Bobby Ghosh
Los nuevos propietarios del Newcastle United están a punto de descubrir el efecto Streisand, el fenómeno de la era de internet en el que un intento de evitar que algo suceda, o que vuelva a suceder, garantiza que ocurra. El resultado: un problema de relaciones públicas autoinfligido.
El club de fútbol inglés, recientemente adquirido por un grupo liderado por el fondo soberano de Arabia Saudita, ha instado a los aficionados a no usar ropa tradicional árabe ni cubrirse la cabeza en los partidos para no ofender. Esto se produce después de que, el fin de semana pasado, algunos hinchas se presentaran en el estadio St. James’ Park del club con imitaciones de tocados árabes.
No está claro quién pudo sentirse ofendido. El club dijo en un comunicado que los nuevos propietarios no estaban molestos. ¿Y por qué deberían estarlo? Lejos de burlarse de los saudíes, los hinchas parecían celebrarlos como salvadores. La mayoría de los “geordies”, como se llama a los nativos de Newcastle, están encantados con la adquisición. Confían en que los cuantiosos recursos saudíes impulsen a su club —confinado durante mucho tiempo en la parte baja de la Premier League inglesa— a la élite del fútbol mundial, al igual que el Manchester City y el Paris Saint-Germain fueron elevados por sus propietarios emiratíes y cataríes. respectivamente. El Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita tiene activos por más de US$400,000 millones y aspira a superar los US$1.1 billones de dólares en 2025.
Así que es muy probable que la advertencia del club no sea escuchada cuando los seguidores del Newcastle United viajen a Londres para el partido del sábado contra el Crystal Palace. Dado que la naturaleza tribal del aficionado al fútbol disfruta de la rebelión contra el mandato oficial, nadie debería sorprenderse si un número aún mayor de “geordies” acude con sus paños de cocina convertidos en la tradicional gutra saudí.
Voilà, el efecto Streisand, llamado así por el intento de la famosa cantante de suprimir una imagen de su casa de Malibú solo para aumentar la atención sobre ella.
Pero más que sus propios seguidores, la dirección del club tiene más de qué preocuparse con los aficionados rivales. Como en la mayoría de los deportes, el fútbol tiene una vieja historia de intercambio de insultos, e incluso violencia declarada, entre los hinchas en las graderías, y la nueva propiedad del Newcastle United ha dado a los fanáticos rivales una gran cantidad de material nuevo. Los “geodies”, bien acostumbrados a este arte, darán lo mejor de sí mismos, pero a los saudíes que asistan al partido, ya sea en las graderías o en el palco de los propietarios, les espera un duro camino.
Si tienen suerte, las burlas girarán principalmente en torno al dinero. En el primer partido del Newcastle United bajo la nueva propiedad, una derrota en casa ante el Tottenham Hotspur, los hinchas visitantes se burlaron de los “geordies” a su llegada coreando: “¿Dónde estaban cuando eran pobres?”. Uno se imagina que los pocos saudíes que asistieron encontraron esta línea de abucheos algo desconcertante.
Pero podría ser peor, mucho peor. Al igual que en el patio de la escuela, en los estadios, las burlas están diseñadas para causarle una vergüenza insoportable al objetivo. Incluso mientras lee esto, algunos hinchas rivales seguramente están componiendo nuevos cánticos burdos que relacionan al Newcastle United con, por ejemplos, el asesinato de Jamal Khashoggi, el desastre humanitario en Yemen o el terrible historial de derechos humanos de Arabia Saudita.
Ya existen memes en las redes sociales que insisten en estos temas; las versiones más crudas juegan con los duros castigos del reino por comportamientos que son legales bajo la ley británica. Es solo cuestión de tiempo para que estos memes se manifiesten en los estadios ingleses, en forma de cánticos y pancartas. Recogidos por las cámaras de televisión y los micrófonos, se transmitirán a una audiencia mundial de miles de millones de personas —entre las mayores de cualquier deporte profesional— y, por supuesto, en Arabia Saudita.
Las autoridades del fútbol desaprueban las consignas políticas en las graderías, pero les costará litigar contra los cánticos de los hinchas que critican a Arabia Saudita. Una cosa es sancionar a un club cuando sus fanáticos profieren invectivas homofóbicas contra un equipo visitante, y otra muy distinta es cuando señalan la actitud del Gobierno saudí hacia las comunidades LGBTQ. Las autoridades que aprueban que los jugadores se arrodillen contra el racismo tampoco pueden dar la vuelta y prohibir las protestas contra otras formas de discriminación.
Por su parte, los activistas de los derechos probablemente utilizarán cada partido del Newcastle United para llamar la atención sobre el historial del reino. El domingo pasado, una camioneta circuló por el estadio St. James’ Park con un cartel gigante con el mensaje “Justicia para Jamal Khashoggi”.
La petición del Newcastle United de que no se confunda el fondo soberano con las políticas del Gobierno se ve socavada por el hecho de que el Fondo de Inversión Pública está dirigido por el príncipe heredero Mohammed bin Salman, el gobernante de facto del reino. Ridiculizado sistemáticamente como un tirano por la prensa británica, sin duda será objeto de insultos especiales por parte de los hinchas rivales.
Se supone que la adquisición del Newcastle United es un intento de “lavado deportivo” para suavizar la imagen del reino y de su príncipe heredero. Puede que eso ocurra con el tiempo, pero no antes de que se ventilen montones de trapos sucios saudíes ante la audiencia mundial del fútbol.