Libertad sin autoestima...
Quito, 10 de octubre. “¡Vamos a radicalizar con más fuerza, compañeros, y si tiene que denunciar y si tiene que matarme que me maten!”, afirmó Jaime Vargas, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador, en medio de las protestas por el alza del precio de los combustibles. En este país, murieron 5 personas, más de 400 fueron detenidas y más de 500 resultaron heridas. Moreno suspendió la medida.
Santiago de Chile, 18 de octubre. Claudio Bravo, arquero de la selección chilena de fútbol: “…Vendieron a los privados nuestra agua, luz, gas, educación, salud, jubilación, medicamentos, nuestros caminos, bosques, el salar de Atacama, los glaciares, el transporte. ¿Algo más? ¿No será mucho? No queremos un Chile de algunos pocos. Queremos un Chile de todos. Basta”. A esta hora, miles de viviendas en Santiago aún no tienen luz. Han muerto 3 personas. Más de 300 han sido detenidas. Hay decenas de heridos, y 20 estaciones del metro y otros establecimientos comerciales han sido destruidos y saqueados. Piñera suspendió el alza del precio del pasaje del Metro pero empieza a hablar de “guerra” y de un enemigo poderoso.
Lima, 20 de octubre. Gregorio Santos, líder de izquierda, candidato a la presidencia 2021: “La derecha latinoamericana y sus parlantes mediáticos llenan las redes sociales buscando culpables, para ocultar el fracaso de los gobiernos que asumieron el programa del Consenso de Lima. Es nuestra obligación construir con el pueblo la alternativa programática y de gobierno.”
Entre noviembre de 2018 y febrero de 2019, el oleouducto nor-peruano estuvo parado 90 días. Grupos de sediciosos lo dañaron e impidieron que fuera reparado. De enero a abril, la mina Las Bambas estuvo parada 65 días y hace algunos, las vías por las que se transporta el mineral que produce, volvieron a ser bloqueadas. En julio, apenas otorgada la licencia de construcción a Southern para el proyecto Tía María, protestas, bloqueos de vías y saqueos se activaron en Arequipa. El desenlace: el gobierno abandonó la inversión petrolera, abandonó Tía María, y por supuesto, aún no soluciona el problema en Las Bambas.
En los 3 países se muestra el mismo patrón: se plantean políticas a favor de la inversión privada, de reducir el deficit fiscal, o de sincerar los costos de un sistema; luego se generan protestas violentas con un discurso abiertamente anti-libre mercado o anti-capitalista y, finalmente, el estado retrocede o reacciona, o permitiendo que los “ganadores” hablen de la victoria del pueblo o utilizando la fuerza para reprimir los actos coyunturales pero dejando intacta la marea profunda que crece.
¿No hay acaso un patrón común? ¿Podemos sacar algunas reflexiones de lo que viene ocurriendo en Sudamérica? Yo creo que sí. Y es más, creo que algo nuclear se agotó en el esquema actual de relación estado, empresariado y ciudadanía. Algo realmente ya no funciona.
El “modelo”, hoy, es indefendible
Entre varios elementos que pude identificar, me quiero centrar en dos que considero relevantes: el discurso de los grupos o líderes que justificaron estas manifestaciones y, lo que considero muy grave: la parálisis del sector empresarial y político frente a esta serie de fenómenos que, a mí entender, marcan un nuevo horizonte. Primero analicemos el discurso.
¿Qué dijo el arquero de la selección chilena, Claudio Bravo, con respecto a la crisis en el hermano país del sur? “Vendieron a los privados nuestra agua, luz, gas, educación, salud, jubilación, medicamentos, nuestros caminos…” Lo sé. No es tan así. Pero qué fácil es decir que el socialismo o el comunismo construyen mentiras para atacar al empresariado y luego quedarnos contentos pensando que tenemos la razón cuando nadie nos cree. Bueno, el arquero de la roja no es ni socialista, ni comunista, y encuentro difícil definir la pésima imagen del sector privado mejor que él.
¿Qué dijo Indira Huilca sobre Tía María cuando Olaechea emplazó al presidente por los audios en los que sacrificaba el proyecto? “…Insistiendo con Tía María, a pesar de que el 70% de la población del Valle de Tambo se opone al proyecto. Es claro que hay quienes prefieren representar a interés de Southern y la CONFIEP que escuchar a la población…”. Lo sé. Es el típico cuento del gremio empresarial que mueve los hilos del poder. Lo sé. Pero, esperen: cientos de miles de personas piensan como ella. Indira representa el sentir de la opinión pública, no tú que alucinas que tienes la razón porque eres más inteligente que los “caviares” y los “rojos”.
