De baños neutros y baños escolares
El debate sobre los baños neutros en el Congreso nos dejó dos enseñanzas: cada vez es más probable que los organismos multilaterales quieran imponer condiciones ideológicas a sus países miembros, sin importar si estas son eficientes o tienen sentido; nuestro Congreso se enfoca en asuntos nimios y es un reflejo muy honesto de la ciudadanía peruana: tradicional, religiosa, conservadora en su mayoría. No opinaré sobre el fondo de la materia pero ahí está planteado el problema y la postura de ambas partes parece respetable.
El profe Gareca se va y cuando uno se entera de por qué se va, no puede más que sonrojarse. Lo fueron a buscar nuestros directivos para decirle (ni siquiera cara a cara) que se quede, pero le querían quitar un 40% de sus honorarios. Gareca tenía un proyecto de reforma del fútbol peruano a largo plazo y su liderazgo vale lo que vale. Pero no, así como nuestro Congreso es un reflejo de nuestro pueblo, la Federación Peruana de Fútbol (FPF) aún es un reflejo de nuestra actitud inmediatista, esa que nos pasa factura todos los días cuando salimos a la calle…
Y si avanzamos en el diagnóstico, el Congreso y la Federación Peruana de Fútbol son un mero resfrío. Hoy tenemos probablemente al cáncer y al sida juntos encarnados en el peor presidente de la historia. Nunca ningún presidente tuvo 230 conflictos activos en menos de un año, 13 investigaciones fiscales abiertas de las cuales 3 son específicamente contra él. 57 cambios ministeriales… Con Castillo, la informalidad creció, el empleó cayó aunque deberíamos estar en rebote, los fertilizantes no llegan (llegarán tarde, en octubre), y el precio del pollo, el aceite, la leche, la gasolina y el arroz solo confirman que lo que el sindicalista logró es todo lo contrario de lo que propuso: en vez de tener menos pobres en un país rico, tenemos más pobres en un país cada vez más pobre también.
Congreso, directivos deportivos, Castillo. Así se vayan todos, la cosa no mejora. En octubre y noviembre elegiremos a nuestros nuevos alcaldes, gobernadores regionales y autoridades de centros poblados. En ellos recae el 50% del presupuesto del Estado y de ellos dependen cientos de miles de funcionarios. El slogan “que se vayan todos” es un mito. No se van todos, se quedan casi todos y siguen siendo igual de corruptos. Las elecciones de octubre son más importantes de lo que pensamos, justamente por eso. Castillo y el Congreso son la mitad del problema, no todo el problema.
Pero vamos más al fondo aún. Castillo, su familia, Cerrón, las mafias en el Ejecutivo, Vizcarra, Keiko, congresistas populistas, fútbol peruano, rondas caza brujas, autoridades locales corruptas, empresarios egoístas y mercantilistas, líderes “creídos” y prepotentes… ¿Tenemos acaso alguna salida?
Personalmente creo que la única salida que tiene este país está en la educación básica regular. Para poder salir de esta mediocre informalidad en la que estamos estancados hace décadas, tenemos que invertir al menos 20 años en un modelo educativo de consenso, simple, estable y permanente que implique tres componentes ineludibles, a mi humilde parecer:
1. Educación para el trabajo y la competencia. Necesitamos educar a nuestros niños y niñas, desde que son muy pequeños a trabajar, ahorrar, ganar, competir y emprender. Para ello debemos enseñarles valores objetivos, no relativos, como la disciplina, el esfuerzo, la actitud crítica, la innovación y valentía para competir, perder, levantarse y volver a competir. Educación financiera, educación para el ahorro, educación sobre qué es una empresa, por qué es bueno crearla, desarrollarla y protegerla, propiedad privada y libertad económica deben ser parte vital de nuestro currículo educativo. Hoy no existen ni por asomo, ni en la educación estatal ni en la privada.
2. Educación para la convivencia pacífica. Necesitamos un consenso muy básico en este tema. No volveremos a tener un país católico hispanista, pero tampoco tenemos por qué aceptar todos los enfoques y valores progresistas. Para poder salir de esta aguda polarización que nadie aborda, debemos ir a lo esencial: nuestros niños deben saber que su libertad termina cuando empieza la del otro, que la mejor forma de vivir en paz es siguiendo la regla de oro: “haz con los demás lo que quieren que hagan contigo”, que no se debe robar, matar, coimear, insultar, agredir; que el bien público es el bien de todos y por ello de cada uno. Se puede construir un currículo cívico de base que no tenga que ir al extremo progresista ni estancarse en el miedo patológico conservador.
3. Educación con autoestima histórico. Y aquí me pienso explayar un poco más. Dado que no existen políticos perfectos pero los necesitamos, tenemos que elegir a lo mejor de lo que tenemos. Si destruimos a todos nuestros políticos y líderes de hoy y del pasado, destruimos nuestra propia autoestima y autopercepción, porque nuestros líderes son el reflejo de lo que somos. Además, destruimos oportunidades de esperanza dado que muchos de nuestros líderes, sin ser perfectos, son capaces de hacer las cosas de una mejor forma.
Es común ver en otros países (especialmente en aquellos desarrollados), calles, carreteras, buques y puentes que tienen nombres de políticos, presidentes, gobernadores y congresistas del pasado. Aquí es rarísimo. Los destruimos uno a uno, sin misericordia ni comprensión, gracias a una visión académica socialista de la historia.
Este socialismo histórico (desarrollado en las principales universidades peruanas) tenía que destruir a todos los políticos del pasado para poder colocar en nosotros la inferencia de que solo una nueva casta de políticos socialistas sería buena, a diferencia de todos los oligarcas de apellido, liberales, conservadores o de derecha, que nos habían gobernado. El socialismo histórico en Perú fue realmente la gran estafa. Aún no medimos las consecuencias de su impacto tóxico y destructivo. Nos dejó sin amor propio. Nos dejó sin perdón. Nos quitó -hasta ahora inclusive- la posibilidad de tener una mirada reconciliada de nuestra historia (algo que necesitamos tanto en nuestra vida individual como en nuestra vida como nación).
Nuestros líderes educativos tienen que “ver” esta estafa de 50 años, entenderla, y cambiar de paradigmas, aprender a valorar lo bueno de TODOS nuestros líderes de hoy y del pasado. Esto es nuclear para que nuestros niños crezcan con una visión más feliz, reconciliada y optimista de su patria. Nosotros ya perdimos esta oportunidad.
Si a esto le sumamos una mejor infraestructura educativa (mejores baños, luz, agua, internet y equipos adecuados) , un mejor trato a los buenos profesores (salarios vinculados a mérito), y un sistema de expulsión de malos profesores (evaluaciones de verdad y des-sindicalización del profesorado estatal), algo de esperanza nos queda. Algo. Pero primero van las ideas, luego los baños. No olviden esto.