Las falacias del progresismo
A veces me encantaría pensar como la escritora francesa Yourcenar, “Exageráis la hipocresía de los hombres. La mayoría piensa demasiado poco para permitirse el lujo de poder pensar doble”, pero no. El nivel de la élite intelectual peruana es suficiente para que pueda darse el lujo de pensar doble. Tómenlo como un piropo. Les pondré tres ejemplos de este fenómeno.
“Keiko debería decirle a Leopoldo López que no se entrometa, así como se lo dijo a Evo”. Quien está informado adecuadamente sabe quién es López y quien es Morales. Evo Morales es un dictador del mismo nivel que Fujimori (les doy en la yema del gusto): Evo cambió la constitución para quedarse en el poder y lo quiso hacer nuevamente; maltrató a sus propios seguidores, persiguió a líderes indígenas que lo habían apoyado, destruyó la independencia de poderes en Bolivia, se alió con el narcotráfico y financió sus iniciativas con dinero proveniente de la coca, etc.
Leopoldo López fue encarcelado durante mucho tiempo por oponerse activamente a un régimen dictatorial a todas luces, el venezolano. Listo. Entonces, ¿qué problema habría en que Keiko celebre la llegada de López y aborrezca la intromisión de Evo? Ninguno. Estamos hablando de personas totalmente distintas. Evo es un dictador. López, un perseguido político.
“La marcha de ayer fue en carro, eso no es una marcha de verdad”. Ayer hubo gente en auto y gente a pie. La pregunta es, ¿qué tiene de malo hacer una caravana en auto? Nada de malo. Intentar denigrar a quienes usaron su auto para rechazar al terrorismo, sea cual sea la razón para hacerlo, como lo hizo Indira Huilca, es irracional. Pero su intención es evidente. Indira, como sus seguidores y correligionarios, buscan siempre aparecer como moralmente superiores: “si tienes plata, “eres” un símbolo de la desigualdad, y por lo tanto eres cómplice y culpable de la misma”. Similar a la narrativa llena de mentiras del candidato Castillo cuando habla en provincias y nadie lo ve de cerca. “A esos que están detrás de su televisor, de su laptop, vengan aquí a caminar conmigo…”. Qué soberbia.
“La forma en que los “privados” están invirtiendo en paneles, SMS, y campañas es una señal de que deberíamos regular la ley de publicidad electoral”. Estas fueran las increíbles declaraciones explícitas de un tuitero conocido. Pero lo que no considera, extrañamente, es que la libertad del ciudadano no se puede regular.
Si yo fundo una ONG, abro un grupo de whatsapp, lidero una campaña con mi familia, o hago lo que me da la gana con mi dinero o el que recolecto, sin mediación o injerencia de ningún partido político, para apoyar al candidato que me dé la gana (miren las lindas intervenciones con “lapicitos” de estos últimos días en San Isidro), todo esto es absolutamente válido, legal, moral, legítimo.
¿Cuál sería la solución a su inquietud (evidentemente motivada porque le molesta que muchos ciudadanos estén haciendo campaña a favor de Keiko sin ningún vínculo partidario)? ¿Prohibir a los ciudadanos de mostrar sus preferencias políticas? ¿Dejar que la ciudadanía solo sea influenciada por los canales de TV, radio, periódicos y por los influencers en redes sociales? ¿Prohibimos las banderolas en las ventanas, los SMS, los whatsapps?
Decía Aristóteles, en una frase más científica que ética que “no se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto”. Pero debo ser honesto. Aquí en Perú, el progresismo intenta romper esta ley cotidianamente. Y dado que está de moda, sus líderes liberan sus falacias y errores intelectuales, con comodidad, dignidad y hasta cierta prepotencia.
Esto puede generarte cólera pero trata de verlo como algo divertido. Divertirte un poco fue la intención del post del día de hoy. Por lo demás, voten por quien sea, hagan lo que quieran, y no dejen que nadie les imponga a un estado burocrático que se meta en sus vidas, ni por mercantilismo, ni por socialismo, ni por populismo. Tanto estado como sea necesario (el mínimo casi siempre) y tanta ciudadanía, sociedad, o mercado como sea posible.