La urgente tercera vía (peruana)
Según un estudio de DATUM que viene circulando hace muy poco, un 60% de peruanos piensa que la situación económica del país es mala y un 21% que es pésima. En consecuencia, el 44% teme que más empresas quiebren y se despida a más trabajadores; el 55% tiene miedo de que caigamos en una crisis más profunda y el 49% de que la corrupción crezca. Estos son, a primera vista, los temores más relevantes de nuestra población.
En un segundo nivel de análisis, llama positivamente la atención que el 43% identifique al populismo como algo negativo, y que el 27% sea consciente de que si bien resulta “bueno” en el corto plazo, trae consecuencias negativas a la larga. El punto está en que no saben qué es una medida populista (el 72% prefiere el control de precios, el 60% que los bancos sean manejados por el estado y el 79% piensa que tener más empresas estatales ayudaría a bajar los precios ¡!). Por esto, hay que seguir mostrándole a la población cómo se cristaliza el populismo con casos concretos, qué efectos tiene más temprano que tarde, y la campaña electoral nos será muy útil, porque siempre habrá candidatos que nos regalen didácticos ejemplos.
Sin embargo, y avanzando a un tercer nivel, sorprende que, siendo conscientes de lo anterior, los encuestados se muestren a favor en un 57% de reformar la constitución.
Asumiendo la solidez de este estudio, muy disperso a mi parecer en cuanto a su muestra, ¿cómo podrían aprobar algo así si nadie ha planteado razones concretas para hacerlo salvo clichés como que se promulgó en una “dictadura” o que es demasiado “neoliberal”? ¿Cómo conectan que un cambio constitucional significa mejores oportunidades económicas, menos corrupción, y más seguridad, si nadie les ha demostrado que exista tal conexión?
Y es que lo que muchos quieren es un cambio. Queremos un cambio. Pero prestemos atención al dónde. El 59% de encuestados vincula una reforma constitucional a menos pugnas entre presidente y congreso y a más dureza con delincuentes y corruptos. Entonces lo que quieren es sentirse más seguros, no ser engañados y que se acabe el ruido político.
Por eso cae de madura la pregunta de si saben los encuestados que los cambios que anhelan pasan por reformar el estado y no el mercado. ¿Alguien se los dijo? ¿No habrán sido engañados por quienes afirman que estos problemas son culpa de la empresa privada (desde el presidente, pasando por muchos funcionarios, hasta candidatos populistas)? ¿No se aprovecha el anhelo de cambio para construir una narrativa deshonesta?
Miren a Veronika Mendoza. Apunta, sin datos o evidencia, a una mayor intervención del estado en el mercado, al monopolio de los servicios a cargo del estado, a una mayor presión tributaria para quienes tienen más… Y bastan algunos datos de nivel primario para entender que estas medidas no resuelven ninguno de los temores planteados líneas arriba (pérdida de ingresos, trabajo, inseguridad, corrupción). Pero repito, la población quiere un cambio.
Así, antes de llegar a una situación impredecible, tenemos que caminar por una tercera vía, la vía peruana. Y esto no nos es ajeno. Siempre rompemos el molde. Quienes queremos el desarrollo del país desde un enfoque de síntesis y libertad, tenemos varios pendientes.
Primero. NO hay que temerle al cambio. Solo poniéndonos en ese escenario podremos hablarle a la población con sinceridad. El “no” por qué “sí” no sirve. Miren lo que ocurrió con los octógonos. Miren a las AFPs. Miren. Entiendan. Tenemos, eso sí, que convencer con solidez al pueblo de que el principal culpable de la desigualdad y la precariedad de los servicios públicos es el estado, sus funcionarios, nuestros políticos, y que la izquierda anti-empresa quiere capturarlo como un botín, pero no podemos pensar que el status quo es sostenible.
Segundo. Se debe plantear alternativas concretas y bien comunicadas, ya sea para defender esta constitución o renovarla. Debemos decirle al peruano (informal o formal) cómo puede crecer, mejorar y ser más feliz: la disminución de crímenes, violaciones y secuestros se consigue así. La lucha contra la corrupción implica esto. Tener una mejor salud consiste en esto. Ganar más, ahorrar más, tener una mejor pensión, se logra de esta forma. Nunca será suficiente el esfuerzo que hagamos para llegar a todos los estratos sociales, presencialmente, no solo digitalmente.
Tercero. Más allá del volumen en la voz (altísimo en redes sociales, pero no necesariamente representativo), quienes deberían tener un sitio privilegiado en este debate son los contribuyentes, empresarios pequeños, medianos y grandes, porque son ellos quienes sostienen al país. Pero, pequeño detalle, deben unirse. Divididos no lograrán nada.
Entonces, ¿empezamos a construir esta tercera vía peruana o dejamos que la narrativa de candidatos populistas, académicos oportunistas, “líderes” y turbas agresivas en redes sociales, sigan engañando (pero convenciendo) a la ciudadanía con afirmaciones sin sustento?