El precio de la libertad
De la mano y con babero…
“Las clínicas son despiadadas. Los políticos se preocupan por el pueblo. La izquierda peruana tiene la solución a nuestros problemas…”
Sí. Todos sabemos que esto es discutible. Falso diría yo. Y sabemos además que machacarnos con estos juicios tantas semanas viene con una intención camuflada y con mucho dinero de por medio.
¿Quiénes ganan con esta narrativa? ¿Los pacientes del sector privado (5%)? No. ¿Los pacientes del sector estatal (95%)? Menos. Bueno fuera que toda esta dura crítica traiga consigo soluciones (porque malas clínicas y pacientes afectados hay, estamos de acuerdo), pero no es así.
La primera en llevarse algo al bolsillo con esta satanización es esa misma izquierda que planea se expropien o intervengan casi todos los sectores sensibles de la economía. Y no le falta mucho para lograrlo. Está llevando a cabo su plan sistemáticamente, con más dinero del que sospechan (incluso el de algunas empresas cortas de vista que siguen poniéndole publicidad a sus edecanes y voceros).
Ganan los políticos, porque le venden al pueblo el mito de que si se interviene la salud privada, le controlan los precios o la someten, los consumidores recibiremos de todas formas una buena atención, más barata inclusive.
Y aunque no lo crean, un porcentaje de la población más o menos ilustrado, quiere ganar con esto. No le interesa la verdad y menos aún le importa ese 95% de pacientes abandonado, ni las reglas de juego, el respeto a la libertad o la propiedad privada.
Y aquí tocamos fondo. Resulta que tanto la izquierda, nuestros políticos, y hasta nosotros los consumidores mantenemos este discurso extremista, falaz e irracional, sin entender hacia dónde nos llevan de la mano y con babero.
La póliza del presidente…
Con respecto a las clínicas, vamos por partes. Si las dejamos quebrar, el estado nunca podrá darnos un servicio con una calidad y oportunidad semejantes. Esto, porque quienes manejan el sistema estatal de salud son los mismos intervencionistas que se dedicaron años a atacar a la empresa privada pero nunca a mejorar su propio sector. ¿El presidente se atiende en hospitales del SIS o EsSalud? ¿Alguien revisó las condiciones de su contrato? ¿Qué hospital estatal le toca? ¿Y los congresistas? ¿los ministros? ¿los ejecutivos de la alta dirección del estado?
Entonces, aunque me extienda un poco, quisiera darles algunos elementos para que puedan hacerse una idea más ponderada de lo que ocurre.
1. El Perú es un país donde teóricamente ya existe el aseguramiento universal. El estado debería atender al 95% de la población, y el sector privado al 5 por ciento. Pero ojo, este 5% también debería atenderse, cuando lo necesite, en el sistema estatal. Para eso paga impuestos.
¿Saben qué ocurre? Tenemos una enorme población pésimamente atendida por el estado, y un sector privado tan pequeño que no puede bajar sus precios. Así, quienes tienen que atenderse por algo grave ya no pueden pagarle, y requieren del sistema estatal. Ahora, ¿qué les dirán si van a un hospital del Ministerio de Salud o EsSalud teniendo un seguro privado? Nada. Los guiarán a la puerta. Porque aunque paguen su 9% o 30% para recibir esa atención, el estado los discriminará.
2. Si van a una clínica privada con o sin seguro privado, por el contrario, evidentemente pagarán más, pero la atención será mejor. El tema, repito, es que el sistema privado de salud es pequeño y tiene muchos incentivos para cobrar por todo lo que no es esencial: farmacia, equipos, hospitalización, papel higiénico, gorros, batas, sandalias… Sí. Lo hemos vivido. ¿Cuál es su margen de rentabilidad al final del día? Pregúntenselo a él. ¿Son realmente usureros o despiadados? Investiguen bien, sin generalizar.
3. En abril se activó algo que todos los analistas pedían desde hace mucho: el bendito intercambio prestacional público-privado. Pero, adivinen. Se hizo de manera coercitiva, sin convenios ni reglas claras. Y entonces miles de pacientes Covid-19 que el estado debía atender, fueron atendidos por los privados. Similar historia con las pruebas pero no la abordaremos ahora.
¿El estado pagó lo que le correspondía? No. Y volvemos al inicio. ¿Cómo podría una clínica asumir este gasto? ¿O piensan que la enfermera que los atendió y su familia viven de aire? ¿Que el doctor que les salvó la vida también vive de aire? ¿Que la ambulancia se mueve con aire? ¿Que el especialista que les aplicó la prueba no gasta en comida, come aire seguro? ¿Son estos profesionales también usureros y ladrones?
De hecho, las clínicas privadas ya están obligadas a atender pacientes del estado desde hace mucho, gracias a la Ley de Emergencia, y se les debe bastante dinero por eso. Pero con el Covid-19 ha sido diferente. Muchas han gastado cientos de miles de soles en recursos humanos, equipos, medicinas, en una situación nueva, con costos más altos; y el estado no les quiere pagar. Perro muerto se llama, bien muerto, como ese exceso de más del 100% de fallecidos que el MINSA no incluye en sus cifras oficiales.
Y es que la raíz del problema no está en las clínicas. La raíz del problema está en un estado supuestamente asegurador que no asegura a nadie, aun teniendo cada año miles de millones de soles en sus arcas.
El precio de la libertad
Así, las clínicas en tiempos de Covid-19 no han podido vivir de lo que suelen vivir: consultas, farmacia, exámenes, laboratorio, etc. Estos servicios han estado cerrados casi tres meses. Las cirugías por otro lado han sido pocas. Han perdido el 50% de sus ingresos, según fuentes del sector. ¿Errores y mala intención de su parte? Repito, hay que investigar.
Pero volvamos a la pregunta clave: ¿quién gana con esta satanización? ¿Qué hacer frente a esta explícita campaña de odio contra la empresa? Bueno, es momento de que el empresariado pague el precio de la libertad. ¿Y cómo se paga? Saliendo a decir sin miedo (o con miedo, da igual) la verdad. Porque cuando lo haga, se evidenciarán sus errores ciertamente, pero podrá desligarse de aquellos que actuaron con dolo.
El precio de la libertad se paga además denunciando las mentiras de periodistas, políticos e izquierdistas con voz propia. Porque cuando lo haga, aunque al día siguiente sea atacado por la prensa o la burocracia estatal, habrá recuperado su voz como contribuyente.
Cuando el empresariado pague el precio de la libertad, perderá dinero, tendrá que cambiar, deberá sacrificar bastante, abandonará prácticas de relacionamiento basadas en lobistas que tienen ONGs fachada, consultoras, pequeños mercenarios, y directores de empresas internacionales, sí, pero a cambio ganará la fuerza que hoy no tiene, la legitimidad que hoy necesita, y se hará por fin corresponsable del futuro de este complicado país, que es conducido sin escalas a la pobreza y el subdesarrollo que al parecer aún no han probado ni probarán (porque tendrán nuestro dinero) aquellos que orquestan esta dictatorial campaña ideológica.