El trabajo infantil: Un tema que nunca fue un juego
Besly Muñoz Quintana, alumna de Derecho de la Universidad del Pacífico.
“Solo sé que ahora mismo no quiero trabajar, quiero estudiar.” “No sé leer ni escribir, nunca he ido al colegio y trabajo desde que lo recuerdo.” Estas son las palabras de un niño peruano víctima de trabajo infantil, víctima de la violación de sus derechos fundamentales como niño, al disfrute de su infancia, a la educación, a la salud y a desarrollarse como persona. Un niño que es un reflejo patente del incumplimiento del deber más importante del Estado: proteger a sus hijos.
En el mes de la lucha contra el trabajo infantil, tras dos años de pandemia y un duro golpe en la economía mundial, es necesario reflexionar acerca del impacto que ha tenido esta situación global en los niños. Más allá de todos los estragos ya vividos que nos dejó la pandemia, debemos preguntarnos cómo esto ha impactado en su educación, desarrollo y formación acorde a sus derechos humanos.
Según cifras estadísticas del INEI, en el primer trimestre del 2021, el 9,9 % de adolescentes de 14 a 17 años dijo que solamente trabajaba, mientras que el 22,8 % afirmó estar estudiando y trabajando. En contraste al 2020, hay un incremento del 2,7 % de adolescentes que solamente trabajan. Dentro de este porcentaje, destaca el trabajo rural, el cual presenta en nuestro país una tasa casi cuatro veces más alta que en las zonas urbanas. Esto se encuentra en concordancia con la tasa de trabajo infantil, que es mayor entre los niños y adolescentes que viven en pobreza extrema (57.4%). Sin embargo, las apuestas que hacen las familias al arriesgar el futuro de sus hijos les resulta muy poco rentable. Esto porque la contribución económica de estos adolescentes que trabajan para incrementar su ingreso familiar, solo representa el 16.5%.
LAS ALARMANTES CIFRAS DEL TRABAJO INFANTIL
En nuestro país, uno de cada cuatro niños trabaja. A pesar de los diversos esfuerzos que se han realizado, esta cifra no presenta mejoras y, junto a la deserción escolar, solamente ha ido en crecimiento durante los últimos años.
La deserción en la vida de los estudiantes compromete su desarrollo y futuro, generando a su vez un círculo vicioso en las futuras generaciones de niños que dejaron la escuela por trabajar. Por ejemplo, un adolescente que dejó la escuela por trabajar en condiciones y salarios mínimos, debido a sus limitaciones académicas y económicas, es muy probable que forme en su adultez una familia en una situación de necesidad parecida a la suya. De este modo, existe un alto riesgo de que obligue a su descendencia a seguir el círculo y trabajar dejando la escuela por su situación precaria familiar. Esto se hace más evidente en un contexto de ligero crecimiento económico en el país, el cual, sin embargo, no va de la mano con la reducción del trabajo infantil.
Almudena Olaguibel, especialista de políticas de Infancia en UNICEF, señala que “la mayoría de los niños que trabajan en condiciones penosas, lo hacen en el sector de la agricultura (59%), mientras que el 11% lo hace en el sector de la industria (talleres, minas, canteras y en la construcción)”. Sin embargo, estos datos estadísticos solo corresponden a actividades permitidas, las cuales, debido a la informalidad masiva existente en sectores legales, son un espacio propicio para el trabajo infantil.
LA OTRA PANDEMIA
La pandemia del Covid-19 ha incrementado las cifras del desempleo y los trabajos informales. Según datos de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO), en el segundo trimestre del 2020, la población ocupada disminuyó en más de 6 millones de personas en lo que se refiere al 2019. Asimismo, la pandemia ha llevado al cierre de los negocios, la reducción de los salarios y, en muchos casos, la muerte de los progenitores que funcionaban como los principales aportantes en la economía familiar. De esta manera, se ha generado una serie de situaciones que han agudizado la crisis económica, tanto en el país como a nivel global.
Según las estimaciones realizadas por UNICEF, debido a la pandemia, 1.2 millones de menores de edad caerían en la pobreza en 2022. Los hogares rurales serían los más afectados, ya que la pobreza se incrementaría a 62.3% en estos últimos dos años. Esta consecuencia de la pandemia estaría llevando a niñas, niños y adolescentes a ser víctimas de trabajo infantil, desarrollando actividades con fines económicos que ponen en riesgo su vida e integridad.
Según un estudio de UNICEF y la Organización Internacional del Trabajo, tras el impacto de la pandemia del COVID-19, el número de niños en situación de trabajo infantil podría aumentar en 8.9 millones para finales del 2022, a nivel mundial. Por ello, se deben tomar medidas de mitigación urgentes para volver a alcanzar progresos en la lucha contra el trabajo infantil, en concordancia con los compromisos y objetivos mundiales.
