Empresa y Estado: la gran diferencia
Les pido que hagan un ejercicio comparativo muy sencillo. Pongan a un lado las noticias que muestran lo que viene haciendo el Estado, a través de sus diversas autoridades, para cumplir su propósito, y al otro aquellas noticias que resaltan lo que el empresariado hace para desarrollarse y crecer, ambos en el actual contexto. Para hacer este ejercicio, tomen dos o tres periódicos, relativamente serios y denles una leída bajo esta óptica.
Les cuento el resultado de mi análisis. En cuanto al Estado. En aproximadamente un mes de gobierno efectivo, el premier César Villanueva ha manifestado que va a revisar el cobro de peajes en concesiones, ha pasado por alto la autoridad de la SUNASS, y ha dicho que va a “revaluar” la concesión de lotes petroleros. En cuanto a reformas sectoriales urgentes, el Ministro de Trabajo no quiere hablar de reformas, la Ministra de salud no ha propuesto nada serio para el sistema de Salud Pública, y las interferencias y polémicas al interior del sistema de Justicia son el pan de cada día. Finalmente, el Congreso no deja de producir leyes sin sustento que generan gastos increíbles y ahuyentan la inversión.
Veamos qué hace la Empresa. La minería, aun con algunos precios favorables, no deja de buscar eficiencias operativas. La competencia en el ámbito financiero es mayor, y el auge de las cajas municipales (bien supervisadas) parece ser un fenómeno estable y positivo. En el sector “Retail” se invierte cada vez más en mejorar la experiencia del usuario reduciendo brechas de información. En el sector Construcción, surgen nuevas empresas que compiten por obras más grandes sin meterse en líos con la corrupción. Por su parte, las empresas grandes renuevan sus políticas de transparencia para recuperar la credibilidad perdida.
¿Dónde está la diferencia? Es sencillo. Mientras que la Empresa busca sostenerse y crecer gestionando sus propios recursos, el Estado y sus funcionarios de turno (especialmente aquellos arriba en la jerarquía) utilizan los recursos de otros para gobernar algo que no es suyo, sin que sus bienes particulares se vean afectados.
Nadie es más eficiente y responsable que aquél que se juega la vida con su trabajo. Si bien es cierto, la Empresa peruana tiene un largo camino por recorrer en cuanto a comportamiento ético, responsabilidad social, respeto por la dignidad de la persona, libre competencia, generación sostenible de riqueza y quizás hasta en la distribución justa de sus ingresos, hay que poner las cosas en su lugar: es el Estado el que últimamente no está haciendo bien las cosas y una supuesta débil reputación empresarial lo deja suelto en plaza para ser ineficiente e inepto con nuestros recursos.
Porque, si no es el empresario, ¿quién fiscaliza las decisiones e indecisiones de este “nuevo” gobierno? ¿Las ONGs que se dedican a pegarle a la empresa? ¿Los “ciudadanos” que bloquean carreteras, capturan pozos petroleros con sus embarcaciones, o perforan a propósito tramos del oleoducto? ¿Los congresistas que promueven leyes en contra de la empresa? ¿No serán todos estos más bien parte del ejercito de “clientes” que el primer ministro quiere reclutar y mantener contento?
Esta esquizofrenia colectiva será cada vez más notoria: un Estado que usa el dinero que generan nuestras empresas, pequeñas, grandes o medianas, pero gobierna dándoles la espalda, bailando tango con grupos que velan solo por sus intereses particulares. Así es. El dinero del independiente, el del emprendedor, el del trabajador en planilla, se usa para alimentar el populismo y el irrespeto a las instituciones. El único tema es que esta esquizofrenia nos está llevando a quedar últimos en la carrera de la institucionalidad, el desarrollo y la innovación, una carrera global que al parecer no dará repechajes ni segundas oportunidades.