La transformación cultural de Gareca, por Yoel Chlimper
Mucho se ha hablado recientemente en la esfera empresarial sobre la denominada transformación cultural que nuestras organizaciones deben experimentar para sobrevivir a los cambios acelerados de nuestro entorno. Es común que se compartan historias de éxito de empresas que han librado satisfactoriamente dicho proceso. Pero quizás uno de los mejores ejemplos de transformación cultural lo venimos viviendo todos los peruanos desde la llegada de Ricardo Gareca al mando de nuestra selección.
Todo grupo humano tiene una cultura: un set de valores, rituales, creencias y símbolos que inciden en su comportamiento. Así pues, los jesuitas, los suizos y los trabajadores de una determinada organización, tenderán a mostrar ciertos comportamientos a partir de sus raíces culturales. La única manera de intervenir en esos comportamientos es modificando gradual o intempestivamente en los valores, rituales, creencias y símbolos antes mencionados.
Eso es precisamente lo que han logrado Ricardo Gareca y su comando técnico: han desencadenado una transformación cultural positiva para nuestro país.
La transformación se inicia en los valores del equipo. Esta selección resalta el compañerismo y la solidaridad por encima de la competencia desleal, lo mismo que puede notarse en la euforia colectiva de cada celebración o incluso en el abrazo comunitario que recibe Cueva luego de fallar el penal contra Dinamarca. El equipo muestra además un claro respeto por la meritocracia con la que ‘El Profe’ toma las decisiones deportivas, valor que se evidencia cuando Corzo pierde la titularidad y no la camaradería con su reemplazo, Luis Advíncula. No hemos visto a un solo jugador quejarse por las decisiones de un técnico cuya autoridad respetan al 100%. El compañerismo, la meritocracia y el profesionalismo han reemplazado a los viejos valores de individualidad (¿Recuerdan a los ‘4 Fantásticos’?), las argollas y la indisciplina impune.
Esta transformación se ha apalancado también en un nuevo set de creencias.
Gareca no se ha cansado de subrayar a la técnica del futbolista peruano como una suerte don divino que siempre tuvimos pero que de cierta forma habríamos olvidado. Esa conexión con el pasado glorioso de nuestro fútbol naturalmente surte un efecto motivador sobre los seleccionados y el público en general, que comienza a encontrar una narrativa histórica o un propósito en esta transformación: la recuperación de nuestro talento perdido.
La simbología también se ha fortalecido tremendamente. El orgullo nacional se manifiesta en la enorme cantidad de camisetas vendidas que por primera vez se visten por personas que no necesariamente están yendo al estadio e incluso en días en los que no hay fútbol, momentos en los que era más común ver una camiseta de Messi o de Cristiano Ronaldo. Existen otros símbolos más complejos pero igualmente poderosos como el “Pensá” de Gareca con los dedos en la frente, pantomima que ya trascendió al deporte y que muchos peruanos ahora usamos para invocar la serenidad y concentración de nuestros pares.
Todo proceso de transformación necesita de íconos que encarnen el propósito del cambio. Naturalmente este lugar está reservado para Paolo Guerrero. Desafortunadamente para él pero afortunadamente para la intensidad de la transformación, la injusta sanción y todo el periplo de nuestro capitán nos consiguió un enemigo común (primero el TAS y luego la WADA), elemento que siempre acelera la cohesión cultural.
El impacto de esta transformación cultural sobre el comportamiento es impresionante. No hablo solamente de los improbables resultados deportivos que hemos conseguido (ojo con el hemos: este proceso nos ha hecho sentir a todos partícipes de la transformación), sino también de notables mejoras en el comportamiento cívico de los peruanos. El no pifiar los himnos rivales, no botar basura en el estadio o el abrazo fraterno entre todos los hinchas, se conozcan o no, demuestran una clara evolución.
El ver a niños y jóvenes llenos de autoestima idolatrar y encontrar belleza en nuestro racialmente diverso plantel incluso me invita a pensar que los efectos más relevantes de esta transformación podrían estar aún en gestación: quizás con el tiempo el Perú se vuelva un país más solidario, equitativo y orgulloso de nuestras raíces y nuestra diversidad.
Aprovechemos la inercia y no perdamos la oportunidad de que la Selección de Gareca nos clasifique también a otros mundiales más trascendentales.
Yoel Chlimper
Mambo
Co-fundador y CEO
www.mambo.pe