Financiamiento formal, privado y estatal
El financiamiento estatal de partidos políticos debe continuar, nadie lo niega. Pero el financiamiento estatal “puro” de partidos políticos (lo llamaremos en este artículo FEPP) ya no es sostenible.
Este sistema único fue instalado por un sector que ha venido promoviendo también una ideología moralista y estatista que de forma no tan sutil esconde un sentimiento anti empresa. El FEPP se justificó en las inaceptables conductas de compañías como Odebrecht, que trajo su modelo corrupto de Brasil y del Partido de los Trabajadores de Lula da Silva, pero como siempre, en la exageración de una solución está la raíz del siguiente problema.
Este sector promotor del FEPP está compuesto de académicos que han ganado jugosas rentas del sistema electoral peruano y que, irónicamente, viven del mundo académico, financiado por los miles de empresarios y emprendedores peruanos que les pagan el sueldo a través de las mensualidades de sus hijos universitarios o a través de sus propios estudios de postgrado.
Este FEPP supuestamente sería mas “moral” porque el Estado supuestamente no tiene intereses. Pero sabemos muy bien que estos supuestos son falsos. El Estado Peruano y sus burócratas (como cualquier estado y sus burócratas) tienen tantos intereses particulares como los empresarios, y están vinculados a mantener sus privilegios, sostener su poder político, y consolidar un status en el que nadie los pueda tocar.
Además, el Estado y sus burócratas -está comprobado salvo contadas excepciones- nunca serán capaces de usar el dinero mejor que los privados. Y en este sentido, tampoco tendrían porqué usarlo correctamente para construir un sistema electoral idóneo. Si prima en ellos un ánimo estatista y además ganan del Estado a través de jugosas consultorías, ¿por qué tendrían incentivos para plantear cambios radicales en el status quo?
El empresario privado formal, en cambio, que siente esta crisis económica y social que lleva años, probablemente tenga mejores incentivos para buscar y financiar un buen candidato. El empresario formal peruano, grande, mediano, pequeño, es el motor de la economía y tanto el aparato productivo como el estatal viven y se movilizan gracias a los impuestos que paga. Él es quien de verdad quiere cambiar las cosas.
Así, hemos pensando al revés. Nos empujaron a pensar al revés. El financiamiento privado formal (lo llamaremos FPF a partir de ahora) de partidos políticos y sus campañas electorales debe incorporarse de inmediato en el sistema electoral. Con un sistema de topes, a través de fideicomisos, obras por impuestos, o simplemente permitiendo que cada ciudadano ponga su dinero en un partido que responsa a su ideología o creencias.
El FPF garantiza dos efectos: el primero, como mencioné anteriormente, que el empresario influya en los partidos políticos y por lo tanto, que logre que estos se alineen a una visión de desarrollo económico, libertad de mercado, estado de derecho y orden, tan necesaria hoy en nuestro país, y que nuestros políticos no tienen ni tendrán por sí solos. El empresario no tiene por qué sentir ningún complejo en este asunto. Tiene el mismo derecho que burócratas y académicos en influir transparentemente en la política.
El segundo efecto: sustituye el financiamiento ilegal e informal que hoy notoriamente sostiene una gran cantidad de autoridades locales, regionales y congresistas de un nivel educativo, moral y profesional paupérrimo pero que tuvieron y tienen una espalda económica tremenda, fruto de la minería ilegal y el narcotráfico principalmente.
Si el empresario formal puede financiar campañas y partidos a través de mecanismos inteligentes que eviten que luego haya algún tipo de “pago” de favores o “tratamientos especiales”, la economía ilegal no será tan atractiva y probablemente tendremos mejores ciudadanos intentando participar en política porque sabrán que existe financiamiento limpio y formal a la mano.
Mientras atravesamos una situación crítica como país, de mediocridad, precariedad de las instituciones, corrupción, parálisis de la burocracia, ataques a la inversión privada, engrosamiento del Estado (aunque no sirve al ciudadano con bienes públicos de calidad), es momento de tomar medidas radicales, de realizar cambios radicales, y uno de ellos es incorporar el financiamiento privado de partidos políticos y sus campañas electorales de inmediato.