Gritan contra la libertad
Alberto Fujimori está a punto de volver a la cárcel. Y -aunque nadie duda de que el indulto es un acto sujeto a control jurisdiccional- para no pocos -especialmente para quienes hacen Política con P mayúscula- la sentencia es desproporcionada.
Con ella, el ánimo político no solo se exacerba (he visto a “líderes” en redes y prensa soltando risas, gritando lisuras y comentarios escalofriantes frente a la noticia), sino que podría crecer la sospecha de que la “legalidad” se ha convertido, según la agenda del grupo de poder, en un instrumento ideológico, discrecional, político, pero político con “p” minúscula.
Así, la sentencia del juez Hugo Nuñez (nombrado por Víctor Prado, juez que a su vez fue quien sentenció a Fujimori por los casos de La Cantuta y Barrios Altos, casos en los que hay también varios elementos discutibles) tiene varios componentes que sugieren mi afirmación. Pero lo peor es que esta instrumentalización de la legalidad no solo ocurriría en el Poder Judicial. Evidencias de como la política, la ideología o la discrecionalidad se inmiscuyen en un acto legal, se manifiestan día a día en varias entidades del estado, pero no lo denunciamos.
Trabajo. Y mientras todos gritan en medio del ruido, tenemos un ministro de trabajo que está haciendo de las suyas, atacando directamente la propiedad privada. Christian Sánchez viene proponiendo o implementando normas muy polémicas, amparado en el “modo perfil bajo” que Vizcarra y Villanueva le han impreso a los temas sectoriales. Modificar la ley de modalidades formativas para abrirle las puertas del estado a más practicantes es un primer caso. Pensar en darle a un fiscalizador el poder de incorporar en la planilla a un trabajador es el segundo. Afirmar que la legislación laboral peruana no es rígida y observar como la informalidad crece sostenidamente sin hacer nada es, finalmente, inaceptable.
Salud. Y mientras todos gritan en medio del ruido, la gran reforma del sistema de salud público peruano sigue pendiente. El desabastecimiento de medicamentos es crónico, las colas y maltratos continúan, los sindicatos tienen más derechos que los pacientes, la ejecución del presupuesto es paupérrima, no hay un mínimo de transparencia como para saber realmente cuánto se gasta en nuestra salud, hay una sobrecarga de personal administrativo y faltan doctores bien formados, el intercambio prestacional no funciona, se avanza poco en digitalización y en incorporar la tecnología en el sector… La lista continúa. Pero evidentemente toda la presión se pone en las clínicas y servicios privados, a quienes, cuando se supervisa o fiscaliza, se les pide niveles de transparencia y sofisticación dignas de Marte.
Impuestos. Y mientras todos gritan en medio del ruido, la SUNAT podría priorizar más aún su preocupación primera en el ciudadano, y no en la recaudación. Si no lo hace, la gran cantidad de reformas positivas que viene implementando, será tapada por el gran número de testimonios de ciudadanos y empresarios que denuncian estrategias de fiscalización pensadas para estrangular al formal. Ciertamente habría que indagar si muchas de esas denuncias tienen alguna justificación, pero lo cierto es que la frase “nadie sale invicto de una fiscalización de la SUNAT” se ha convertido en una señal preclara de que hay muchas cosas por corregir. Al final del día, nos seguimos creyendo la afirmación “necesitamos recaudar más” cuando en realidad ella solo quiere decir “estrangulemos más al formal porque con el informal no haremos nada”.
Los políticos y burócratas son seguidores, decía mi buen amigo Darío Paya. Siguen a la prensa. Siguen al académico. Siguen a las masas. ¿Pero por qué los nuestros -principalmente en los dos primeros casos- siguen con tanto afán a estatistas, progresistas, izquierdistas, huelguistas y sindicalistas que no producen nada, cuando el sueldo que ganan lo paga la inversión privada, el ciudadano productivo, formal, que valora los beneficios de la libertad económica y la libre competencia? En la respuesta a esta pregunta, está la clave de por qué estamos perdiendo la batalla por la Libertad, quiénes la están ganando, y qué es lo que debemos hacer. Porque mientras que algunos gritan en medio del ruido político, hay otros que no solo gritan sino atentan a escondidas contra la libertad, y nadie les dice nada.