Vida pequeña, vida grande
Mientras la convivencia entre seres humanos a nivel mundial se vuelve tan compleja, que empieza peligrosamente a simplificarse e integrarse gracias a la tecnología y al progresismo globalista, promovido por una elite cada vez más visible, resulta que a nuestras existencias individuales no les pasa ni nunca les pasará lo mismo.
La vida de cada ser humano es y será siempre un universo de entramados, recovecos y enredos, felices o tristes, profundos o superficiales, inmediatos o sostenidos en el tiempo. Tenemos una vida tan corta y tan pequeña si nos ubicamos en el universo, pero a la vez tan grande y trascendente si nos observamos por dentro, que sin ninguna audacia podríamos decir que somos 7000 millones de micro universos caminando por el mundo, todos los días.
Y mientras caminamos, hay momentos en los que se nos pide, la realidad nos pide, prestar atención no tanto a lo que pasa dentro de nosotros, sino más bien a los “otros”. Hoy podría estar triste y preocupado por muchas cosas: mi vida afectiva, mi trabajo, mi economía, mis hijos, mis relaciones personales… Pero no puedo, no debo.
Hoy, y desde hace varios meses en Perú, mi atención no puede estar en mí. Es decir, puede, pero no debe. Ayer murió una niña en Tumbes debido a un sismo de casi 7 grados; hace unas horas, una mujer fue arrastrada por un huayco en Jicamarca; y en los últimos días más de 9400 peruanos lo han perdido todo o casi todo, y más de 27 mil viviendas han sido afectadas por Yaku y su sorpresiva visita.
¿Cómo ser narcisos, engreídos o egoístas para estar pendientes de nuestros menudos problemas cuando literalmente hay compatriotas que despertaron un día sin absolutamente nada? Me dirán que cada uno “siente” sus problemas a su modo y que lo que a mí me parece superficial puede no serlo para quien lo sufre, pero no, no es así. Hay grados objetivos de pérdida, drama y dolor.
Me dirán que nadie tiene por qué compararse con personas que sufren más porque entonces todos viviríamos en un constante sufrimiento colectivo, pero no, no es así. La humanidad es una especie inteligente, libre y consciente justamente para alegrase colectivamente y sufrir colectivamente. De esta forma, goza con el bien y lo busca, y sufre con el mal y lo rechaza.
Vivimos 80, 90, 100, 110 años y estos números no son nada. Son un suspiro. Una nada. Cuando tienes 10, 15 o 20 años, la vida parece larga y duradera, infinita. Cuando pasas los 30 o los 40 ya no debería parecerte larga, ya no deberías pensar que siempre tendrás un mañana. Cuando pasas cierta edad deberías entender que tu vida es una nada, es una vida chica, en la que no puedes preocuparte por tonterías, y que cada cosa que haces, cada decisión que tomas, cada cosa que dejas de hacer, cada experiencia que decides vivir es muy grande, muy, muy grande.
Hoy, ser grande en Perú, significa comprometerse, ayudar, pensar, reflexionar, sentir y actuar por el Bien Común. Hoy, ser grande en Perú, significa mirar más arriba, escapar de nuestras nimias y fugaces búsquedas de placer inmediato y de corta vida. Hoy, ser grande en Perú, significa pasarla un poco mal, sudar, cansarte, renunciar, dar tu tiempo, dárselo a otros, porque solo así podremos tener un mejor mañana. Si hoy no pagamos el precio de la incómoda generosidad hacia los demás, mañana seguiremos viviendo en esta estable situación de polarización, desintegración e inconsciencia. Saquemos lo mejor de lo peor.