Reflexiones a vuelo libre
Se llama vuelo libre a aquél que no requiere de un motor o dispositivo, sino que aprovecha su propia aerodinámica para sostenerse. Vamos a volar un rato libremente con algunas reflexiones bien intencionadas.
1. Hace 2 años que veo surgir colectivos de jóvenes (y no tan jóvenes) que se organizan para defender la libertad en sus diversas formas. Algunos se juntan para escribir, otros para dialogar, otros para alzar su voz en redes, otros quieren formar un partido político. Se enfrentan al socialismo, al estatismo, al intervencionismo, y algunos también al progresismo; a los “caviares”, dicen. En democracia y libertad, todo esto es válido.
Esta efervescencia es positiva. Cada vez que puedo converso con alguno de sus líderes para motivarlos. No es casualidad, además, que la Asociación de Contribuyentes se haya consolidado como uno de estos colectivos dirigiendo los reflectores y la rebeldía hacia la burocracia y el abuso de poder del estado. Es nuestro rol. El tono de voz de la Asociación fue de los primeros en romper la insoportable corrección política y diplomacia que caracterizaba un cómodo pero ineficaz “diálogo” entre el empresariado, la ciudadanía y dicha burocracia.
Hoy las cosas cambian, y no porque el diálogo haya mejorado. Cambian porque muchos contribuyentes ya no soportan el abuso. Es en el estado donde se anidan los peores problemas y se cocinan también las peores estrategias. Y el diálogo no mejorará porque una de las partes (la burocracia y los políticos) no quiere ni necesita cambiar, y la otra (el empresariado tradicional y progresista) o habla desde la comodidad, o se muere de miedo de decir la verdad, o se sigue auto-castigando para verse bien frente a las redes sociales.
2. En esta línea, para mí es cada vez más evidente que hay dos generaciones que deben despertar, y una de ellas está destinada a liderar el cambio de inmediato. Y no, no es la generación del bicentenario. No se confundan. La generación del bicentenario, que además no existe como tal, aún lidera muy poco, o nada. Hoy lidera el país una generación entre casi 40 y 50 años, pero le falta consolidarse. Y para ello, los que pasaron los 50 y varios, con todo respeto, deben empezar a dejar la posta. Molesta ver como políticos tradicionales o líderes empresariales empiezan a alabar melosamente a la generación del bicentenario, cuando saben que aún les pagan el sueldo, los mantienen en sus casas y sufren las inestabilidades intelectuales y emocionales propias de su etapa. Me parece válido escuchar sus inquietudes y ayudarlos a crecer, pero las sociedades se construyen sobre tres generaciones, no sobre una ni dos, sino sobre tres generaciones: la generación que sale del poder, la que lo asume, y la que lo asumirá próximamente. Estas tres generaciones deben conversar y trabajar unidas. Hoy, la generación que está por cumplir o cumplió 40 es la llamada a asumir nuevos cargos gremiales, políticos, empresariales y a ser la bisagra sensata y madura entre la generación que se va y la que llegará después.
3. Sigo sin entender por qué Gustavo Valladares, héroe de guerra del ejército caído en el VRAEM hace algunas semanas debido a un ataque terrorista, no tiene un museo en la plaza San Martín, ni obtuvo cientos de titulares, reportajes y videos en redes sociales, mientras que dos jóvenes que apedreaban a la policía para romper el cerco legal que se les había impuesto, y que además tenían antecedentes judiciales (uno había sido condenado por robo agravado, es decir, causando daños físicos en la víctima, y el otro capturado por comercializar drogas) son considerados héroes. Es evidente que no debieron morir y las investigaciones deben aclarar quiénes fueron los responsables. Nadie duda de esto. Sin embargo, de ninguna forma estos dos chicos, sin importar su condición social o económica, pueden representar el sentir de un país. Ellos no pueden ser los héroes de ningún joven, si es que dicho joven se valora a sí mismo, valora al Perú y quiere un futuro distinto. Entonces la conclusión a la que llego, es que debemos madurar nuestras percepciones con respecto a los hechos y no dejarnos llevar por las redes sociales y la prensa, lideradas por personas con intereses a veces más egoístas y particulares que los que critican. Los peruanos siempre hemos sido fáciles para aceptar tendencias por moda y ocultar nuestras opiniones por miedo al qué dirán. Este es un pésimo hábito que debemos romper y romperlo en nuestros hijos.
4. Finalmente, capitalismo consciente. Entiendo perfectamente qué quieren decir con esto y lo valoro, pero no lo puedo aceptar sin que me haga ruido. Estoy de acuerdo con el contenido pero no con la forma ni el momento. Para empezar, si le ponemos un adjetivo así, ¿qué estamos insinuando? ¿De qué forma el capitalismo no es consciente? Y si el capitalismo es inconsciente, ¿de qué sirve ponerle un adjetivo para ocultar su daño congénito? Ejemplo: la violencia siempre es mala. Si un día llego a una conferencia y me invento el término “violencia saludable”, ¿quién me podría creer?
Entonces, con el concepto de capitalismo consciente, nos metemos en un problema. Y no es menor. O queremos que se vea bien, porque nos sentimos culpables; o estamos diciendo entre líneas que es inconsciente y ahora lo queremos volver consciente. El capitalismo es un concepto construido a fines del siglo XIX que carga una serie de bondades y defectos. Como cualquier “ismo” es un modelo que explica una pequeña parte de la realidad, no toda. Es el mejor modelo para generar riqueza y no es ni consciente ni inconsciente, es humano. En la medida que el capitalismo sea aplicado por humanos con valores, será bueno. En la medida en que sea usado por humanos sin valores, será malo. El problema es el ser humano, no el capitalismo.
Se vienen tiempos de claridad, de franqueza, de perder el miedo a la incorrección política. De más está decir que en la historia de la humanidad, transiciones históricas como las que vive el país generalmente desencadenan autoritarismos e intolerancias contra aquellos que no piensan como quienes han impuesto su ideología o pensamiento. Por eso tanto empresario asumiendo ideologías y enfoques de moda. Pero la misma historia también nos muestra que aquellos que no piensan igual constituyen la savia que mantiene viva la libertad de pensamiento y a la larga se convierten en el núcleo que destruye ese autoritarismo y esa intolerancia. Para que lo tengan en cuenta: es mejor tener disidentes e incorrectos que no distinguirnos porque un día nos convertimos todos en borregos o tuvimos que escapar del país.