El reto de integrar la sostenibilidad ambiental y la competitividad en el Perú
Por Gonzalo Castro Gárate, alumno de Administración de la Universidad del Pacífico.
No es nuevo escuchar que el Perú es un país biodiverso, pero muchas veces no es evidente el significado que esto tiene en la economía. Según el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), la biodiversidad puede ser una fuente importante de innovación para países en desarrollo en diversas industrias como la farmacéutica y cosmética. Asimismo, indica que la restauración y protección del ambiente promueven la creación de negocios sostenibles rentables. Por otro lado, la destrucción de los ecosistemas de los países representa una amenaza para las condiciones de vida de las personas, lo cual podría traducirse en costos de vida adicionales. Es así como la sostenibilidad ambiental se relaciona con la competitividad tanto a nivel país como a nivel empresarial. Por lo que es importante que el gobierno desarrolle políticas adecuadas que promuevan la sostenibilidad ambiental en el desarrollo competitivo del país.
De acuerdo con el Reporte de Competitividad Global 2018 del WEF, el Perú se encuentra en el puesto 63 de 140 en el ranking, lo cual significa un retroceso de tres posiciones ubicándonos en el sexto lugar en Latinoamérica. Si bien el país destaca en el primer puesto de estabilidad macroeconómica, se encuentra en bajas posiciones en pilares claves para el desarrollo como la adopción de tecnologías de la información (94), dinamismo de negocios (92) e instituciones (90). Este último indicador es clave para que el Perú pueda desarrollar y aplicar políticas de manera efectiva. Según el reporte, las instituciones peruanas son débiles por la poca orientación hacia el futuro del gobierno y por la baja eficiencia del marco legal en regulaciones complejas, entre otros componentes. Esto es preocupante, ya que la integración de sostenibilidad y competitividad requiere justamente de regulaciones complejas y de un gobierno que tenga objetivos a largo plazo.
Es importante destacar que el actual gobierno publicó el año pasado la Política Nacional de Competitividad y Productividad, en la cual plasma nueve objetivos orientados al desarrollo de capital físico, capital económico y eficiencia de mercado e instituciones. De estos, el último objetivo hace referencia a la promoción de la sostenibilidad ambiental en las actividades económicas. Sin embargo, la exministra del Ambiente, Elsa Galarza, indicó en una nota de prensa de la Universidad del Pacífico que “si bien su enfoque es bastante comprensivo en la materia, en los lineamientos de política pública se halla una limitada visión del ambiente, que no representa la potencialidad que debería tener como uno de los tres pilares del desarrollo sostenible”. Por lo que espera que el Plan de Competitividad, que desarrollan equipos técnicos del gobierno siguiendo la política presentada, “sí incluya los temas ambientales en su real dimensión”. El WEF indica que las políticas que crean incentivos para un uso más eficiente de los recursos naturales ‒que reducen los desperdicios y el consumo de energía, y desbloquean oportunidades para la innovación y creación de valor‒ pueden reducir el impacto ambiental a la vez que incrementan la productividad.
En ese sentido, el desarrollo de políticas de sostenibilidad ambiental que vayan de la mano con la mejora de la competitividad del Perú es clave para la preservación de la biodiversidad del país. Es importante que estas tengan un alcance transversal en las diversas actividades económicas y que promuevan el adecuado uso de los recursos naturales como fuente de creación de valor, así como la reducción de las externalidades negativas sobre el medioambiente. Para que los planteamientos de las políticas públicas se puedan materializar, las instituciones del Perú deben fortalecerse. Es un gran reto para el gobierno poder integrar estos dos ejes, pues debe enfrentarse a la percepción de que la búsqueda de la sostenibilidad ambiental es una limitante para la productividad, cuando en realidad es una forma eficiente de generación de valor.