2020: cambiar la dirección de la mirada
“Solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”, decía Saint Exupéry. Su frase más conocida. Y la primera conclusión de esta máxima es sencilla: para vivir y hacer algo por ti mismo, por tu familia, por tu país, debes mirar las cosas con profundidad.
Pero el piloto francés tiene otra cita buena, complementaria: “…Para ver claro, basta con cambiar la dirección de la mirada”. ¿La lección? Siempre hay alguien que te quiere imponer la agenda. Tu propia mente se obsesiona con algo. Te nublas. Por eso a veces, no se trata de ponerte lentes, tampoco de alejarte o no del mismo objeto. Tienes que mirar a otra parte, en otra dirección. Y esto es básico para el 2020.
El 2019 estuvo marcado por la agenda política, los escándalos políticos, y las reformas políticas. No nos dejaron mirar a otra parte.
¿Quién nos marcó la agenda? Un aparato conformado por Palacio, una lista inestable de ministros sin posibilidad de trascendencia, un par de asesores de comunicación y estrategia bien pagados, un equipo de fiscales con una cobertura de lujo, buena parte de la gran prensa, algunas encuestadoras y empresas “merca” y por supuesto, un dulcísimo coro de periodistas, académicos y analistas en redes sociales.
Fáciles de alinear todos con algunas llamadas telefónicas, despachos semanales, consejos de ministros, habituales directorios en encuestadoras, medios y canales de televisión, y por supuesto, con el dinero del contribuyente.
Imponer esta agenda, sin embargo, no fue un juego de niños. Para poder distraer a la “opinión pública” haciendo que se enfoque en una sola cosa, no bastaba con hablar y hablar, se tenía que gastar mucho dinero en “gatillar” hechos y eventos, armar reportajes, notas y entrevistas.
Así, en el 2019, Vizcarra cerró el congreso después de pelearse sistemáticamente con sus representantes, metimos preso a un ex-primer ministro, arrestamos en su casa al presidente electo en el 2016, tuvimos a Keiko metida hasta en la cena de Noche Buena, se suicidó un ex-presidente y el calendario de interrogatorios, allanamientos y conferencias de prensa de los fiscales súper héroes tuvo probablemente más rating que las novelas brasileñas.
Y no me malentiendan. Ciertamente, los corruptos son muchos y todos condenables. Pero no se confundan. Ni esto fue espontáneo ni cambiará en el 2020. Esta dinámica seguirá porque a este aparato bien pagado o por pagar, le conviene que sigamos obsesionados con esta agenda.
Ahora, ¿qué otras cosas ocurrieron y ocurren en la realidad?
Primero. El pueblo desconfía. El pueblo se cansa. No tenemos ninguna acusación formal porque todos los casos emblemáticos están siendo estirados en argumentos y en tiempo, con la violación evidente de derechos básicos y la generación de precedentes nefastos. Atala libre. El hijo de Navas libre. Martín Belaunde libre. Libre, en general, cualquiera que acuse a Alan o Keiko, aunque supuestamente sea igual de corrupto que ellos. Odebrecht, recuperando dinero. Marcelo y Jorge, cada vez más tranquilos.
Segundo. La economía, la “micro” que es la más importante, fue un meridiano desastre. Fue totalmente notorio que a casi nadie le fue bien. Caímos en todo, no solo en el bendito PBI, sino en cualquier indicador que se les ocurra: empleo formal, consumo, confianza, formalización. Durante el gobierno de Vizcarra no dejamos de caer en cada ranking internacional que apareció y en el 2020 pasará lo mismo. Pero el pueblo siempre ha tenido poco. Y somos muy informales. Por eso nos hemos acostumbrado a vivir con la nuestra, día a día, y a rompernos el lomo aunque mercantilistas y políticos inútiles sigan haciendo de las suyas.
Tercero. El desempeño del aparato estatal fue precario, con niveles de ejecución presupuestal en proyectos de inversión y gasto de capital dignos de un país africano. Esto es corrupción pasiva por malgasto e ineficiencia en el uso de nuestro dinero, pero nadie dirá nada parecido. Con las justas y al final del año, los medios pusieron el foco en esto, pero fue muy tarde. El 2020 es un año electoral, no esperen nada radical. Lo positivo: los gobernadores regionales y locales entran en su segundo año, ellos deberían activar la economía y darle trabajo a la gente.
Cuarto. Tuvimos decenas de conflictos pequeños, pero tres conflictos sociales bastante fuertes: uno de tres meses alrededor del oleoducto nor-peruano (tapado en medios gracias a las gestiones del entonces primer ministro Villanueva), otro similar en Apurímac (también oculto hasta que nos costó casi medio punto del PBI) y otro más en Arequipa (difícil de esconder, en el cual fuimos testigos privilegiados del “pragmatismo” del presidente). Cientos de millones de dólares en pérdidas, cientos de millones que dejaron de llegar a los bolsillos de los peruanos.
Quinto. La corrupción en la base, presente en licitaciones gestionadas por gobiernos regionales y locales, o con dinero del canon minero o petrolero, sigue su curso. En el sector salud. En la reconstrucción. En el narcotráfico y la minería ilegal. Los corruptos y los mal llamados informales siguen en una posición privilegiada, mientras la SUNAT y la SUNAFIL apretaron y aprietan al contribuyente con las iniciativas digitales más sofisticadas. El control es cada vez más quirúrgico con los que ya pagamos, pero eso sí, ampliar la base, integrar más empresarios esforzados a esta injusta formalidad sin servicios públicos de calidad, luchar contra el narcotráfico, la minería ilegal, o la corrupción de base, eso ni interesó ni interesa.
Finalmente, y lo más absurdo: las empresas grandes, medianas, formales, las buenas, esas que cumplen con pagar sus impuestos y realmente pagan la cuenta, generan proyectos de desarrollo sostenible, mejoran sus estándares de calidad en producción y transparencia, hacen muchísimo en sus zonas de influencia, colaboran con el estado, soportan su tremenda burocracia y barreras sin quejarse, ellas… Fueron y son atacadas todos los días por esos académicos, periodistas, y analistas amigos del gobierno.
Lo absurdo es que esas empresas financian los misiles que les lanzan, al pagar para sus hijos las mensualidades de las universidades en las que estos analistas anti-empresa enseñan; al pagar la publicidad en medios en los que esos periodistas anti-empresa trabajan, y al contratar a esos analistas para hacer estudios, dar charlas y conferencias, aunque sean anti-empresa. Paradojas de la vida.
Termino con lo que empecé. El 2020 tiene que ser diferente. Y para ello, debemos ser muy sencillos y valientes, como los niños, y aprender del escritor francés. Para ver claro, basta con cambiar la dirección de la mirada.
Eso es lo que les propongo para el 2020. No dejar que nos impongan la agenda. No dejar que nos tengan ajustados abajo, aunque seamos honestos y formales, cuando arriba los propietarios de medios de comunicación, los políticos, las empresas mercantilistas que contratan lobistas disfrazados de ONG, los fiscales y académicos presidencialistas, van ganando dinero, cuotas de poder, atendiendo sus intereses particulares o limpiando su corrupto pasado.
El contribuyente perder el miedo y levantar la cabeza, hacer oír su voz, decir con claridad que el 80% del PBI se debe a su aporte, que el 80% de la renta que recauda SUNAT proviene de su trabajo, que miles de millones de soles de canon extractivo que él genera podrían llegar a quienes más lo necesitan con su nombre en la placa, y que es él quien hace las cosas bien, con eficiencia, con calidad, con transparencia. Hay que cambiar la agenda, y para ello, hay que cambiar la dirección de la mirada. ¿No les parece?