Aún en crisis, lección aprendida
El caos político que atraviesa el país esconde -o al menos enturbia- detalles del cuadro que no son irrelevantes. Manipulaciones de la ley y la Constitución defendidas con argumentos falaces pero sutiles. Constitucionalistas que empiezan a disfrutar las redes sociales, aunque nunca los veíamos por ahí. Actrices indignadas que aparecen nuevamente en modo campaña de farándula. Discursos o intervenciones presidenciales y congresales que Marco Aurelio Denegri hubiera lapidado y sepultado. Medios absolutamente sesgados a un nivel que linda con el descaro. Líderes pidiendo asambleas constituyentes y cambios en el modelo económico…
¿Será que estos detalles pasan desapercibidos? ¿Será que no se quiere hablar claro sobre estos temas? No lo sé. Quizás falta tiempo. Lo que sí sé es que la política (en todo el mundo) siempre ha sido así y la única forma de impedir que nuestro juicio se vea afectado por tanto ruido, polarización, agresividad y sesgo intencional, es educando nuestra actitud crítica y atención a los detalles.
La prensa no está ayudando mucho en esta empresa. Basta mirar las portadas y los programas de análisis político, para darse cuenta de que cada medio ya tomó partido por una u otra postura, y hace propaganda activa. No hay nada peor que una prensa comprometida con el estado.
Por ello, para mí, ciudadanía y sector privado tienen que hacer algo al respecto. Esta es la primera lección aprendida. Trabajar los siguientes meses en campañas para educar a los próximos votantes en actitud crítica y atención a los detalles. Que aprendan a entender al político. Que lo analicen. Que identifiquen al populista. Que descubran las promesas que no se pueden cumplir. Que tengan criterios para evaluar a su candidato, profesionales, éticos, personales. Que sepan leer artículos y ver entrevistas o noticieros de forma autónoma, sin creerle a la prensa solo porque es la prensa. Que se alejen del cliché, la violencia y la irracionalidad de las redes sociales y sus supuestos “influencers”. Que le huyan a los extremos y a afirmaciones sin evidencia, sesgadas por una agenda ideológica, venga de donde venga. En resumen, que tengan herramientas intelectuales para tomar una decisión informada y autónoma, basada en evidencia.
Las elecciones están cerca y se justifica el esfuerzo. Pero éste no debe ser coyuntural. A largo plazo, deberíamos trabajar con los colegios privados y públicos, con las autoridades en cada universidad. Eduquemos a nuestros niños y jóvenes para que sean astutos y aprendan a detectar el sesgo, las falacias, las mentiras. Esto se logra con un buen curso, con un buen profesor, con una estrategia transversal insertada en el currículo. Es evidente que nos faltan cursos de base. Fueron eliminados bajo la justificación de una pedagogía más “activa”, que prioriza lo técnico, lo práctico. Pero nos quedamos sin fundamento. Tenemos que recuperarlo.
El problema de fondo entonces no es la pelea entre Vizcarra y el Congreso. Ni el adelanto. Tampoco la elección de magistrados. El problema de fondo no es incluso la defensa de la Constitución de 1993. Estos son solo síntomas de una crisis más profunda: al no tener fundamentos, criterios o bases para participar en política y elegir correctamente a sus líderes, nuestra ciudadanía está a la deriva y es fácil de manipular por grupos de poder.
Tener ciudadanos preparados “intelectualmente” para participar en política, debatir y convivir con ideas diferentes es lo único que nos puede garantizar una democracia madura, un modelo económico libre pero responsable, y la seguridad de que en el futuro ninguna ideología trasnochada o romántica se tire abajo los grandes logros que conseguimos gracias a los valores de la libertad.