Y en Ecuador también pasó lo mismo, líderes y analistas latinoamericanos aplaudían las protestas en Quito y más bien pedían que pase algo así en sus países (¡!), porque a ellos también los “estafaban” con peajes, pasajes y precios de medicinas. Actores distintos. Ecuador, Chile y Perú. El mismo discurso. Sólido. Los ricos no ayudan, no pagan lo suficiente, ganan mucho. Existe mucha desigualdad. Necesitamos un estado que represente al pueblo, no a los grandes empresarios. No importa si la inversión privada es buena, no importa si mantener el deficit fiscal es correcto. No importa si los servicios públicos tienen un costo que el ciudadano debe pagar y si para ello, los organismos técnicos deben fijar o actualizar tarifas. Importa algo más sagrado e intangible: luchar contra la desigualdad, defender la dignidad de los pobres, respetar el derecho de los pueblos indígenas, combatir el capitalismo consumista, entre otras cosas.
¿Quién podría estar en desacuerdo con este discurso? ¿Quién rechazaría la idea de un mundo más equitativo e igualitario? ¿Quién podría defender a capitalistas que acumulan medios o se roban la riqueza de los demás? ¿Quién podría defender a empresas privadas que lucran con servicios públicos insensiblemente?
Los ideales que sustentan los estallidos sociales en Ecuador, Perú y Chile son mucho más profundos y altruistas que los de aquellos que defienden el libre mercado. Al menos en el discurso. Y a eso vamos.
Hoy, el modelo de libre mercado no es popular. Ni los analistas y profesores universitarios que se consideran “liberales” lo defienden. Prefieren defender libertades civiles, la igualdad de género, el aborto, el matrimonio gay, la paridad. Y quedan lindos. Para la foto en el evento.
Parálisis y negligencia: el empresariado cosecha lo que siembra
Hay conservadores que promueven las libertades económicas. Estos se agrupan a la derecha. hay progresistas que promueven las libertades económicas, y estos están a la izquierda. Por eso hay quienes hablan de la derecha liberal y de los liberales de izquierda. En la cúspide ideológica, están los que se dicen “liberales clásicos”, esos que plantean que todas las libertades deberían ser respetadas.
Incluso con las diferencias profundas que enfrentan en términos valóricos, estos grupos tienen un gran espacio de consenso porque aceptan que el modelo de libre mercado es el que ha sacado de la pobreza a decenas de países en el mundo, especialmente en Europa, en Asia y en América. Sin embargo, prefieren pelearse por asuntos que consideran más importantes: el orden natural o la moral relativista, el aborto o la defensa del no nacido, la familia natural o la familia postmoderna, etc. Y en estos asuntos no llegarán a un acuerdo. Se los aseguro.
Les doy mi opinión. Mal hacen los liberales de derecha e izquierda cuando se pelean insultándose, en vez de al menos aliarse en la defensa de una economía de libre mercado ética, responsable, transparente, no mercantilista. Mal hace también el liberal o el empresario emparejándose con el progresista de izquierda, porque éste necesita al estado para imponer su agenda y entonces, agrandando al estado, se vuelve autoritario, y volviéndose autoritario, termina traicionando la libertad que dice promover.
“Por favor, José Ignacio, el discurso de derechas e izquierdas ya debería ser superado”.
No, justamente debería ser transparentado. Debemos convivir respetuosamente con todos. Una vez que aclaremos esto, podremos hacer que nuestras posturas sean más académicas y mesuradas. Ser de derecha no es malo per se. Tampoco ser de izquierda. Ser delincuentes y vándalos está mal.
“Por favor, Beteta, esto viene siendo orquestado desde el Foro de Sao Paulo, desde el Foro de Puebla, desde Cuba, Soros los financia…”
Veamos, un 25% del problema lo pueden haber causado estos grupos con dinero, que se organizan y están presentes en cada país. Educan a líderes, comunidades y otras ONGs en contra del capitalismo. Organizan eventos, tienden redes. Todo esto es cierto. Pero es solo un porcentaje del problema.
Para que la pradera se incendie se necesitan tres elementos más: en primer lugar, un estado cobarde que esconde la cara aun sabiendo que la riqueza de la inversión privada es la única que puede pagar la cuenta de servicios públicos de calidad, generar oportunidades de crecimiento, y crear innovación, bienestar, salud, calidad de vida.
En segundo lugar, hace falta también en el menú una educación anti-empresa. Y esta abunda en el país. Díganme, ¿qué universidades promueven transversalmente la libertad económica? Las universidades más modernas y “liberales” del país contratan profesores de tendencia izquierdista para dictar cursos clave como historia, ética, filosofía, sociología. ¿Cómo logras que tus alumnos crean en la riqueza y en la inversión privada cuando les lavas el cerebro explicándoles la historia en términos dialécticos, opresivos, y colocando en el banquillo de los acusados a las élites económicas?
Finalmente, para que el tablero se incline completamente, necesitas obligatoriamente de un empresariado preocupado por sus números; de propietarios, directores ejecutivos, y accionistas en la oscuridad, que no participan de la política, sino que prefieren mantenerse en la sombra, evidentemente en una burbuja de riqueza, placer y comodidad que millones querrían o poseer o destruir.
