El peor enemigo del peruano es....
El peor enemigo de un peruano no es otro peruano. El peor enemigo de un peruano no es la gran empresa, ni la mediana, ni la pequeña, no te confundas. El peor enemigo de un peruano no es inclusive el comunero, el sindicalista, o el progresista que participa de algún colectivo que reclama derechos de quinto piso, como si estuviéramos en Islandia. No.
El peor enemigo de un peruano es su propio estado, el burócrata que lo controla pero no lo atiende, lo supervisa pero no lo sirve, le cobra pero no le da nada, lo obliga a obedecer pero no se adapta a sus necesidades, lo observa complaciente y soberbio, aun cuando está a punto de morirse, en el piso sucio de una sala de emergencia mal oliente.
Pero eso no lo llegamos a entender por la influencia consciente o inconsciente y bastante frívola de los medios de comunicación (casi todos) y por nuestra pasividad cómplice fruto de nuestro innato mercantilismo y nuestra mediocre indiferencia. Les pongo tres ejemplos cortos.
1. 4,300 cibernautas celebran un tweet de Jorge Muñoz, alcalde de Lima, en el que prácticamente llama a las empresas responsables de la Línea Amarilla y Rutas de Lima corruptas, y a sus peajes, también, por supuesto, corruptos. Más de 10 medios de comunicación de primer nivel le dan rebote a sus declaraciones. Cientos de impactos. Sí. Pero nadie se detiene a analizar si lo que este burócrata dice es correcto o no. Decir que ciertos contratos o peajes son corruptos, no es poca cosa. Lo saben los abogados. Lo saben los que no le hacen caso a la prensa. En el problema que se puede haber metido el simpático colorado…. Pero claro, no con su dinero, con el de los contribuyentes. Él no pondrá ni un solo dólar de aquellos que entrarán en arbitraje o como parte de una indemnización, si es que el burgomaestre mete la pata con su “estrategia” legal. Tampoco pondrá ni un dólar de todos los que tendrán que gastarse para elegir a un nuevo postor con todos los costos de transacción que eso implica (en el hipotético negado de que gane algún litigio).
2. La ministra de educación, Flor Pablo, dice que “el enfoque de género no es neutral, que es una política de estado”. Y admiramos su honestidad. Sin embargo, lo que la ministra no contempla porque ni siquiera puede entenderlo como buena burócrata que es, es que la educación estatal no es sinónimo de educación pública. La educación es un servició público que puede ser otorgado por privados o por el estado, y en ambos casos depende del consenso de los ciudadanos que deben aceptar qué es lo que pueden enseñarle a sus hijos o no. Y si una comunidad de evangélicos no quiere que sus hijos consuman libros o contenidos que afectan su percepción del ser humano, está en todo su derecho, y si además paga impuestos, pues con mayor razón. Lo mismo ocurre para los católicos y los judíos, y cualquier ciudadano. El estado no tiene por qué unificar, adoctrinar o imponer posturas en temas sensibles que le corresponden a la familia, sea cual sea esta familia (natural, disfuncional, homosexual), ni puede violentar la libertad religiosa, defendida de manera radical por la constitución de no pocos países desarrollados. Su oferta debe ser lo más democrática posible.
Yo sé que esto no suena políticamente correcto, pero es así. Una cosa es promover valores de respeto, tolerancia, igualdad entre hombres y mujeres, y convivencia democrática, y otra promover modelos sexuales, físicos, psicológicos o culturales que no son aceptados en consenso. Es bastante ingenuo no entender que si derribamos el estereotipo de la Caperucita Roja “tradicional”, lo que en realidad estamos haciendo es crear otro estereotipo de una nueva Caperuza a la medida de la ideología progresista. Al menos concedan eso. Y si pago impuestos y reclamo un servicio estatal, tengo derecho a reclamar que mis hijos no reciban un contenido u otro según mi religión, creencia, o filosofía de vida.
3. Pasa lo mismo en algo más simple pero igual de crítico: con el transporte y el urbanismo. Es evidente que Lima necesita más ciclovías, más scooters, más bicicletas eléctricas, y menos autos. Sin embargo, basta que este tipo de automóviles menores se multiplique debido a la demanda de la ciudadanía, para que una infinidad de burócratas empiece a regularlos, prohibirlos, bloquear su ingreso o simplemente fregar la paciencia. Es increíble. Es evidente que buscan dinero. Es evidente que buscan protagonismo. Es evidente que no entienden nada. Pero, ¿cómo actúa la ciudadanía? Justificando estas acciones con el argumento de la abuelita accidentada. La abuelita no debió pasar por ese mal momento, pero la política pública no se debe a una persona, se debe al bien común, se debe a la mayoría de beneficiados o afectados, y es evidente que las bicicletas y los scooters generarán mucho menos accidentes, menos externalidades y menos caos que los autos que hoy en Perú, son conducidos en su mayoría, por salvajes.
Conclusión: el burócrata tiene todos los incentivos para usar mal el dinero. Cuando quiere poder, crea una ley o una norma. Cuando quiere figurar, crea una ley o una norma. Cuando quiere pagar un favor, crea una ley o una norma. Cuando quiere vengarse, crea una ley o una norma.
El burócrata tiene todos los desincentivos para usar bien el dinero. Si lo usa correctamente no gana ningún bono. Si lo usa correctamente, deja de “coimear” y sacar un extra a su de por sí bajo sueldo. Si lo usa correctamente, nadie lo reconoce o lo premia, siquiera moralmente. Si lo usa correctamente, es atacado, agredido y violentado por los demás burócratas que se ven amenazados por su honestidad y transparencia. Si lo usa correctamente, probablemente cuando deje de ser funcionario público, nadie lo quiera contratar, porque no le hizo favores a ningún gremio o grupo empresarial.
Entonces, ¿a dónde deberías voltear la mirada? Yo sé que hay varios grupos económicos y empresarios mercantilistas. No te preocupes, los tenemos bien localizados y hay que patearles el trasero cada que se pueda. Pero incluso estos grupos o empresarios no tienen tanto poder para destruir al país. El mercantilista puede bloquear o mover alguna que otra ley, pero no es ese elefante lento, apático, corrupto, grasoso y ocioso que dirige tu propio destino en tantos ámbitos de tu vida. Pregúntate bien, entonces, ¿quién es el peor enemigo de un peruano? Si tu cabeza está limpia y tienes las cosas claras, te responderás lo mismo que yo.