El nuevo burgués peruano
¿Quiénes evaluaron con entusiasmo el anuncio osado y de consecuencias inciertas de Vizcarra? Tres grupos principalmente: progresistas, gente “de izquierdas” y estudiantes universitarios. Lo hicieron en redes sociales, como era de esperarse. En la realidad, la cosa es distinta. Fuera de Lima, la cosa es muy distinta.
¿Qué tienen en común estos tres grupos? A mi parecer se aglomeran en lo que Jon Tomasi llama el “liberal de clase alta” (“high liberal”, Free Market Fairness, 2012). Me explico.
Apoyaron esta medida quienes ponen a la libertad empresarial y la prosperidad económica en el penúltimo lugar de su lista, solo antes de la libertad religiosa, por supuesto, a la cual odian aún más. Y esta es la tendencia ideológica global, debo decir. No es una sorpresa.
Tomasi los llama “liberales de clase alta” no por razones económicas, sino porque se enfocan en unas supuestas “elevadas” libertades civiles única o principalmente, sin darse cuenta de que éstas necesitan siempre la prosperidad y la riqueza económicas en la base. Y el Perú no es Surco. No es Miraflores. Él Perú es un país informal, sin servicios, caótico y pobre. Deberían saberlo.
Especialmente cuando hablamos del progresista o del universitario, la definición se explica mejor. La mayoría de las veces no son propietarios de una empresa, pequeña, mediana o grande. No generan riqueza. No han sufrido para conseguirla pero viven de ella. Si son profesores universitarios, viven de la mensualidad que otro paga, muy probablemente un empresario. Si son periodistas, viven de la publicidad que el empresario paga. Así de claro.
Este “liberal de clase alta”, es el nuevo burgués peruano, un sujeto acomodado que tiene todo lo que tiene gracias a la libertad empresarial y a la generación de riqueza pero se pone por encima de esta última y la evalúa desde su relativismo moral basado en el placer individual.
Aquí la primera conclusión: el discurso de ayer fue aplaudido por muchísima gente que no necesita generar riqueza, sino que trabaja con la riqueza de otros. Esta gente tiene una agenda ideológica sobre la cual muchas pasiones y razones pueden crecer, pero han sacrificado estos dos años apoyando a Vizcarra sin entender que el desarrollo económico trae libertades civiles, no al revés. No le exigieron a Vizcarra trabajar en paralelo en temas de gestión. No le exigieron a Vizcarra hacer bien su trabajo como gestor. Son también responsables de la situación en la que estamos.
Pero además, uno puede darse cuenta de la desconexión e irresponsabilidad de este nuevo burgués peruano cuando analiza lo que dijo y lo que no dijo sobre el anuncio del presidente.
Ceguera selectiva. El que aplaudió el mensaje de Vizcarra ayer no tomó en cuenta al menos tres graves contradicciones. La primera, ayer se aprobaron los planes nacionales de competitividad e infraestructura. ¿Para qué? Para nada.
Segunda, las reformas políticas que el mismo Vizcarra impulso tercamente durante meses (y que definitivamente crisparían los ánimos parlamentarios porque varias de ellas los debilitan) quedarán de nuevo en el aire.
Tercera, ¿para qué se puso a hablar tanto tiempo de proyectos de inversión, de trabajo, y de otros temas económicos al inicio de su mensaje, si al final iba a anunciar algo que definitivamente paralizaría todo lo anterior? De hecho la primera parte de su mensaje fue pobre y precaria porque no había hecho nada como jefe del poder ejecutivo.
Pero la ceguera del nuevo burgués peruano es selectiva. Ninguno mencionaría esto porque estaba esperando otro “golpe” al Congreso para deleitarse intelectualmente o gozar con un capítulo más de la serie. Su justificación de que Vizcarra hizo lo mejor porque ya “todo estaba demasiado degradado” asume que Vizcarra hizo todo lo posible. Es ya de por sí, una justificación sesgada.
Políticamente perfecto. En esta línea, he leído a varios profesores, investigadores, analistas o tuiteros decir “puedes estar de acuerdo o no con Vizcarra, pero qué buena su movida, aplausos para él, me dejó boquiabierto”.