UN COMPROMISO DE TODOS
El eje del compromiso de la lucha contra el trabajo infantil se basa en la eficacia de las legislaciones nacionales y de los mecanismos de observancia establecidos en los Pactos Internacionales, La Carta Internacional de Derechos Humanos y los tratados Internacionales de derechos humanos. Estos establecen las obligaciones que deben cumplir los Estados que son parte de estos tratados internacionales. De esta manera, el Estado asume deberes y obligaciones en virtud del derecho internacional y se compromete a respetar, proteger y promover los derechos humanos. Además, adopta las medidas necesarias de acuerdo a las normas preventivas y punitivas que se rigen en su legislación, compatibles con los deberes y obligaciones inherentes a esos tratados.
En esta lucha para la erradicación del trabajo infantil, el Gobierno debe dotar a todos los organismos involucrados de recursos para la adecuada detección y seguimiento de control de casos en el país. Así como para el incentivo y apoyo a las estas familias, brindarles la protección social inclusiva para que prosigan con la educación de sus hijos, para que la adversidad económica no sea motivo para llevar a cabo acciones ilegales.
LA EDUCACIÓN ES EL PUNTO DE PARTIDA EN ESTA LUCHA
Para Joaquín Nieto, director de la OIT en España, el desarrollo de políticas de acceso a la educación es una de las mejores formas de combatir el trabajo infantil. “Donde hay un maestro es porque existe una escuela a la que deben asistir los niños y las niñas de ese entorno. Y entonces, los maestros conocen de la asistencia o no a la escuela por parte del menor. Un conocimiento que ayuda a que, si el niño o la niña falta a clase, se pongan en contacto con su familia y se interesen de por qué ha faltado. Una relación que puede descubrir si ese niño está trabajando y, si es así, denunciarlo ante las administraciones sociales para corregir esa situación”.
El aumento de las inversiones económicas para facilitar el desarrollo de las familias en situación de pobreza y pobreza extrema, promueve el crecimiento de la oportunidad laboral y el trabajo decente, y de este modo previene el trabajo infantil, tanto como facilita el acceso a la educación y la posibilidad de un futuro mejor.
Es compromiso de todos nosotros revertir y hacer frente al trabajo infantil e interrumpir el ciclo de pobreza, para que cada vez menos niños, niñas y adolescentes sean privados de serlo, porque el trabajo infantil NO ES UN JUEGO DE NIÑOS.
BIBLIOGRAFÍA:
https://www.un.org/es/events/childrenday/pdf/derechos.pdf
https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/newsroom/news/WCMS_845416/lang–es/index.htm
Informe: “El papel de la protección social en la eliminación del trabajo infantil: Examen de datos empíricos y repercusiones políticas.”
https://www.un.org/es/about-us/udhr/foundation-of-international-human-rights-law
“Solo sé que ahora mismo no quiero trabajar, quiero estudiar.” “No sé leer ni escribir, nunca he ido al colegio y trabajo desde que lo recuerdo.” Estas son las palabras de un niño peruano víctima de trabajo infantil, víctima de la violación de sus derechos fundamentales como niño, al disfrute de su infancia, a la educación, a la salud y a desarrollarse como persona. Un niño que es un reflejo patente del incumplimiento del deber más importante del Estado: proteger a sus hijos.
En el mes de la lucha contra el trabajo infantil, tras dos años de pandemia y un duro golpe en la economía mundial, es necesario reflexionar acerca del impacto que ha tenido esta situación global en los niños. Más allá de todos los estragos ya vividos que nos dejó la pandemia, debemos preguntarnos cómo esto ha impactado en su educación, desarrollo y formación acorde a sus derechos humanos.
Según cifras estadísticas del INEI, en el primer trimestre del 2021, el 9,9 % de adolescentes de 14 a 17 años dijo que solamente trabajaba, mientras que el 22,8 % afirmó estar estudiando y trabajando. En contraste al 2020, hay un incremento del 2,7 % de adolescentes que solamente trabajan. Dentro de este porcentaje, destaca el trabajo rural, el cual presenta en nuestro país una tasa casi cuatro veces más alta que en las zonas urbanas. Esto se encuentra en concordancia con la tasa de trabajo infantil, que es mayor entre los niños y adolescentes que viven en pobreza extrema (57.4%). Sin embargo, las apuestas que hacen las familias al arriesgar el futuro de sus hijos les resulta muy poco rentable. Esto porque la contribución económica de estos adolescentes que trabajan para incrementar su ingreso familiar, solo representa el 16.5%.
LAS ALARMANTES CIFRAS DEL TRABAJO INFANTIL
En nuestro país, uno de cada cuatro niños trabaja. A pesar de los diversos esfuerzos que se han realizado, esta cifra no presenta mejoras y, junto a la deserción escolar, solamente ha ido en crecimiento durante los últimos años.
La deserción en la vida de los estudiantes compromete su desarrollo y futuro, generando a su vez un círculo vicioso en las futuras generaciones de niños que dejaron la escuela por trabajar. Por ejemplo, un adolescente que dejó la escuela por trabajar en condiciones y salarios mínimos, debido a sus limitaciones académicas y económicas, es muy probable que forme en su adultez una familia en una situación de necesidad parecida a la suya. De este modo, existe un alto riesgo de que obligue a su descendencia a seguir el círculo y trabajar dejando la escuela por su situación precaria familiar. Esto se hace más evidente en un contexto de ligero crecimiento económico en el país, el cual, sin embargo, no va de la mano con la reducción del trabajo infantil.
