Valora tu congreso
Varios son testigos de mi preocupación por el bullying que se le viene haciendo al Congreso de la República. Y varios lo son también de como desde hace meses he planteado que hay que quebrar ese proceso poco saludable de chancarlo, evadirlo, o tratar de controlarlo como si fuera un niño raro y maleducado.
Este bullying institucional es crítico. Las encuestas y las redes sociales son la punta del iceberg, la actitud negativa que se percibe en periodistas, analistas, empresarios o líderes gremiales es sugerente. A veces ya ni siquiera maquillan su postura, la sueltan explícitamente: estaríamos mejor sin congreso, que el ejecutivo se encargue de todo.
Pero lo peor es que existen funcionarios del poder ejecutivo que lo plantean. Y este hecho toca un límite que, para variar, los peruanos, siempre estamos dispuestos a transgredir por nuestra pobre cultura institucional y casi inexistente visión de largo plazo.
En la suma, por un lado contamos con un poder que controla el dinero de los contribuyentes, gobierna vía decretos, atrae el interés del empresariado y recibe el apoyo casi absoluto de una prensa relativamente autónoma y una ciudadanía históricamente ligera y paternalista. Del otro, un espacio aparentemente caótico, con reglas que pocos entienden y al que nadie quiere entrar.
Y así sin darnos cuenta, desde hace dos años concentramos y concentramos poder en este presidente, pero hace por lo menos quince que lo hacemos en un poder ejecutivo que incrementa su planilla exponencialmente, regula de manera micropopulista en la base, haciéndole huecos a la libertad económica, y no cuenta con ningún contrapeso en el mismo estado o fuera de él.
Mi propuesta inicial es sencilla. La terapia con el congreso no es ni de choque ni de evasión, es de diálogo. Tenemos que generar un intercambio de ideas y propuestas directo, amigable y de confianza con todos los congresistas, y esto es algo que la Asociación de Contribuyentes del Perú, por ejemplo, viene haciendo hace meses con muy buenos resultados.
Al Congreso se le valora. Al Congreso se le ayuda a generar iniciativas con evidencia. Al Congreso se le plantea espacios de representación, fiscalización y legislación, porque eso es lo que le toca y eso es lo que necesitamos: una institución que genere leyes de calidad, implemente reformas pendientes y ejerza control responsable sobre un poder ejecutivo que ni es el chancón de la clase ni tiene por qué acumular tanto (pero tanto) poder.
Por su parte, los congresistas necesitan entender su condición crítica y que si muchos no cambian su actitud frenética e inmadura, llegará el momento en que ese pueblo que los puso ahí no tendrá ningún problema en abandonarlos cuando lo vuelvan a cerrar, y el país caminará sin paradas hacia un modelo presidencialista informal, sin control, con mucho poder concentrado y ningún contrapeso ciudadano o institucional, botín irresistible para el caudillo astuto.
Llamada de alerta para pensar en el tema y trabajar desde abajo, con transparencia, apertura y de forma sostenida. Valora tu congreso, no sea que después…