Entonces, si el 25% del problema surge de esta red militante y apasionada de organizaciones extremistas internacionales o nacionales, el otro 75% se genera en casa, gracias a la negligencia e indiferencia de casi todos los actores sociales.
Con la misma actitud, no llegaremos a ninguna parte
Lo que ocurre en Chile puede haber sido orquestado por la izquierda en términos logísticos, pero el descontento es transversal. Me cuentan que las cacerolas suenan incluso en barrios acomodados. Todo fue planeado, dicen varios, y con no poca razón. Pero, repito, la pradera no se incendia si los demás elementos naturales no se conjugan a favor del fuego.
En Ecuador se infiltraron grupos violentos, ciertamente. Pero muchísimos protestaron de manera pacífica. Lo mismo ocurrió aquí. Todos estamos de acuerdo con que necesitamos minería, pero no a las patadas y con empresas que juegan sucio. Nadie quiere empresarios o políticos corruptos que promuevan industrias extractivas que contaminan, se llevan nuestros recursos y actúan de forma indiferente y pedante.
Entonces, ¿qué ha hecho en los últimos 30 años el empresariado para sensibilizar a la población acerca de la importancia de la libertad económica? ¿qué ha hecho para cambiar y transformarse desde dentro y ser legítimo y respetado?
Hay grupos económicos que tienen miles de trabajadores. ¿Por qué no empezaron en casa? Esto habría sido lo primero que debieron haber hecho. Por otro lado, ¿cuántos centros de pensamiento existen aquí en Perú, por ejemplo, que defiendan y promuevan los valores de la libertad económica? Contados con los dedos de una mano. Y aún así, estos sobreviven teniendo que mendigar por recursos, como si los grandes empresarios pudieran dudar o desconfiar de ellos. ¡¡Son lo único que tienen!! Pero no lo entienden.
Difícil convencer a un empresario acomodado que se cree muy inteligente. Difícil convencer a un CEO que estudió afuera, le ganó a todos y quizás sea un genio generando riqueza. Pero, ojo, en la arena política, en el espacio en el que el dinero no importa, sino más bien importan los valores, el compromiso social, el contacto con la realidad, la cercanía con la gente, el entendimiento claro de cómo funcionan los políticos y los burócratas. Jalado con cero.
Él se queda en Lima. Siempre sin querer invertir mucho dinero. Siempre con lentitud, duda, complacencia, miedo, desconfianza. Sus ingresos son sólidos. Sigue ganando. Sacrificar su comodidad no es una opción. Puede que no sea corrupto. Puede que no haya hecho nada ilegal ni ilegítimo para acumular la riqueza que tiene, pero el mundo y la historia, el hoy, le piden mucho más que eso. Creo -repito- que algo nuclear se agotó en el esquema actual de relación estado, empresariado y ciudadanía. Algo realmente ya no funciona.
Las campañas con el objetivo de “promover la inversión” o explicar lo valiosa que es, no sirven. Es como si dijeran “hagamos algo para que las empresas vuelvan a ganar”. Y eso es lo que la gente entiende. Eso es lo que dicen.
¿Cuándo plantearán sus campañas en términos de “hagamos algo para que se reduzca la pobreza, hagamos algo para que las empresas paguen más rápido a sus proveedores más pequeños, hagamos algo para que los gremios no sean tan desubicados, o hagamos algo para ayudar a que los funcionarios públicos estén mejor o más capacitados, o hagamos algo para ayudar a las autoridades locales a usar bien sus recursos? Bueno, cuando lo crean, cuando lo deseen, cuando lo respiren. Entonces lo harán.
Se puede defender la libertad económica sin escrúpulos o temores. Pero hay que hacerlo bien, con compromiso. Defender la economía de libre mercado no significa defender al mercantilista. Defenderla no significa tampoco promover la indiferencia o el status quo. El pacto social del empresariado con el estado y la ciudadanía debe cambiar.
Y sí, la libertad económica vale, es el camino. Sirve para pacificar. Sirve para liberar. Sirve para empoderar al ciudadano y debilitar al estado cuando este quiere ser intervencionista o autoritario, pero la libertad económica para todos, no para algunos.
Pierdo la fe. Les soy honesto. No veo a nadie con una mirada profunda que quiera cargarse al hombro la defensa de algo tan básico, aunque esto signifique renunciar a cuotas de poder y comodidades vanas.
El título de este artículo apunta a lo siguiente: si lo que afirmo es cierto, ¿con qué autoestima puede el empresariado convertirse en un actor político legítimo? Si el empresariado es mercantilista y pedante, y todos saben que una buena parte lo es, ¿con qué autoestima puede salir a dar la cara? ¿con qué ganas se le defiende? Preguntas que requieren una respuesta. Perdón por lo largo del artículo, pero tenía todo guardado y aún tengo más… Será para otra ocasión.