El Referendum de Keiko
Aunque los resultados del día de hoy son harto predecibles, nunca es tarde para reconstruir esta novela que cierra hoy su tercer capítulo, e intentar entender el por qué de la historia, los personajes y acontecimientos. Y aunque a muchos les parezca extraño, yo a esta obra le pondría como título “El Referendum de Keiko”.
Su primer capítulo trata sobre un presidente que en julio “se puso los pantalones” y arremetió contra el Congreso proponiendo un plebiscito popular para luchar contra la corrupción. Su estrategia fue inteligente: si por un lado Keiko y su mayoría desordenada intentan (también conmigo) ufanarse de su aparente poder; y por otro, la ciudadanía los odia consistentemente, pues vamos a ellos. El personaje principal necesitaba a la ciudadanía. Estaba solo, sin bancada, con pocos aliados.
El segundo capítulo nos entregó a un Vizcarra con una presea encima, al que ya no le importaba tanto el referendum. Le pegaba al contrincante con una sonrisa en la boca, solo para seguir tanteando el poder que tenía. Ahora podía incluso cambiar de opinión con respecto a su propia propuesta, la bicameralidad, aduciendo que serviría para mantener a los actuales congresistas, quienes con algunas argucias legales, tendrían la posibilidad de presentarse a alguna de las dos cámaras.
El tercer capítulo se escribe hoy y, como les mencioné, el resultado será contundente. Una nueva victoria se avecina. Pero este referendum no reflejará la voz del pueblo con respecto a las cuatro preguntas. Reflejará el endose casi absoluto que el pueblo le ha dado a Vizcarra. Merecido premio político, dicho sea de paso.
¿Por qué? Porque esta consulta popular tiene más huecos que las pistas de La Victoria y la ciudadanía lo sabe. Pregunta por pregunta, solo la primera e indirectamente la segunda sirven para “luchar contra la corrupción”. Pero si las analizamos una por una, ni Vizcarra ni sus asesores se preocuparon por buscar un buen sustento, propusieron iniciativas de calidad, o pensaron en las consecuencias a largo plazo.
Los resultados del día de hoy serán el reflejo de la venganza del pueblo contra la venganza de Keiko. Serán el grito de una gran cantidad de ciudadanos que realmente no le perdonará a ningún tipo de fujimorismo sobrevivir (con “Fujimoris” o sin ellos), y que le saca en cara su carácter terco, egoísta, obtuso, ciego e incapaz. Merecido castigo político, dicho sea de paso.
Por eso, si avanzamos en la trama, yo imagino un cuarto capítulo que nos devuelve al pasado, a Keiko. Y es que todo esto no hubiera ocurrido (y pecaré de simplón para algunos) si Keiko y su desordenado conglomerado de 73 parlamentarios hubiesen hecho lo correcto.
El cuarto capítulo, entonces, es un retorno al 12 de junio de 2016. Keiko está junto a sus asesores, partidarios y amigos contemplando como PPK le “roba” las elecciones por solo 42 mil votos. En ese momento piensa en los ataques, en los insultos, en Ramírez, en el silencio equivocado de esa última semana, piensa en los “caviares”, en los “rojos”, piensa en su padre, en la derrota, y no puede con todo. Simplemente, no puede. Y no pudo.