Pilar de la economía venezolana, PDVSA llegó a ser una de las cinco mayores petroleras del mundo. Hoy, tras 20 años de gobiernos chavistas, está colapsada por el derrumbe de la producción, multimillonarias deudas y sanciones de Estados Unidos.
El sucesor del fallecido líder socialista Hugo Chávez, Nicolás Maduro, entregó el control de Petróleos de Venezuela (PDVSA) al general Manuel Quevedo en noviembre del 2017 con la meta de elevar la producción en un millón de barriles diarios.
Pero desde entonces el bombeo ha bajado en esa misma cantidad.
Cuando asumió el poder Chávez (1999-2013), el país colocaba en el mercado 3.1 millones de barriles por día. La cifra ha caído hasta 1.1 millones, según fuentes de la OPEP.
Tras el último paquete de sanciones de Washington, Quevedo anunció que PDVSA podría declarar "fuerza mayor" para liberarse de responsabilidades por eventuales incumplimientos con clientes en ese país.
La Casa Blanca enmarca esas medidas en su apoyo al jefe parlamentario Juan Guaidó, autoproclamado presidente interino de Venezuela luego de que la mayoría opositora del Congreso declarara "usurpador" a Maduro.
El gobierno de Donald Trump congeló activos de PDVSA por US$ 7,000 millones y estableció que Citgo -filial de la petrolera en Estados Unidos- deposite sus ganancias en una cuenta bloqueada.
Maduro y altos funcionarios gubernamentales culpan a las sanciones del colapso, aunque las grietas en la estatal empezaron a abrirse mucho antes del garrote de Trump.
"Quebrada"
Maduro marca como punto de inflexión la caída de los precios del petróleo en el 2014: la cotización del barril, que rompía récords, se desplomó a menos de la mitad. Atrás quedaba una bonanza sin precedentes, en la que Venezuela recibió unos US$ 750,000 millones por exportaciones de crudo durante una década.
Pero especialistas consideran que el origen de la debacle fue el financiamiento, por parte de PDVSA, de un déficit fiscal que ha rondado anualmente el 20% del PBI.
"PDVSA está quebrada. ¿Por qué? Porque se convirtió en un banco", sostiene José Gonzales, director de la consultora GCG Advisors.
Una década atrás, la agencia Petroleum Intelligence Weekly ubicaba a la compañía por encima de gigantes como Shell o Chevron en su lista de compañías energéticas.
En el marco del férreo control cambiario vigente desde el 2003, la petrolera fue obligada a vender al Banco Central divisas a tasas muy bajas. Ello limitó las inversiones en mantenimiento de infraestructura y exploración, mientras la nómina de PDVSA subía de 40,000 a 150,000 empleados.
El control se ha flexibilizado desde el 2018 y la semana pasada la tasa oficial superó por primera vez las del mercado negro. La moneda local se ha devaluado 98.18% en cinco meses.
El endeudamiento, mientras PDVSA cubría el déficit, se disparó. Los bonos de la compañía representan un tercio de la deuda externa venezolana, estimada en US$ 150,000 millones.
Por ello, aunque los precios repuntaron desde el 2017, el país atraviesa la peor crisis de su historia moderna, con hiperinflación proyectada por el FMI en 10’000,000% para el 2019 y escasez de alimentos, medicinas y toda clase de productos básicos.
PDVSA enfrenta desde finales dell 2017 declaratorias de default por pagos atrasados por parte de calificadoras de riesgo como Standard & Poors o Fitch.
Aunque Maduro ha buscado renegociar la deuda, las sanciones de Washington prohíben a sus ciudadanos y empresas transar nuevos instrumentos.
Bajo esas condiciones es "imposible recuperar la producción", dijo el economista Jesús Casique.
El experto José Toro Hardy calcula que Venezuela necesitaría préstamos por US$ 30,000 millones y sobre todo un "cambio de políticas" para elevar la producción en 400,000 barriles diarios en un año.
Gasolina gratis
La corrupción ha sido determinante en el desplome de la industria que financia el 96% del presupuesto nacional.
Una investigación del Parlamento cifró en US$ 11,000 millones las pérdidas por malversaciones en PDVSA durante la bonanza (2004-2014). El monto supera las actuales reservas internacionales del país: US$ 8,600 millones.
La Fiscalía abrió múltiples causas que involucran al zar petrolero de Chávez, Rafael Ramírez, exiliado rival de Maduro.
La congelación de los precios de la gasolina -prácticamente gratuita- es otra sangría. Aún no se concreta un aumento de tarifas anunciado por Maduro en agosto, y con lo que vale medio kilo de carne pueden pagarse más de 500 millones de litros de nafta.
Sin capacidad para cubrir la demanda, Venezuela importa combustible desde Estados Unidos, además del petróleo liviano indispensable para procesar su crudo pesado.
Eso hizo a PDVSA más vulnerable a las sanciones. Asdrúbal Oliveros, director de la firma Ecoanalítica, estima que 80% de la liquidez por ventas de crudo proviene de exportaciones a Estados Unidos, pues los envíos a aliados de Maduro como Rusia o China se dedican principalmente a pagar deuda.