La aseguradora alemana Allianz advierte de que “la desigualdad de riqueza entre países ricos y pobres se amplió nuevamente” en el 2019 y que el 1% más rico del mundo posee casi el 44% de la riqueza, de modo que los súper ricos se alejan cada vez más del resto de la población.
En el 2000, los activos financieros netos per cápita eran 87 veces más altos (en promedio) en las economías avanzadas, que en los mercados emergentes.
En el 2016, este número había caído a 19, pero, desde entonces, ha vuelto a subir a 22 en el 2019, según datos de Allianz.
“Por primera vez, el número de miembros de la clase media mundial ha disminuido significativamente: de poco más de mil millones de personas en el 2018, a alrededor de 800 millones de personas en el 2019”, se desprende de la undécima edición de su informe “Global Wealth Report”, que analiza la situación de activos y deuda de los hogares en casi 60 países.
A pesar de esto, añade Allianz, “el desarrollo desde principios de siglo y el auge de los mercados emergentes sigue siendo impresionante, especialmente en Asia”.
Ajustados los datos al crecimiento de la población, la riqueza de la clase media global creció casi 50% y la riqueza de la clase alta 30%, mientras que la riqueza de la clase baja disminuyó en casi 10%.
Pero pese a este progreso, “el mundo sigue siendo un lugar muy desigual”, dice Allianz.
El 10% más rico del mundo (52 millones de personas en los países incluidos en el estudio con activos financieros netos promedio de 240,000 euros) posee aproximadamente el 84% de los activos financieros netos totales en el 2019.
Entre ellos, el 1% más rico, con activos financieros netos superiores a 1.2 millones de euros, posee casi el 44% de la riqueza.
“Es bastante preocupante que la brecha entre países ricos y pobres comenzara a ensancharse nuevamente incluso antes de que el COVID-19 llegara al mundo”, comentó Patricia Pelayo Romero, coautora del informe.
Pelayo Romero considera que “es muy probable que la pandemia aumente aún más la desigualdad, lo que representa un revés no solo para la globalización, sino también perturba los servicios de educación y salud, especialmente en los países de bajos ingresos”.