El mito del Monopolio Abusivo
No pasó un día desde que algunos congresistas de Fuerza Popular empezaron a hablar de “proactividad”, para que distintos padres de la patria planteen con entusiasmo las reformas que “estaban pendientes” y que no se hicieron debido a la polarización. Excelente. Acaban de darse cuenta de que se perdieron dos años. Gracias.
Así, una de las ideas que está como el pan en la puerta del horno es la de promulgar una ley para evitar las concentraciones empresariales. Llámela ley anti-monopolio, ley de control de estructuras, o ley de control de fusiones. ¿Es esta reforma una prioridad para el desarrollo económico del país?
Empecemos por lo más importante. La Asociación de contribuyentes del Perú ha analizado el tema y considera que no existe claridad sobre alguna metodología de control de “fusiones” óptima. Por ello, el debate sobre el tipo de control que se implementaría debe tener el mayor nivel posible. Y todavía no lo tiene.
La Asociación descubrió, por ejemplo, que en la Unión Europea, donde una regulación de este tipo ya opera hace más de dos décadas, durante los últimos 5 años en promedio el 98.1% de fusiones procedió sin necesidad de someterse a control alguno y solo el 1.9% debió notificar a la agencia de competencia.
Por otro lado, según datos obtenidos de M&A Statistics, el valor promedio de las operaciones de concentraciones rechazadas entre los años 2012 y 2016 en Europa fue de US$ 5,302 millones mientras que el de las aprobadas fue de US$ 1,062,405 millones. Esto sugiere que la cantidad de operaciones de concentración potencialmente dañinas es marginal en relación al total.
Pero además hay dos temas de fondo que no se pueden evadir. Primero, lo que no debería ocurrir es que se diseñe un régimen incompatible con la realidad económica y social del país, dado que se podrían incrementar los costos de transacción para una serie de operaciones de concentración relevantes que podrían traer beneficios para los consumidores.
Y en esta línea, la data dice que las grandes compañías que son percibidas como “monopólicas” son grandes no porque evadan la competencia o no la tengan, sino porque le ganaron en buena lid. Así, el valor de la gran industria está en que ha venido generando justamente eso, eficiencia, innovación, patentes, tecnología, gracias a la tremenda productividad que tiene y a la competencia que enfrentó.
Bien por el entusiasmo, pero tranquilos con la ligereza, queridos congresistas. Y como nos decían nuestros padres cuando estábamos impacientes, “no por mucho madrugar, amanece más temprano”. Cualquier regulación o política pública en esta materia debería promover que las pequeñas y medianas empresas quieran volverse grandes y puedan fusionarse para ser más eficientes y productivas. Atacar a la gran empresa bajo el supuesto de que ser grande la hará más ociosa o mercantilista sería un grave error.