Congresista
Un congresista de la República ha declarado que ahora entiende por qué el presidente Castillo se propone convertir Palacio de Gobierno en un museo: “porque está de adorno”, ha dicho. Faltoso el novel congresista y colega. Faltoso, pero como que dio en el blanco. Al menos, en el mundo de las apariencias que —en política— constituye el mundo real.
Así parece haberlo entendido la agencia calificadora de riesgo Moody’s que, horas antes de la presentación del ministro Pedro Francke en el hemiciclo del Congreso para discutir el Presupuesto 2022, dio a conocer su decisión de rebajar la calificación del Perú de A3 a Baa1. “Apenas un poquito”, en palabras del ministro Francke.
Un poquito que, sin embargo, tiene un enorme significado: se trata de la primera vez en 20 años que en lugar de que se anuncie una mejora en la calificación o por lo menos en la perspectiva (outlook), la agencia crediticia nos castiga con una rebaja en la calificación. Los efectos inmediatos sobre el costo del endeudamiento externo serán moderados. Después de todo, las otras dos más importantes agencias calificadoras (Standard & Poor’s y Fitch) no han hecho mayor ruido y mantienen su calificación de grado de inversión.
Los efectos en el mediano y largo plazo, sin embargo, pueden ser muy distintos y potencialmente peligrosos. De no cambiar las razones por las que Moody’s ha reclasificado al Perú lo más probable es que las otras calificadoras le sigan los pasos.
Y cuáles son esas razones: Básicamente dos, de una misma naturaleza: uno, el posible efecto de la incertidumbre y sentimiento de caos que caracterizan desde el primer día la administración del presidente Pedro Castillo sobre la capacidad y voluntad de pago del país y, dos, la prolongación de la crisis sistémica de gobernabilidad en la que estamos envueltos desde hace por lo menos dos años.
Lo primero es sencillamente un voto de desconfianza por parte de la agencia internacional. Lo segundo es una advertencia clara y directa: de continuar el enfrentamiento de poderes, o alterarse el orden institucional la calificación crediticia del Perú volverá a ser revisada. Sin dudas en sentido contrario al deseado.
El texto de la comunicación de Moody’s contiene un dato adicional: la comprobación de que a pesar de la pandemia y, sobre todo, a pesar del pésimo manejo de la pandemia, los aspectos fundamentales (los “fundamentals”) de la economía peruana permanecen firmes. Es más —digo yo—, gracias a los buenos vientos de fuera, se ven incluso mejores.
El corolario de este dato es que, si no tuviéramos que soportar el caos de la política y la impericia e incapacidad del Gobierno del presidente Castillo para trazar una ruta clara de crecimiento y desarrollo, probablemente estarían pensando en mejorar la calificación.
Pensar en una mejora de la calificación parece hoy en día un sueño idílico. Pero no lo es. Basta que el presidente Castillo, su alter ego, Vladimir Cerrón y su premier Guido Bellido dejen de dedicar su tiempo y esfuerzo a azuzar las diferencias, promover “el choque de culturas” y retar a la oposición a debatir sin zapatos en el Vraem para que la dinámica empiece a cambiar y el país pueda aprovechar la enorme fortuna de saber que Dios es peruano y que —una vez más— nos ofrece la posibilidad de salir delante de la mano de los maravillosos precios de los minerales.
La crisis del covid-19 pareciera haberlo cambiado todo, excepto la forma de relacionarnos en el gran teatro de la política. La profundidad de la crisis, pero sobre todo, la posibilidad de sacar algo bueno de ella nos obliga a quienes participamos en política a ponernos a la altura de lo que la patria reclama.