Diálogo abierto, nada encubierto
Mientras publico esta columna, se lleva a cabo el Foro Industrial 2018 “¿Queremos Industria en el Perú?”. La Sociedad Nacional de Industrias (SNI) lo organiza y en cada panel, un expositor del sector privado presenta un tema clave con la finalidad de hacer que la voz de la Industria se escuche. Pero este evento es un hito en medio de una estrategia de comunicación cada vez más activa de la SNI en el debate público. Y esto está muy bien. La industria está perdiendo fuerza y tracción debido a la cantidad de trabas que encuentra en la legislación y la regulación estatal, hay grupos anti-industria que presionan a los políticos y esto debe ser dicho abiertamente.
CONFIEP, por su parte, ha asumido una disposición similar. Ha incrementado la cantidad de comunicaciones, entrevistas y apariciones en medios levantando temas cruciales, siempre desde una perspectiva legítima: los límites para el desarrollo económico los está poniendo el Estado. El empresario formal, grande, mediano o pequeño, es el motor de la economía, pero no puede ser la vaca lechera que se ordeña indiscriminadamente, para luego tirar la leche en el río.
Y el Estado tiene que hacer algo al respecto. No solo escuchar. Ya escucha. Tiene que dar un paso mas y sentarse en la mesa con el empresariado de forma abierta y transparente, y consensuar reformas sobre temas clave.
¿Por qué es importante que el empresariado dialogue abiertamente con el presidente, el primer ministro, el gabinete y los congresistas sin intermediarios, lobistas, ni agencias de relaciones públicas? Porque el diálogo abierto genera confianza.
En Estados Unidos, por ejemplo, se ha convertido en tradición televisar la evaluación y el proceso de selección de los jueces de la Corte Suprema. En Francia las empresas farmacéuticas se sientan con la agencia de compras del Estado públicamente y presentan sus propuestas técnicas y económicas. ¿Por qué esto no ocurre aquí? ¿Es acaso la presión de grupos conflictivos razón suficiente para que el Ejecutivo y el Legislativo no acepten sentarse cara a cara con el empresariado?
En primer lugar, parece que sí. Nuestros funcionarios públicos se han acostumbrado a trabajar de forma auto-referente. Imaginan (irracionalmente) que como generadores de regulación o leyes, no deben dialogar para hacerlo, y para colmo le tienen miedo a grupos o líderes que quieren imponer su propia agenda. En segundo lugar, creo que el sector privado tiene cada vez una mayor voluntad de generar espacios de diálogo directo, pero aún le falta decidirlo radicalmente y dejar de hacer tratos debajo de la mesa. Siguen trabajando en la sombra. Siguen haciendo lobby y el funcionario ya se acostumbró a esto. Contratan coordinadores en el Congreso, intermediarios, consultores que arman estrategias de vocería, de relacionamiento, de incidencia pública de forma encubierta, en los bordes. Y entonces la ciudadanía desconfía, los periodistas saben que el lobby no solo se da en los pasillos sino también en los medios, y los líderes que no comulgan con la libertad económica encuentran razones perfectas para acusar al empresariado de corrupto o mercantilista.
Y esto es tangible: el 70% de los peruanos desconfía del empresario; y mientras en el 2014 un 58.1% de la población se ubicaba en “el centro”, hoy solo lo hace el 34% y los peruanos que optarían por un régimen autoritario (un Estado intervencionista) alcanza al 44.1% de la población.
Conocida frase de Albert Einstein: “Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados. Mirar de costado al empresario, señores ministros, es más de lo mismo. Hacer las cosas por lo bajo, señores empresarios, es más de lo mismo. Abandonemos esta locura.