La comparecencia de Zuckerberg se produce después de que en marzo varios medios revelaran que la empresa británica Cambridge Analytica tuvo acceso en 2014 a datos recopilados por Facebook y usó esa información para construir un programa informático destinado a predecir las decisiones de los usuarios e influir en ellas (Foto: Andina).
La comparecencia de Zuckerberg se produce después de que en marzo varios medios revelaran que la empresa británica Cambridge Analytica tuvo acceso en 2014 a datos recopilados por Facebook y usó esa información para construir un programa informático destinado a predecir las decisiones de los usuarios e influir en ellas (Foto: Andina).

Decir perdón puede ser una experiencia enriquecedora. Para , quien esta semana padeció dos días de interrogatorio ante el Congreso de EE.UU., las recompensas de la contrición no son solo metafóricas. En el transcurso de su testimonio, mientras el CEO de se disculpaba por la filtración de datos de 87 millones de usuarios a una empresa de campaña política, las acciones de su compañía aumentaron en un 5.7% y su propio patrimonio en US$ 3,200 millones.

Sin duda, los accionistas se sintieron aliviados por la exposición robótica pero sin errores de Zuckerberg. E incluso los críticos más feroces de la firma debieron reconocer la distancia que ha recorrido desde que la noticia de se divulgó en marzo. Zuckerberg acogió con satisfacción la idea de regulación y aprobó con cautela una próxima ley europea sobre protección de datos.

Al decir explícitamente que Facebook era responsable del contenido de su plataforma, ha abierto la puerta a una mayor responsabilidad por el material que lleva. Pero el rebote en el precio de las acciones también indica algo preocupante: que ni la firma ni los legisladores estadounidenses han captado la necesidad de un cambio radical.

Comencemos con Facebook. Zuckerberg le dijo al Congreso que cualquier empresa que haya crecido a la velocidad de Facebook estaba destinada a cometer errores. Pero la excusa de la firma novata se está agotando. Facebook es la sexta empresa cotizada más valiosa del planeta. Gastó US$ 11.5 millones en lobby en Washington en el 2017.

Su interminable palabrería sobre "comunidad" vale poco cuando ha ignorado de forma repetida y flagrante los derechos de sus usuarios de controlar sus propios datos. La compañía ha llevado a cabo muchas manipulaciones en las últimas semanas: desde hacer las configuraciones de privacidad más claras hasta prometer una auditoría de aplicaciones sospechosas. Pero debería ir mucho más allá.

Una investigación interna sobre cómo las apps de terceros han estado usando los datos de los usuarios de Facebook no es suficiente para restablecer la confianza: debe designar a una firma externa para realizar un examen independiente completo de su propia conducta. Eso ayudaría a abordar preguntas persistentes; por ejemplo, Cambridge Analytica puede ser solo uno de los muchos equipos que han conseguido datos de usuarios.

El nombramiento de un presidente independiente sería otra forma de mejorar la calidad del debate y el escrutinio en Facebook. Junto con otras empresas de tecnología, debería crearse un ‘defensor del pueblo’ en la industria cuyo trabajo incluiría facilitar el acceso a las plataformas a los investigadores independientes. Sin embargo, en lugar de abrirse, el riesgo es que Facebook construirá paredes: su decisión de sacar de la plataforma a los intermediarios de datos externos tiene el conveniente efecto de tanto proteger los datos de los usuarios como consolidar su poder como fuente de esos datos.

Se busca: legisladores bien informados
Incluso si Facebook hiciera todo esto, todavía habría una necesidad de regulación de protección de datos en Estados Unidos. Zuckerberg tiene la mayoría de los derechos de voto en la compañía: un presidente independiente no lo detendría con el control absoluto.

El modelo comercial orientado a la publicidad de la empresa lo incentiva a convertir los datos personales de los usuarios en objetivos para publicidad. Facebook no ha dicho nada sobre permitir que las personas opten por no ser rastreados en la web. Es intrínsecamente difícil para los usuarios de servicios en línea tomar decisiones informadas sobre cómo deben almacenarse sus datos. En cualquier caso, estos problemas abarcan más empresas que Facebook.

Eso lleva a la otra preocupación planteada por las audiencias de esta semana: la capacidad de los legisladores para establecer una buena legislación. Mientras Zuckerberg se mostró competente, sus interrogadores a menudo no tenían ni idea del tema.

Uno parecía no saber que la empresa ganaba dinero con la publicidad; otro estaba más interesado en hacer que Facebook construyera un cable de fibra óptica en su estado. Para trabajar para sus usuarios, la economía de datos requiere una política reflexiva y un cambio radical en la forma en que operan las empresas de tecnología. En base a la evidencia de esta semana, ninguno de estos casos parece probable.