La izquierda peruana no puede tolerar esto...
Los políticos en general, pero la izquierda peruana y latinoamericana en particular, son expertos en vender poesía, luego fracasar en lo que emprenden, y posteriormente culpar a otros de su fracaso o desaparecer un tiempo para que se olvide. Y así debe ser: viven del poder y lo buscan constantemente.
José Domingo Pérez acaba de presentar una acusación formal contra la exalcaldesa Susana Villarán por los delitos de asociación ilícita, colusión, lavado de activos y otros por el caso Lava Jato. Pide 29 años de cárcel en su contra. Como Villarán, Lula, Dilma, Bachelet, Fernández, Evo, Humala, Correa y otros varios líderes políticos, son excelentes ejemplos de enormes fracasos políticos que siguen ahí, sobreviviendo en el escenario regional como ídolos de barro…
¿Pero cómo sobreviven? Al ser obligatorio rescatarlos o colocarlos como adornos en un lugar aceptable en la historia, nuestra “izquierda” también se volvió experta en buscar recursos comunicacionales para este fin.
Veamos lo que ocurre con el presidente Castillo. Si retrocedemos en el tiempo, constatamos que antes de que fuera elegido mandatario, muchos líderes progresistas y de izquierda “pujaron” activamente para que ganara las elecciones. Suele ocurrir que en campaña es fácil quitarnos la máscara.
Hoy, las cosas han cambiado, y muchos de estos guerreros que tomaron partido por el actual presidente, o están desaparecidos o asumen una actitud indiferente o cómplice. Castillo sigue siendo presidente en parte por esto. Quienes lo apoyaron fanáticamente, hoy buscan diluir su fracaso o sacar cuerpo del veneno que le inocularon al país en un ridículo sombrero.
Es necesario añadir por supuesto que, como suele ocurrir en la región, Castillo, al ser del pueblo y de izquierda, se sostiene también con el respaldo de un veinte o veinticinco por ciento duro que se identifica ideológica, emocional o culturalmente con él.
Así, estos dos factores -complicidad e identificación ideológica y emocional- influyen en el hecho de que sea casi imposible rebelarnos en la calle contra su status, a pesar de la abundancia de evidencias que lo ponen en el peor lugar de nuestra historia republicana.
Pedro Castillo superó notoriamente a sus predecesores en el nivel de copamiento de la burocracia con paisanos, clientes y afines; en la cantidad de familiares involucrados en escándalos de corrupción; en el número de dichos escándalos, en el de investigaciones o acusaciones en su contra, en el de cambio de ministros, en el de exabruptos de ignorancia, populismo y autoritarismo; y en el de designación de funcionarios incapaces de formar parte de la alta dirección del Estado. Castillo ha sido y es un éxito fracasando, o mejor dicho, es un éxito destruyendo nuestra institucionalidad. Es un hombre record en este sentido.
Y es justamente por esto, por ser probablemente el peor presidente de la historia, que la izquierda de Pando, Barranco, Chacarilla y Miraflores tiene que, a como de lugar, buscar una fórmula creativa para desmarcarse de él o diluir su culpa, y esta vez lo quiere conseguir con dos estrategias muy claras: primero, acercar lo más posible a Castillo a la derecha o a Keiko, y segundo, soltar el gas de que las investigaciones fiscales están siendo politizadas o que hay una lucha entre poderes del Estado.
Al decir que Castillo es de derecha y tomar cualquier evento, frase o mosca al vuelo, para supuestamente comprobarlo, voltean la tortilla, apelan a la vieja conocida (Keiko) y creen que aseguran su supervivencia ideológica para las elecciones del 2026. Castillo no es de izquierda, quieran instalar en el ambiente. Y si no vinculan a Castillo con Alberto o Keiko Fujimori, por lo menos atacan al congreso o a quien pueden, tildándolo de fujimorista o derechista. Es una técnica de distracción simple pero efectiva.
Al insinuar que hay una lucha de poderes entre “Fiscalía” y “Palacio de Gobierno” o decir que las investigaciones están “politizadas”, diluyen la gravedad de los escándalos que rodean al presidente, le dan un toque sofisticado al tema, lo vuelven “teórico”, desvían la atención, ponen el foco en “el poder” para enfrentar a dos actores, como si estos fueran enfrentables, como si estuviéramos en la facultad de Ciencias Sociales de la PUCP.
Estos dos trucos son insostenibles pero atractivos. Los hechos y la realidad, por su parte, nos dicen lo siguiente: hay una enorme cantidad de indicios, evidencias, testimonios, señales, fotos, audios y otras potenciales pruebas de que alrededor del presidente y con el presidente incluido, en menos de un año, una mafia de informales, golondrinos, familiares, amigos o individuos cercanos a él, vienen robando de la forma más burda, vulgar y descarada que jamás hayamos visto.
Por ello, debemos estar atentos a estas narrativas o trucos, porque tienen una intencionalidad clara: o servir por plata al poder de turno (analistas “neutrales”), o sobrevivir para volver a posicionarse en la campaña 2026 sin ningún ánimo de arrepentimiento o renovación (Progresismo e izquierda de farándula). La izquierda honesta y comprometida, esa que se cree su ideal socialista, no debería tolerar esto.
Castillo no es una víctima de una lucha de poderes con la Fiscalía. Castillo no es de derecha ni es fujimorista. Si Cerrón dice que podría coincidir con Fuerza Popular, no significa que ya nos gobiernen en alianza. No, queridos lectores.
Castillo es un sospechoso, casi culpable. Castillo es un sindicalista directa e intensamente vinculado a Sendero Luminoso, al Narcotráfico, a la ideología socialista, populista, estatista, intervencionista que caracteriza a la izquierda peruana y latinoamericana. Castillo es un experto en motines y sedición. Castillo no es ni tonto, ni ingenuo, ni pobrecito. Y repito, la izquierda sincera y democrática no puede tolerar esto.