Un comentario de esta naturaleza denota un indiferente, aburguesado y “comodón” status. No les duele la billetera. Creen que esto es una serie de Netflix. Y de eso hablan, de crear una serie… El hecho de que no les duela el bolsillo no los hace perversos. Lo que los descalifica es su indiferente aproximación a la situación actual dado que la quinta parte del Perú es pobre, 9 millones de personas no tienen alcantarillado, 5 millones no tienen agua y el 40% de los niños en muchos lugares aún tiene anemia.
La valentía de Vizcarra. Uno es valiente cuando hace algo virtuoso, claramente enfocado en el bien común, y generalmente contracorriente. Lo del presidente ayer fue absolutamente predecible. No veo la virtud y el beneficio común es dudoso. Ganar la batalla “política” o “legal” con movidas dignas de un partido de ajedrez no tiene nada de valiente. El ajedrez tiene miles de años. ¿Valiente? Si tu gestión económica y sectorial ha sido un desastre, si quieres salir bien parado del partido y probablemente ser presidente más adelante, si estás salvando tu pellejo, y evidentemente has hecho buenos amigos en el “nuevo” sistema de justicia, por favor, lo de ayer no tuvo nada de valiente. Fue un golpe más.
Entonces pasemos a la segunda y última conclusión: Vizcarra, desde que llegó, nunca quiso poner en la mesa algo que tenga que ver con reformas económicas. Ni siquiera en paralelo. Ni siquiera un poco.
Si el mensaje de ayer hubiera sido positivo para quienes generan riqueza, liberad económica, prosperidad y por lo tanto para quienes se rompen el lomo trabajando en sus empresas, no estaríamos hablando hoy de adelanto de elecciones. Esto nunca estuvo en los planes de Vizcarra. Él se quiso pelear defendiendo un conjunto de reformas que debilitarían al Poder Legislativo, promovidas por este nuevo burgués peruano que no tiene nada de emprendedor ni de empresario. Asumió el discurso “el congreso es el defensor de la corrupción” y lo vendió por doquier. Puede ser cierto, sí. Pero escondió los demás pendientes económicos y de gestión debajo de la alfombra. ¿Reconstrucción? Nada. ¿Agua? Nada. ¿Salud? Nada. ¿Inversión? Nada.
¿Pudo haber hecho algo distinto? Sí, pero no quiso, no fue capaz, o lo presionaron para que no lo hiciera. ¿El Congreso pudo haber trabajado de la mano de Vizcarra en implementar todas estas reformas económicas pendientes? Yo creo que sí, aunque suene tan ingenuo como para mí lo es apoyar a Vizcarra. ¿Por qué lo creo? Porque estas políticas económicas no debilitarían el fuero del Legislativo de una forma tan agresiva. Yo creo que sí, porque todos estaban cansados de pelear, incluso los congresistas, y hablar de otros temas los hubiera puesto en una posición más optimista y segura, incluso para aceptar reformas políticas con más tiempo.
Pero no, los que apoyan a Vizcarra no están interesados en temas económicos. Si no, vean cómo el presidente asumió pésimamente los pocos asuntos de los que quiso hablar. Quienes apoyan a Vizcarra solo odiaban y odian a este Congreso, y no le querían dar la oportunidad de levantarse, eso hubiera sido tonto en su juego intelectual de gabinete; no iban a detenerse hasta gozar con el momento en que éste fuera destruido.
Responsabilidades compartidas, sí. El Congreso se la buscó, sí. Pero ayer Vizcarra pudo haber cambiado la historia de los siguientes dos años, siendo realmente valiente y empezando una nueva etapa de diálogo. No saludó al nuevo presidente del Congreso. Se dio el lujo de darnos un discurso en el que se evidenció que casi no cumplió con nada de lo que prometió en términos de gestión económica y aún así, salió aplaudido por esta nueva élite intelectual peruana. La secuencia interminable de peleas no tendría por qué terminar. Vizcarra no ha finalizado nada. Ha vuelto a golpear. Seguimos en lo mismo y mi punto es éste: ¿cómo es posible que hayan sectores que aplaudan y estén felices con esto? Realmente no lo entiendo.