Almudena Olaguibel, especialista de políticas de Infancia en UNICEF, señala que “la mayoría de los niños que trabajan en condiciones penosas, lo hacen en el sector de la agricultura (59%), mientras que el 11% lo hace en el sector de la industria (talleres, minas, canteras y en la construcción)”. Sin embargo, estos datos estadísticos solo corresponden a actividades permitidas, las cuales, debido a la informalidad masiva existente en sectores legales, son un espacio propicio para el trabajo infantil.
LA OTRA PANDEMIA
La pandemia del Covid-19 ha incrementado las cifras del desempleo y los trabajos informales. Según datos de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO), en el segundo trimestre del 2020, la población ocupada disminuyó en más de 6 millones de personas en lo que se refiere al 2019. Asimismo, la pandemia ha llevado al cierre de los negocios, la reducción de los salarios y, en muchos casos, la muerte de los progenitores que funcionaban como los principales aportantes en la economía familiar. De esta manera, se ha generado una serie de situaciones que han agudizado la crisis económica, tanto en el país como a nivel global.
Según las estimaciones realizadas por UNICEF, debido a la pandemia, 1.2 millones de menores de edad caerían en la pobreza en 2022. Los hogares rurales serían los más afectados, ya que la pobreza se incrementaría a 62.3% en estos últimos dos años. Esta consecuencia de la pandemia estaría llevando a niñas, niños y adolescentes a ser víctimas de trabajo infantil, desarrollando actividades con fines económicos que ponen en riesgo su vida e integridad.
Según un estudio de UNICEF y la Organización Internacional del Trabajo, tras el impacto de la pandemia del COVID-19, el número de niños en situación de trabajo infantil podría aumentar en 8.9 millones para finales del 2022, a nivel mundial. Por ello, se deben tomar medidas de mitigación urgentes para volver a alcanzar progresos en la lucha contra el trabajo infantil, en concordancia con los compromisos y objetivos mundiales.
UN COMPROMISO DE TODOS
El eje del compromiso de la lucha contra el trabajo infantil se basa en la eficacia de las legislaciones nacionales y de los mecanismos de observancia establecidos en los Pactos Internacionales, La Carta Internacional de Derechos Humanos y los tratados Internacionales de derechos humanos. Estos establecen las obligaciones que deben cumplir los Estados que son parte de estos tratados internacionales. De esta manera, el Estado asume deberes y obligaciones en virtud del derecho internacional y se compromete a respetar, proteger y promover los derechos humanos. Además, adopta las medidas necesarias de acuerdo a las normas preventivas y punitivas que se rigen en su legislación, compatibles con los deberes y obligaciones inherentes a esos tratados.
En esta lucha para la erradicación del trabajo infantil, el Gobierno debe dotar a todos los organismos involucrados de recursos para la adecuada detección y seguimiento de control de casos en el país. Así como para el incentivo y apoyo a las estas familias, brindarles la protección social inclusiva para que prosigan con la educación de sus hijos, para que la adversidad económica no sea motivo para llevar a cabo acciones ilegales.
LA EDUCACIÓN ES EL PUNTO DE PARTIDA EN ESTA LUCHA
Para Joaquín Nieto, director de la OIT en España, el desarrollo de políticas de acceso a la educación es una de las mejores formas de combatir el trabajo infantil. “Donde hay un maestro es porque existe una escuela a la que deben asistir los niños y las niñas de ese entorno. Y entonces, los maestros conocen de la asistencia o no a la escuela por parte del menor. Un conocimiento que ayuda a que, si el niño o la niña falta a clase, se pongan en contacto con su familia y se interesen de por qué ha faltado. Una relación que puede descubrir si ese niño está trabajando y, si es así, denunciarlo ante las administraciones sociales para corregir esa situación”.
El aumento de las inversiones económicas para facilitar el desarrollo de las familias en situación de pobreza y pobreza extrema, promueve el crecimiento de la oportunidad laboral y el trabajo decente, y de este modo previene el trabajo infantil, tanto como facilita el acceso a la educación y la posibilidad de un futuro mejor.
Es compromiso de todos nosotros revertir y hacer frente al trabajo infantil e interrumpir el ciclo de pobreza, para que cada vez menos niños, niñas y adolescentes sean privados de serlo, porque el trabajo infantil NO ES UN JUEGO DE NIÑOS.
BIBLIOGRAFÍA:
https://www.un.org/es/events/childrenday/pdf/derechos.pdf
https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/newsroom/news/WCMS_845416/lang–es/index.htm
Informe: “El papel de la protección social en la eliminación del trabajo infantil: Examen de datos empíricos y repercusiones políticas.”
https://www.un.org/es/about-us/udhr/foundation-of-international-human-rights-law