Fuera (de) control
El apoyo al gobierno en esta etapa debe ser tan prudente y maduro como la crítica que se le hace. En un contexto de estado de excepción, ciertamente podría parecer “desleal” ir contra la corriente de unidad que vivimos, pero hay algunos límites que no se pueden pasar. Y uno de ellos es el de la intervención sin sustento ni evidencia en la actividad económica a través del control de precios.
Así que, aunque no llegue a aplicarse, me parece una buena ocasión para explicar un poco el tema y reflexionar sobre lo contraproducente que sería implementar una medida así.
¿Qué es el precio? ¿Qué es un precio? Un precio es un número, un monto dinerario que representa el valor de un producto o servicio. Es una señal que se activa. Es una “manifestación visible” que refleja el esfuerzo que dedicó el productor o proveedor, sus expectativas, su abundancia o su escasez, sus miedos, los cambios culturales que atraviesa el mercado, las urgencias, creencias y gustos del ser humano, modas…
En ese sentido, los precios cambian bastante, y por lo tanto, es comprensible que muchos productos hoy no cuesten lo mismo que hace tres semanas, justamente porque estamos en una situación totalmente distinta. El precio es como un termómetro que muestra síntomas. Tratar de modificarlo, distorsionarlo, o tirarlo al piso, no cambia los síntomas.
Antes de la crisis del Covid-19, la cadena productiva (la oferta) funcionaba desde la producción hasta la distribución al consumidor final. Hoy no. Antes de la crisis, el consumo (la demanda), si bien no era boyante, era favorable, la gente no solo tenía el dinero, sino que podía disponer de él para comprar ese bien o servicio que aparecía en su camino. Hoy no. Cuarentena. Parálisis. Aún teniendo el dinero, hoy el consumidor decide guardarlo porque es una época crítica, o migrar su consumo a otros bienes que le parecen más urgentes.
Entonces, si el precio es un reflejo de los avatares o éxitos que viven quienes ofertan, y lo es también de los éxitos o avatares que viven quienes demandan, ¿no sería mejor entender qué está ocurriendo y modificar las condiciones de la oferta y la demanda antes que la señal o el termómetro? Entender el comportamiento de los precios, es entender el comportamiento de la realidad productiva del país. Controlarlos, por lo tanto, significa casi siempre distorsionarla.
Aún así, las variaciones no han sido tan drásticas. No vale la pena tomar una medida tan arcaica y autoritaria cuando existen muchos mecanismos que activar para garantizar que la cadena productiva reciba incentivos adecuados para seguir funcionando, ahora y más adelante.
Si el precio de ciertas legumbres, carnes, frutas, lácteos y artículos de higiene sube por un lapso de tiempo, esto generará que la cadena productiva, la oferta, se vuelva a robustecer con el margen que gane, con lo cual en breve, el precio volverá a controlarse, porque la demanda lo lanzará nuevamente a la baja.
En conclusión, si el gobierno decide controlar o fijar los precios de ciertos productos, lo único que obtendrá será desincentivar la producción y la oferta de los mismos, cortará ese tránsito natural de información que existe entre la realidad del que produce y la realidad de quien consume, y generará pérdidas, escasez y desabastecimiento.
Hace décadas que no caemos en esta trampa, y por eso, ingenuos seres humanos, creemos que hacerlo de nuevo podría traer resultados distintos. Nada más falso. No perdamos el control de esta situación ya difícil, imponiendo un control que no sirve para nada.