¿Y si gana Keiko?
Empresario 1. Es lo mejor que podría pasar, ya después vemos si hay reformas o no. Mejor que no haya muchos cambios. Al contrario, a seguir haciendo plata que estos dos años han sido muy fríos.
Empresario 2. El que tiene que cambiar es el Estado, ahí están todos los problemas, no en el mercado. ¿A qué te refieres? ¿Qué tendría que cambiar? No empieces a generar dudas sobre la empresa, no te voltees.
Empresario 3. Tenemos que hacer todo lo posible para cambiar las cosas que deben cambiar. Si no apuramos las reformas pendientes, los dos de la mano, Estado y empresa, en el 2025 será lo mismo: otra propuesta radical nos tendrá del cuello en las elecciones.
Estas son, literalmente, las palabras de tres empresarios distintos. Yo coincido con el tercero, evidentemente.
En los últimos días, la idea de que Keiko podría ganar se torna no solo verosímil sino probable. Y esto influye desde ya en el tipo de cambio, el valor de las acciones, el ánimo empresarial y el nacimiento de una leve sonrisa en muchos peruanos honestos que, con legítima razón, estaban muy preocupados.
Pero el punto de esta nota es el siguiente: qué rápido nos queremos acomodar como los empresarios 1 y 2. En general, nos pasa a todos los seres humanos. La sensación de tranquilidad que nos genera un placebo (en este caso, una potencial victoria de Keiko) nos relaja, e intentamos olvidar nuestra verdadera situación, nuestras enfermedades crónicas, lo mal que estamos interiormente, el virus que nos carcome como sociedad, no de manera general pero sí en varios órganos vitales.
Esto no termina el 6 de junio. Si gana Keiko, además de las reformas políticas pendientes de realización e implementación (representación electoral, bicameralidad, regulación de vacancia y cierre del congreso, financiamiento de partidos políticos, sistema de justicia, descentralización, tamaño del estado y carrera pública, ley de municipalidades), tendremos en cola una interesante lista de reformas económicas (sistema financiero, concentración del mercado, sistema tributario, legislación laboral, ley del canon, tratamiento a las micro y pequeñas empresas, inversión en infraestructura, conectividad y telecomunicaciones), y otra de reformas sociales (salud, educación, sistema de pensiones, libertades civiles, focalización y eficiencia de programas sociales). Y me quedo muy corto porque escribo esta nota con las primeras intuiciones luego de una seguidilla de encuestas repletas de placebo.
¿Qué ocurre si Keiko se convierte en otro piloto automático? ¿Qué ocurre si pierde de vista que el país necesita realmente un nuevo pacto social por los más pobres? ¿Qué ocurre si no reformamos la formalidad y continuamos divididos en dos grupos, uno minoritario que paga la cuenta, y otro enorme que no participa del sistema? ¿Qué ocurre si el lobby estatal (sindical) y privado (gremial o no gremial) nos dejan congelados en este status quo insostenible? Si Empresa y Estado no son proactivos en la tarea de reformarse a sí mismos y renunciar a privilegios adquiridos, el tic tac de la bomba seguirá corriendo. Tic tac. Tic tac. Tic tac.
Que no se me malentienda. La burocracia estatal, su servicio civil, la sobre-regulación que brota a borbotones desde el estado, su planilla grasosa e inútil, el enquistamiento de contratados y sindicatos, la falta de capacidad de autoridades locales, el malgasto de nuestro dinero, son los principales males del país. El Estado se ha convertido en un intermediario perverso entre el dinero de los contribuyentes y la provisión de servicios de calidad para todos.
Pero incluso para reformarlo, el sector privado es co-responsable, porque ese urgente ajuste de tuercas en el aparato estatal casi siempre implica su presencia para desatar nudos que entre los dos ataron, a veces no con la mejor de las intenciones.
El empresariado debe comprometerse, además, fortaleciendo el trabajo de centros de pensamiento (institucionales y legítimos) que generan contenido y vocería de forma INDEPENDIENTE, para que la evidencia sea la base de cada reforma, para que el dato mate al relato, para que la prioridad sea el ciudadano, y no los intereses particulares, sectoriales, o los de cierto grupo de tecnócratas o líderes que no se llegan a interesar por los problemas mas graves del Perú, sino por la foto y el premio.
Finalmente, siempre son las mismas empresas y fundaciones las que se involucran en esos problemas esenciales que mencionó líneas arriba. Son ellas las que ya financian legítima y sostenidamente emprendimientos intelectuales a favor de la libertad económica y el estado de derecho.
Y entonces, siempre me pregunto dónde están todos esos empresarios con muchos recursos en una “segunda” o “tercera” fila que viven cómodamente, entran en el juego de la corrupción, son los adalides del mercantilismo, prepotentes y arrogantes, y para colmo no colaboran en nada. Estos empresarios existen y son tan tóxicos o mas aún que los sindicatos, ONGs, colectivos, y grupos subversivos de los cuales el sector privado liberal tanto se queja.
Los evidencio para darles un empujón de modo que pongan de su parte, participen en política con P mayúscula y sean comprometidos a largo plazo, y no solo formen grupos de whatsapp “de campaña” y se la den de analistas políticos, a pocas semanas de la segunda vuelta. Cinco años más de mediocridad solo harán que la bomba explote con mas fuerza en el 2026. Tic tac. Tic tac. Tic tac.