Reimaginando la educación peruana
Por Issam Abousleiman.
Reimaginar el sistema educativo de Perú es un paso decisivo hacia una recuperación inclusiva tras la múltiple crisis de la pandemia de COVID-19 y reencausarse hacia un futuro más próspero. El destino del país está íntimamente ligado a nuestra capacidad para transformar las aulas de hoy en pilares de un Perú con oportunidades para todos.
Aunque Perú ha logrado avances modestos a lo largo del tiempo en las pruebas PISA, la evaluación internacional de estudiantes de la OCDE, los resultados recientes revelan, por ejemplo, que dos de cada tres estudiantes peruanos no alcanzan el nivel mínimo de competencia en matemática, y la mitad de los jóvenes de 15 años tampoco demuestran habilidades básicas en lectura.
Estas disparidades en el aprendizaje son aún más acentuadas según el nivel socioeconómico: mientras que el 88% de los estudiantes del quintil más pobre está por debajo del mínimo en matemática, esto ocurre para el 39% en el quintil más rico, lo que equivale a aproximadamente 2 años menos de escolaridad.
Se pone de manifiesto la urgente necesidad de abordar estas profundas desigualdades y deficiencias sistémicas que obstaculizan el aprendizaje en el país.
Las encuestas de PISA también revelan que los jóvenes peruanos de 15 años reportan uno de los niveles más bajos de satisfacción con la vida a nivel mundial. No están satisfechos con su experiencia escolar, las amistades que tienen, la relación con sus docentes o los contenidos que aprenden. Es imperativo que las políticas públicas den prioridad a elevar los niveles de aprendizaje en general, cerrar las brechas de logro, incorporar la tecnología en el proceso educativo y equipar a los jóvenes peruanos con las habilidades socioemocionales necesarias para prosperar en el mundo actual y futuro.
Para reimaginar la educación peruana y superar este punto crítico, necesitamos un enfoque integral y decidido. En primer lugar, debemos invertir en infraestructura, digitalización y apropiación de la tecnología para garantizar que cada estudiante, independientemente de su origen, tenga acceso a recursos educativos de calidad. En segundo lugar, es fundamental empoderar y apoyar a los docentes, ofreciéndoles formación continua, salarios dignos y mejores condiciones laborales. Su rol es vital para inspirar y guiar a los estudiantes.
Asimismo, debemos adaptar los currículos para fomentar el pensamiento crítico, abrazar la transformación tecnológica en tiempos de Inteligencia Artificial, potenciar la creatividad y la resiliencia, preparando a los jóvenes para los retos del siglo XXI. La educación socioemocional debe integrarse en todas las etapas del aprendizaje, cultivando la empatía, el trabajo en equipo y la autoestima. Por último, necesitamos fomentar una mayor participación comunitaria, involucrando a padres, líderes locales y el sector privado en la creación de entornos de aprendizaje enriquecedores dentro y fuera del aula.
Desde el Banco Mundial, alentamos un diálogo abierto y orientado a soluciones sobre el futuro de la educación peruana. Buscamos facilitar que voces y perspectivas diversas, desde las instancias de gobierno, la academia, la sociedad civil, la cooperación internacional, expertos en educación, docentes, padres y líderes comunitarios, eleven el debate sobre la educación.
Reimaginar la educación peruana e invertir en la juventud permitiría sincronizarse con el potencial económico y el talento humano necesario para un Perú más próspero, resiliente e inclusivo. Es hora de pasar de la encrucijada a la transformación, y de convertir esta crisis en una oportunidad para un cambio duradero. El futuro de Perú también comienza en las aulas.
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