Agua potable, o cómo armar un cubo de Rubik
Caricatura de la Asociación de Contribuyentes del Perú
Producimos agua en abundancia, pero una gran parte de ella se va al océano sin haber sido utilizada adecuadamente, tratada adecuadamente y, cobrada adecuadamente. Y es que gestionarla es como armar un Cubo de Rubik. Hay varios movimientos que hacer, todos amplios, con truco, con dificultades, con idas y venidas…
Primer movimiento: ordenamiento territorial macro. Con la dispersión que tenemos, es imposible que la gestión del agua sea eficiente o eficaz. No se puede trabajar con 26 regiones, casi 200 provincias, más de 1800 distritos y 95,000 centros poblados. Se requiere un plan maestro de ordenamiento territorial en el que se reduzca considerablemente el número de unidades de gestión (regiones, provincias, distritos y centros poblados). Para empezar, nuestros congresistas deberían parar esas típicas e irracionales iniciativas de crear nuevos distritos, como si fuera gratis y alguien ganara con eso.
Segundo movimiento: integrar proyectos de vivienda con proyectos de agua y saneamiento. De la mano de este plan “macro”, se requiere planes locales en donde se promueva la habilitación de urbanizaciones formales con la participación del sector privado. Estas urbanizaciones no solo cuestan mucho menos (la Asociación de Contribuyentes encontró que pavimentar la vías de una urbanización formal costaba 37% menos que pavimentar las de asentamiento que había nacido de una invasión), sino que aseguran formalidad en muchos otros aspectos, uno de ellos, la gestión del agua. Si se logra tener una mirada planificada del sector vivienda, la gestión ordenada del agua potable podría caer por su propio peso.
Tercer movimiento. Hasta cuándo sostendremos las EPS. Un gerente general de una EPS (empresa prestadora de servicios de saneamiento) no puede ganar 5 mil soles. Un gerente de línea de una EPS no puede ganar 3 mil soles. Los hijos de los trabajadores de Sedapal no pueden tener privilegios medievales de contratación. Casi todos sabemos, además, que las EPS podrían ser 20 en vez de 50, pero lamentablemente ahí están e igual necesitan profesionales capacitados y bien pagados para administrarlas. Es lo que hay. Sin embargo, hay teclas que sí se pueden tocar. Por un lado, las municipalidades deben salir de la ecuación. Traen inestabilidad. Por otro, ¿ha servido de algo el programa de “rescate” de la OTASS? Solo para sincerar su ineficacia. Prácticamente todas van a terminar entrando en este esquema. Es como darle morfina al moribundo. Es tiempo de reformarlas radicalmente.
Cuarto movimiento: tratamiento y nuevas fuentes de abastecimiento. Si no vamos a poder captar y almacenar adecuadamente el agua, y tampoco vamos a poder distribuirla bien, al menos tratemos el agua para re-utilizarla o busquemos nuevas fuentes de abastecimiento. La participación del sector privado en concesiones o APPs para el tratamiento de agua residual y la captación de nuevas fuentes a través de desalinización, por ejemplo, han funcionado muy bien. ¿De qué se quejarían los “proteccionistas” en el primer caso? ¿De que estamos privatizando el agua sucia? Por otro lado, el mismo presidente de Sedapal ha afirmado que los costos de desalinización siguen bajando gracias a la tecnología. ¿Por qué no apostar por esta vía con más entusiasmo?
Quinto movimiento. No podemos consumir tanta agua. Las cifras se hicieron públicas hace poco. Si nuestro consumo promedio debería estar cerca de los 100 litros / día por persona, por qué hay distritos en los que se consume cerca de 250 o 300. Eso es inaceptable.
Tanto para un estado que mira a largo plazo, como para una ciudadanía madura, la gestión de un recurso tan vital como el agua debería ser un tema que merezca el mejor análisis y la mejor solución. Eso no ocurre hoy en día. Enfrentar el problema del agua, problema que se puede convertir en una crisis en algunas décadas, implica sostenibilidad en el tiempo, sea quien sea el presidente o el primer ministro, e implica evidentemente que la ciudadanía madure mucho, porque de ella debería surgir el empuje y la presión para una reforma técnica y sólida en este ámbito.