El populismo arzobispal de Carlos Castillo
Llevar a las autoridades religiosas, especialmente a las católicas, a la arena política, no es algo inusual, sobretodo cuando plantean sus posturas frente a temas de debate nacional sin ningún temor o reparo. Como autoridades que toman decisiones que afectan a millones de personas, y dado que se dan el gusto de opinar sobre asuntos públicos, están sujetas casi al mismo escrutinio que el de una autoridad estatal (hasta dineros públicos usan).
Con esta licencia y bajo esta lupa vamos a analizar el proceder del arzobispo de Lima, el ciudadano Carlos Castillo, sobre un tema de interés público: el uso del Palacio Arzobispal ubicado en la Plaza de Armas de Lima.
El cardenal Cipriani lo convirtió en un museo hace más de 10 años y trasladó sus oficinas y personal administrativos a otra sede de la Iglesia Católica en Perú, cerca de la Basílica Santa Rosa de Lima. Bueno, hace algunas semanas el actual arzobispo Carlos Castillo decidió cerrar el museo y reconvertirlo en una especie de Palacio de Gobierno. Sus palabras exactas fueron las siguientes:
“Aquí en el Palacio Arzobispal… Que era el lugar de encuentro de todas las pastorales, y que por si acaso les aviso en adelante va a quitarse otra vez el carácter de museo, que nunca ha sido museo, simplemente una etapa así pequeña de 10 años, pero es el palacio de gobierno de la arquidiócesis, en donde todos los grupos van a venir a trabajar y estudiar y a trabajar juntos para poder dirigir la diócesis. El Palacio de la pastoral de la diócesis, para cumplir nuestra misión, que nos encarga el Señor…”
Veamos. Hay varios argumentos en contra de esta decisión, argumentos que esgrimo como contribuyente y también como católico.
1. La Iglesia Católica tiene una serie de políticas para el uso de sus bienes culturales y la entidad eclesial responsable de estas es la Comisión Pontificia para los Bienes Culturales de la Iglesia. Esta comisión, en el año 2001, emitió una carta circular sobre los museos eclesiásticos que contiene una frase (entre muchas otras que podría citar) que pongo en primer lugar por su relevancia:
“El museo eclesiástico necesariamente debe integrarse en el ámbito de las actividades pastorales, con el cometido de reflejar la vida eclesial por medio de un acercamiento global al patrimonio histórico-artístico”.
Esta cita es tremenda porque va absolutamente en contra de esa mirada peyorativa que tiene el arzobispo Castillo sobre el museo del Palacio Arzobispal. Para Castillo el museo choca con la pastoral, no tiene nada que ver con ella, y lo considera una “pequeña etapa”, algo así como un exabrupto, un error. El punto es que para la Iglesia Católica, en su sabiduría de mas de 2000 años, un museo eclesiástico es una herramienta pastoral, apostólica, evangelizadora.
2. Hoy el Centro de Lima se viene convirtiendo en un espacio turístico cada vez más atractivo. Las decenas de casonas y palacetes que tiene se van poniendo en valor y atraen no solo a turistas extranjeros, sino a turistas limeños, nacionales, a estudiantes de colegios, universitarios, que vuelven a contar con un casco histórico limpio y seguro, poco a poco. Convertir el Palacio Arzobispal en un ministerio o “palacio de gobierno” va en contra de esta tendencia pero además en contra de su misma arquitectura, ubicación y potencial como espacio que la misma Iglesia puede aprovechar, como mencionamos en el primer punto, para ser reconocida, revalorizada y comprendida como institución histórica del país.
3. El concepto de “pastoral” que el arzobispo usa es extraño. La actividad pastoral se basa esencialmente en salir al encuentro de los feligreses, de los jóvenes, de los creyentes. Traer a los equipos de pastoral al centro de Lima en una ciudad de 11 millones de habitantes, con un tráfico insoportable y distancias enormes, es de las decisiones menos pastorales que he visto en mi vida, y lo más desconsiderado que se puede hacer frente a agentes pastorales que no tienen dinero, ni auto ni medios de transporte adecuados. ¿Imaginan viniendo a la plaza de armas a los equipos pastorales de Chorrillos, La Molina, Manchay, Cieneguilla? Dios…
4. La Iglesia Católica tiene decenas de locales en cada distrito de Lima. Podría usar cualquiera. ¿Saben cuáles son algunos de estos locales, solo para empezar? Las parroquias. Y en ellas el arzobispo podría trabajar y salir de su aparente status “presidencial” para reunirse con sus equipos de pastoral de forma descentralizada, yendo él al campo y no trayendo a la gente a donde a él le acomoda, a su “palacio de gobierno”. No necesita este espacio.
5. El uso del Palacio Arzobispal ya no depende netamente de él. Habría que pedir la opinión del Ministerio de Cultura al respecto. No soy partidario de la intervención de esta entidad estatal en muchos aspectos, especialmente cuando se mete en asuntos de inversión privada sin entender ni una pizca de la misma. Pero en este caso no hablamos de algo primordialmente lucrativo, hablamos de un espacio que genera valor para niños, jóvenes, familias e incluso para los mismos católicos. Ese Palacio es un recinto histórico, cultural, educativo, no es un ministerio.
6. Se ponen en riesgo decenas de piezas de arte invaluables. Habría que analizar cuidadosamente que está haciendo con todas las obras y piezas artísticas del Palacio. ¿Quién está vigilando su manipulación? ¿Se quedará todo ahí en medio de mucha gente transitando para hacer trámites o reuniones? ¿A dónde se van a llevar las piezas? ¿Quién garantiza que no se maltraten o se roben?
7. Esto de que el Palacio Arzobispal es un palacio de gobierno suena tan jerárquico, centralista, tradicional, rancio, que llama la atención de un arzobispo que supuestamente está comprometido con las causas sociales, las de aquellos que no están en “el centro”, sino en las periferias. Una decisión así no guarda consonancia con su narrativa. ¿Cuál es el verdadero arzobispo? ¿El que se preocupa por el pueblo católico y sale a su encuentro? ¿O el que quiere tener un palacio de gobierno en una de las zonas más hacinadas de Lima Metropolitana? ¿Su narrativa es puro populismo? ¿No habrá detrás de esta decisión alguna especie de revancha, venganza, o toma de postura frente a la gestión anterior tan ideológicamente distinta a la suya?
No lo sabemos y no importa. El punto está en que la decisión del arzobispo es pésima, incoherente, va en contra de cualquier principio católico (universal) y en contra del bien de la ciudad y de la gente. Da mucha pena. Seguro termina haciendo lo que le da la gana, como cualquier autoridad semi absolutista y feudal, pero siempre es bueno evidenciar estos casos para que católicos y contribuyentes sepan qué es lo que hacen sus líderes.
Lima tiene que seguir mejorando, creciendo, convirtiéndose en una ciudad atractiva, segura, cultural, con inversión privada, y la Iglesia Católica tiene muchísimo que aportar en esto por su arquitectura, su historia, sus obras de arte, para su propio bien y el de todos. Obviamente el arzobispo no entiende nada. No se entera de esto.