Un nuevo contrato social
¿Qué les parece si partimos Lima en dos? Por un lado, la Lima de los distritos que tienen un nivel de recaudación de impuestos prediales y arbitrios superior al 80%. Por otro, la Lima de los distritos que tienen un nivel de recaudación menor a 60%. ¿Saben cómo se verían estas “Limas”?
En la primera, estarían distritos como Surco, San Isidro, La Molina, Miraflores, San Borja; distritos menos poblados pero más desarrollados. En la segunda estaría la mayoría de distritos de los conos, más poblados y con la mayor cantidad de problemas de limpieza, seguridad, e informalidad: San Juan de Lurigancho, Comas, Villa El Salvador, Villa María del Triunfo.
Imaginen ahora que con cada una de estas “Limas” formamos dos macro-distritos separados. El primero tendría pistas y veredas, más y mejores parques, servicios administrativos más simples, más tecnología, el mejor sistema de limpieza y muy probablemente también el mejor sistema de seguridad. El segundo, con una morosidad que en promedio alcanzaría el 50%, no podría ofrecerle a sus vecinos una vida digna .
Bueno, aunque no lo crean, algo muy parecido realmente ocurre en la frontera de Estados Unidos y México, en Los Nogales, y les recomiendo que lean la excelente descripción de este caso en el libro de Daron Acemoglu, “Por qué fracasan las naciones”.
Evidentemente este ejercicio ha tenido principalmente fines didácticos, pero nos muestra con frialdad la diferencia entre el imperio de la institucionalidad y el de la informalidad; la diferencia entre ciudadanos que pagan impuestos y ciudadanos que no lo hacen; la diferencia entre autoridades que gestionan bien sus recursos y otras que no saben hacerlo.
En los últimos 25 años, hemos tenido acceso a mucha más información, nuestras autoridades son fiscalizadas como nunca, y las facilidades que tenemos para cumplir con nuestras obligaciones son incomparables. Y sin embargo, vivimos aún en una ciudad estresada y sobrepasada por sus problemas. No avanzamos a la velocidad que deberíamos.
Por ello, si queremos que Lima sea sola una, y no dos como Los Nogales, o tres, o cuatro, necesitamos firmar un nuevo contrato social. Por un lado, los ciudadanos debemos pagar nuestros impuestos municipales puntualmente. No creo en la gratuidad de los servicios públicos. Por otro, los alcaldes deberían ser transparentes y eficientes con los recursos y preocuparse por educar a sus vecinos y enseñarles que cada parque tiene un costo, que “la plata no llega sola” y que este contrato lo firman dos, no uno.
Juegan aquí un rol muy importante la prensa y los órganos de control del estado. Quizás ha llegado el momento de reflexionar en el deber del contribuyente, de voltear la cámara unos minutos y dejar de enfocar al funcionario público. Nuestras autoridades -cuando quieren hacer su trabajo correctamente- necesitan apoyo y reconocimiento.
Si bien es cierto con 43 municipios distritales, el desorden, la corrupción y la ineficiencia son de algún modo inevitables, de nada sirve perseguir al funcionario y atemorizarlo solo para hacer noticia o ganar reflectores. No hemos podido encontrar el balance entre libertad y cumplimiento de la ley, y en nuestro afán por prevenir la ilegalidad, hemos paralizado al estado en todos sus niveles.
En conclusión, y por donde se analice el asunto, todos los actores -ciudadanos, autoridades, prensa- necesitamos firmar un nuevo contrato social y cumplir con nuestras obligaciones. Hay que empezar de nuevo. Esperemos que Muñoz sea el primero en enfrentar este desafío con voluntad política y capacidad de diálogo. Solo dar los primeros pasos le garantizarían un lugar especial en la historia de la Ciudad de los Reyes.