A pesar de toda la controversia en torno a su compra de Twitter Inc., Elon Musk tiene la razón en al menos una cosa: Twitter realmente está abriendo las noticias a las masas.
El hombre más rico del mundo ha sido durante mucho tiempo un defensor del “periodismo ciudadano”, pero desde que se hizo cargo del sitio de redes sociales ha hablado mucho sobre la idea de que sea la gente común —en lugar de lo que él llama las élites de los medios— la que saque a la luz la información.
La historia de Twitter en Japón, su segundo mayor mercado mundial, muestra que su instinto allí probablemente sea correcto. A nivel internacional, se ha prestado poca atención al impacto que ha tenido la compra de Musk en Japón, pero en el 2021, el país aportó alrededor del 13% de los ingresos, casi tanto como Estados Unidos en términos per cápita. Fue el único país aparte de Estados Unidos que la firma desglosó por separado en su informe financiero de fin de año, también conocido como 10-K, con un crecimiento de las ventas del 23% con respecto al año anterior.
Hay una simple razón por la que Twitter llegó a ser tan popular en el país: es un salvavidas en tiempos de calamidades, y Japón normalmente se ve asolado por desastres naturales con más frecuencia que la mayoría. Twitter encontró su lugar después de la triple catástrofe de marzo de 2011 —un terremoto, un tsunami y un posterior accidente nuclear—, cuando las líneas de comunicación tradicionales se cayeron ante el mayor sismo que la nación haya sentido.
Las líneas telefónicas colapsaron y las aplicaciones de mensajería aún no eran tan generalizadas. La plataforma se utilizó para compartir información, buscar refugios, para que los sobrevivientes informaran a sus seres queridos sobre su situación y para que aquellos que estaban en peligro pidieran ayuda. Los millones de personas atrapados en Tokio, que no podían llegar a casa debido a que el transporte público se encontraba paralizado, recurrieron a la aplicación para compartir información sobre rutas y reanudación de servicios.
Fue uno de los primeros ejemplos del valor público de Twitter; de hecho, de las redes sociales en general. La empresa, que acababa de abrir su oficina en Japón ese mes, se volvió universal. Los usuarios japoneses todavía recurren en masa al sitio cuando se produce un terremoto, como el sismo de 7.3 °C de marzo, compartiendo información en tiempo real sobre los daños mucho más rápido de lo que lo podrían hacer las organizaciones de medios tradicionales.
Ese está lejos de ser el único ejemplo de la vital función de Twitter en tiempos de desastre. En la primavera del 2021, en medio de la fatal ola de la variante ómicron del COVID en India, el servicio ayudó a conectar a aquellos que necesitaban oxígeno y camas hospitalarias con quienes tenían suministros.
Los usuarios ayudaron a amplificar los llamados de socorro de otros con hashtags como #COVIDSOS. La plataforma también ha demostrado ser invaluable en tiempos de agitación política, desde su papel en las protestas de Occupy Wall Street hasta las “Revoluciones de Twitter” en Irán, Egipto y Túnez.
Por supuesto, los gobiernos autoritarios se volvieron más listos; se acusó a China de usar la plataforma para socavar las protestas de Hong Kong en 2019. Sin embargo, siguió siendo una plaza pública imprescindible en la conversación después del asesinato de George Floyd, y también se ha utilizado para ayudar a documentar crímenes de guerra y otras atrocidades.
Si bien el potencial de desinformación de Twitter está bien catalogado, también ofrece un espacio para compensar dichas acusaciones, independientemente de su procedencia. Después del 11 de marzo, cuando los rumores de radiación en Tokio provocaron el éxodo de muchos extranjeros de la capital, Twitter fue tanto una fuente de chismes como una fuerza de equilibrio, ya que informes de primera mano desde la ciudad ayudaron a disipar las exageradas versiones de los medios sobre un desastre nuclear.
En los primeros días de la pandemia, se utilizó para compartir información sobre los beneficios de usar cubrebocas, en un momento en que la directriz oficial de las autoridades sanitarias de Estados Unidos decía que eran inútiles.
Musk parece reconocer la importancia de su servicio para el debate público. En una reunión con empleados, el multimillonario habría planteado el alto nivel de uso del sitio por parte de Japón como un ejemplo de a lo que todos los países deberían aspirar. Entonces, es difícil cuadrar esto con sus planes de dar “prioridad en respuestas, menciones y búsqueda” a cuentas que paguen US$ 8 al mes por ser verificadas.
“La verificación generalizada democratizará el periodismo y empoderará la voz del pueblo”, dijo Musk en un tuit reciente. ¿Qué pasa con aquellos que se encuentran en medio de un desastre o una protesta, y no pueden o no quieren pagar para ser autenticados?
El concepto del periodista ciudadano es que él está en terreno, gente corriente en situaciones extraordinarias, sean Twitter Blue o no. Es difícil pensar que usuarios en Japón, donde la mayoría usa nombres anónimos en sus cuentas y no quiere ser verificado, vayan a pagar una tarifa mensual que es más del doble de lo que gasta un oficinista en un almuerzo promedio con la expectativa de que en algún momento pueda contribuir a la cobertura de una catástrofe.
Si bien Twitter se ha convertido en una herramienta indispensable para que los gobiernos distribuyan información en tiempos de crisis o para que aquellos que se oponen a regímenes autoritarios los puedan combatir, Musk, por supuesto, no tiene la obligación de proporcionar o proteger este servicio. Uno de las verdaderas fallas de Twitter fue su incapacidad para encontrar alguna forma de capitalizar un servicio tan útil que debería cobrarse.
“Twitter es todas las noticias”, dijo en otro tuit. Y tiene razón: Twitter se volvió como gran parte del periodismo: esencial, pero al mismo tiempo, con un modelo de negocios que ofrece todo de forma gratuita. Algo tiene que ceder. ¿Puede Musk encontrar una manera de mantener la función más crucial de Twitter y ganar dinero con ello?
Por Gearoid Reidy