debido a la publicidad gratuita generada por la rencilla. Pero Spotify también es vulnerable. El 2 de febrero alertó de que el aumento de suscriptores se desaceleraba, lo que provocó el tambaleo del precio de su acción.
Sus principales rivales, Apple y Amazon, tienen valorizaciones de mercado superiores en 70 y 40 veces, respectivamente, a sus US$ 37,000 millones, y empaquetan la transmisión de audio con televisión, videojuegos y más. Si bien Mitchell y Young ya no venden como antaño, su partida debilita el argumento publicitario de Spotify de ofrecer “toda la música que necesitas”. Apple y Amazon no perdieron tiempo en promocionar al par de cantautores en sus redes sociales.
A pesar de ello, el caso Rogan toca un tema sensible para todos los servicios de streaming. A diferencia de “The Joe Rogan Experience”, que es producido profesionalmente y es propiedad de Spotify, la mayoría de las decenas de miles de nuevos podcast y canciones subidas a diario a las plataformas es generada por usuarios. Por tanto, servicios como Spotify se parecen cada vez más a redes sociales como YouTube. Una gran diferencia es que su supervisión del contenido que se sube luce primitiva en comparación.
Spotify, que tiene 16 años, recién publicó sus “reglas de la plataforma” tras la erupción de la controversia con Rogan. Apple cuenta con directrices de contenido para podcast, pero para música solo tiene un manual de estilo que pide a los artistas advertir cuando hay letras explícitas y mantener “limpio” su material gráfico. Amazon parece haber publicado menos reglas para contenido de audio.
Mientras la mayoría de redes sociales publica informes periódicos sobre el contenido que eliminan, las plataformas de audio están mudas al respecto. En medio del lío Rogan, Spotify reveló que había borrado 20,000 episodios de podcast que desinformaban sobre el covid-19. Lo demás son conjeturas. Facebook emplea a 15,000 moderadores de contenido. ¿Cuántos hay en streaming de audio? Nadie sabe (fuentes del rubro dicen que no muchos).
“Siempre me ha desconcertado que los podcast hayan volado por debajo del radar de la moderación de contenidos”, sostiene Evelyn Douek, de la Escuela de Derecho de Harvard. “Es un masivo punto ciego”. También podrá ser costoso. Dado que las plataformas de audio albergan más contenido generado por usuarios, la tarea se expandirá.
Es probable que signifique muchos moderadores humanos; pues automatizar el proceso con inteligencia artificial, como Facebook y otras ahora lo están haciendo, es mucho más difícil para audio que para textos, imágenes o video. Las valorizaciones de las firmas de software “llevan tiempo siendo impulsadas por la noción de que no tienen costos marginales”, señala Page. “La moderación de contenidos podría ser el primero”, agrega.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2022