¿Por qué está tan seguro?
El premier declaró hace pocas horas, con respecto a la propuesta de adelantar elecciones generales, que si bien ésta mantendría la inestabilidad en el “muy corto plazo”, a la larga generaría mayores beneficios.
Su afirmación es difícil de creer y comprobar. Para empezar, un año y medio no es un “muy corto plazo”, y ya vamos un año y medio de inestabilidad y desaceleración. Si las elecciones se adelantan, por lo menos nos tocarían otros 18 meses de incertidumbre. Total: 3 años.
Si bien es cierto el país sigue creciendo, lo hace a tasas bajas, insuficientes, en piloto automático. Estas tasas mediocres no se deben solo a coyunturas o variables internacionales, sino sobretodo a la falta de reformas económicas específicas que aceleren el dinamismo económico. De esta manera, esta crisis nos costará no solo 3 sino 5 años, porque el periodo de PPK también se fue por la borda.
¿Por qué el presidente y su gabinete no se han enfocado en estas reformas en los últimos 18 meses y por qué parece que no lo harán en los siguientes 12? En política no hay casualidades.
Muchos etiquetados como “anti-Vizcarra” dirán que el presidente no fue capaz de implementar reformas económicas o sectoriales debido a su falta de preparación para asumir la presidencia. Para ellos, el mandatario aprovechó la ventaja del más fuerte, agarró al Congreso de saco de boxeo y decidió pegarle hasta el cansancio con dos objetivos: mantener su popularidad y encubrir su ineptitud. Llegado el momento, era mejor irse rápido y mantenerse vivo. Su salida no se debe a virtud, sino a conveniencia.
Otros etiquetados como “pro-Vizcarra” dirán que la reformas políticas fueron su principal objetivo, la corrupción su primer enemigo, y que de todos modos, cuando quiso implementar alguna reforma económica, el Congreso no se lo permitió. La mejor prueba para estar del lado del presidente ha sido la negligencia y lentitud con que el Legislativo recibió y procesó sus reformas políticas. Lamentablemente no tienen cómo comprobar que el Congreso obstaculizó alguna reforma económica del Ejecutivo, puesto que a la fecha, éste no ha presentado ninguna esencial o relevante.
Sea quien sea el culpable, el tema es que no había oposición entre reformas políticas y económicas y el presidente debió velar por ambas. Pudo mantener una agenda económica de conciliación con el Congreso y otra más política de confrontación. Nadie esperaba una relación perfecta.
Pero no lo hizo y hoy se respira un ambiente de resignación. La inversión pública se ha contraído, la inversión privada va por el mismo camino. ¿Puede ser que las reformas económicas no sean tan importantes y que solo los empresarios, liberales, derechistas se preocupen por ellas? ¿Puede aceptarse que las reformas políticas cuesten tanto?
Personalmente aceptaría su precio si su esencia fuera indiscutible y el desenlace fuera previsible, pero resulta que no es el caso. Hubo varios excesos en ellas y no hay garantía de que lo dice el primer ministro se cumpla.
Si el próximo presidente tiene una agenda radical, improvisada o populista, el futuro será peor. ¿Cómo puede garantizar Del Solar que las cosas irán mejor? ¿Tiene acaso algún plan para que él o algún aliado sea el candidato de palacio en el 2020? No lo podría explicitar. Y si así fuese, muchos aplaudirían con lágrimas en los ojos pero se probaría la tesis anti-Vizcarra, actuaron por conveniencia.
¿Pero que hay con el Congreso? ¿Cómo sabemos que los que vendrán serán mejores? No hay reelección. Estos congresistas no podrían postular. Pero adivinen quiénes sí querrán postular.
Luis Chapa quiere. “¿Cuál es el problema si queremos ser candidatos?” dijo a medios arequipeños hace poco. Chapa es secretario general y uno de los principales representantes del “comando de lucha” en defensa del Valle del Tambo. Dirigente agresivo, anti-empresa, anti-inversión y anti-sistema que está coordinando el paro indefinido que hoy tiene a la región del sur perdiendo, según su Cámara de Comercio, más de 13 millones de dólares por día. Exactamente lo dijo así, “dónde diablos dice que el dirigente o el poblador no puede ser autoridad, hemos abierto los ojos de los que nos han venido gobernando. ¿Cuál es el problema que queramos ser autoridad?”
Conclusión: incluso si el presidente y su núcleo de amigos están entrenando al candidato “oficialista” del próximo año, la gobernabilidad del país podría adolecer de las mismas debilidades. Un congreso fracturado, un presidente débil, un juego de tensiones constitucionales que no se ha resuelto y se podría recrear en el siguiente período, y por supuesto, una economía mediocre, precaria, informal, sin contratos que se respetan y con una burocracia incapaz de regular o gestionar adecuadamente.
El Congreso de la época de Toledo tuvo una desaprobación del 85% y ni aún así, el prófugo presidente pensó en cerrarlo. A Julio del 2019, este Congreso tiene una desaprobación del 75% pero Vizcarra no lo duda. ¿No será que deberíamos detenernos un segundo y pensar de manera más crítica? ¿No será que nos creímos el cuento del más fuerte? ¿No es acaso más fácil para el presidente generar mensajes unívocos y trasladarlos a través de todos sus voceros y medios de manera vertical? ¿No es acaso más difícil para el Congreso defenderse de manera consistente dado que sus representantes no tienen por qué obedecer a ninguna postura institucional?
Difícil medirlo hoy. Difícil situación. Yo pienso que el diálogo, el aguante, la tensión entre estos actores es mucho mejor que un adelanto de elecciones apurado, improvisado y muy conveniente para un núcleo político rodeado de amigos en la prensa, en el sector empresarial y en la academia, que ya están trabajando para aparecer en la siguiente fotografía del poder.
Por ende, quizás deberíamos suspender cualquier juicio y ser más agudos. En política no hay héroes, mártires o santos. Aquí siempre hay alguien que gana, y esta vez, el país no está ganando nada. No llevemos las cosas al límite.