El riesgo es mayor...
El debate político peruano se sigue centrando sobre dos ejes: la pugna testaruda entre el presidente y el Congreso de la República, por un lado, y la notoria desaceleración económica derivada de dicha lucha, no solo (y no principalmente) debido a factores externos, por otro.
A lo más se habla de tiempo perdido, de políticos que deben salir de la escena, de no saber cuál es la siguiente “camada” de audaces que querrá entrar en el Congreso o tentar la presidencia, pero no se llega a más. Para mí la situación actual (abordada ligeramente) nos pone frente a riesgos y consecuencias que no estamos calculando.
¿Cuál es la situación actual?
Sean en el 2020 o en el 2021, las elecciones están muy cerca. Esto significa que empresas, carteras ministeriales y unidades ejecutoras del estado, seguirán paralizadas, temerosas, sin ganas de invertir. Esto ya le pega a la clase media, al emprendedor, a ese que está en el medio y que sufre mucho más que el rico y también que el pobre, porque ve perdidos sus logros y avances. No hay nada peor que retroceder después de haber sido exitoso a costa de sudor y trabajo.
Aún así, salvo algunas contadas excepciones, la mayoría de analistas influyentes se centra en causas políticas, hablan de instituciones, de democracia, pero ninguno defiende la inversión privada, motor único de la economía. A ninguno le interesa defender el modelo económico que, quizás mal implementado aún, nos ha permitido estar donde estamos.
Estos mismos analistas están concentrados en temas de género, derechos humanos y libertades civiles, algo encomiable, pero insuficiente. La equidad de género y el respeto de otras legítimas libertades civiles dependen de una base económica sólida. Los derechos cuestan, pero de esto nadie habla. La mejor forma de pacificar una sociedad es dándole oportunidades, trabajo, riqueza, pero esto nadie lo quiere decir. Ver empresas y empresarios ganar notoriedad aparentando ser progresistas, cuando es ese progresismo el que destruye los cimientos de su riqueza, es por lo menos sugerente.
Por otro lado, los grupos que sí tienen las cosas claras y hacen su tarea, no dejan de atacar al modelo económico, a “los grandes intereses”, a “las grandes corporaciones”, respaldando mediática e intelectualmente a radicales y subversivos que hoy no tienen ningún tipo de control, porque el presidente, explícitamente él y sus edecanes, se han rendido a sus acciones de violencia y rebelión ilegal. Tía María, el Oleoducto, Las Bambas, Quellaveco, Piura, son todos ejemplos de la más pública derrota del estado peruano.
Finalmente, la prensa y las encuestadoras son las principales ganadoras. ¿Quién las financia? Gran secreto. Esperemos que no el gobierno. Todo se sabrá. El punto es que confirman lo obvio y alimentan la crisis. Todos sabemos que la población está cansada de “estos” políticos, pero eso no significa que debamos cambiarlos de manera apresurada. Todos sabemos que la mayoría quiere adelantar las elecciones, pero eso no significa que adelantarlas sirva de algo, especialmente cuando se ganarían solamente 5 o 6 meses.
¿Cuáles son los riesgos a mediano plazo?
El principal riesgo para los siguientes 3 o 4 años, entonces, no es que llegue un dictador anti-sistema, comunista, a lo Evo o Maduro. No. El principal riesgo consiste en que este limbo crítico y caótico de parálisis y pugnas de poder, se convierta en el estado natural, debido a las tensiones constitucionales a las que nos han sometido nuestros políticos.
La pugna entre el presidente y el congreso ha estirado como un chicle cada uno de los principios constitucionales que nos deberían dar estabilidad. El presidente, avalado por encuestas y sentires populares, busca obsesivamente doblegar al Legislativo, sin entender que lo que hace sienta un precedente escalofriante. Muchos congresistas, por su parte, no entienden que están destruyendo los cimientos de su institución, con su descarada mediocridad.
La Constitución se ha manoseado sin medida. Y así, sea quien sea, el siguiente presidente será débil, y el Congreso también. Cuestiones de confianza, vacancias, referendums, prisiones preventivas, todas estas herramientas que debían ser usadas en situaciones límite, son hoy los botones ordinarios de un celular de segunda mano: nuestro querido país.
Lo más probable, en conclusión, es que el siguiente presidente “tenga que ser” populista, y se rinda a grupos intelectuales que hoy tienen copado el sistema de justicia, las universidades, las entidades públicas, y que transan libertades económicas como moneda de lata a cambio de derechos de segundo piso que no tienen arraigo en amplios sectores de la población. A nadie la interesará la inversión privada, dado que siempre se puede estrangular más al formal. Los pobres seguirán siendo pobres, conveniente para el populismo, y la precaria capacidad de regular y gestionar de nuestra burocracia se mantendrá. También la informalidad, la inseguridad ciudadana, la ilegalidad. Esto es lo más cercano, lo más probable. Estos son los verdaderos riesgos que enfrentamos.
Si mi diagnóstico es incompleto, puede seguir siendo válido. Ya hay varios defendiendo las libertades civiles. Increíble la cantidad de eventos, hashtags, estadísticas, estudios, premios… Ya hay varios debatiendo también sobre la estructura institucional o política que deberíamos tener. Los mismos de siempre. Pero, ¿cuántos defienden el modelo económico? ¿cuántos defienden al empresario, libre, competitivo, rico, honesto, formal? No veo a nadie, salvo a los mismos empresarios y a sus gremios. No debe ser así. Defender consistentemente y activamente la libertad económica, la inversión privada, el emprendimiento pequeño, mediano o grande, es un deber ético, hoy más que nunca, y muchos deberíamos asumirlo.