Twitter: el paraíso de las opiniones
Los problemas se resuelven con acciones, no con opiniones. Y en este sentido, darle tanta relevancia a las redes sociales en un país como el nuestro termina siendo una trampa. Apagar Twitter un rato en el Perú no vendría mal, nos haría más productivos.
Si bien las redes sociales efectivamente son un termómetro social, lo cierto es que el “Twitter Peruano” es una burbuja bastante limitada en la cual están concentrados -salvo contadas excepciones en los bordes- los dos extremos ideológicos del país: el progresista anti-fujimorista, anti-derecha, a veces un poco más estatista, a veces menos (se dice liberal, pero no lo es); y el conservador de derecha, populista, al que le interesa sobre todas las cosas atacar al progresista, al que siempre llama caviar o comunista (también a veces se dice liberal, pero no lo es).
Ambos “colectivos virtuales” congregan a diversos “influencers” y a un considerable grupo de seguidores a su alrededor. Estos últimos sirven para aplaudirlos o para realizar cargamontones según sea el caso y a pedido. Tanto de uno u otro lado, aquel selecto grupo de tuiteros utiliza esta plataforma y su masa crítica para activar su agenda ideológica o criticar la contraria. No hay censura, los insultos vuelan, la superficialidad y el inmediatismo campean, el debate es mediocre.
Pero el peor efecto de este eco-sistema dictatorial poco productivo es que el gobierno le está haciendo caso a las opiniones poco sustentadas que brotan de él, y lo está considerando una fuente de información o un termómetro social, repito, cuando en realidad es un ghetto en el que solo están estos dos grupos agarrándose a patadas o vanagloriándose de su palabrería inútil.
Decía Víctor Andrés Belaunde a inicios del siglo XX que uno de los peores defectos del peruano era el “esteticismo”. Es decir, ese desesperado amor por el aplauso, la sonrisa, la vanidad, el quedar bien, la pinta, el cascarón, la etiqueta bonita. Twitter y las redes sociales en este país son un catalizador perfecto de esta perversa cualidad. Y como bien sabemos, la vanidad es el principal síntoma de la mediocridad y el engreimiento. El vanidoso no trabaja por los demás, trabaja para sí mismo y lo hace cuando quiere y como quiere.
Recomendaciones al burócrata: no le hagas caso a Twitter. Ejecuta tu presupuesto, haz las reformas que tocan. El mejor termómetro que tienes es que los ciudadanos vean que la calidad de los servicios públicos mejora de manera constante y sostenida.
Recomendaciones al empresario: no te dejes llevar por la moda, por la agenda ideológica de turno, o por el aplauso, tú estás en la sociedad para producir, para ser rentable, y para ser sostenible, no para posar en la foto de un cocktail en el que las estrellas a enamorar son aquellos que tienen más de 15 mil o 20 mil seguidores.