Perú: un país de necesidades (digitales)
La semana pasada se celebró en Madrid el foro Invertir en el Perú. El evento fue patrocinado por Repsol, Telefónica y BBVA y tuvo la colaboración de PetroPerú. Fue una reunión muy interesante, sobre todo para aquellos que se dedican a los sectores de explotación de materias primas.
Las conclusiones entusiasman por la posibilidad de utilizar la riqueza que se está generando para modernizar el país y reducir las diferencias, pero también producen preocupación por el interés monotemático que se le presta a estos sectores frente a otros de mayor valor agregado. Sólo el punto de vista de Telefónica -enfocado en montar las “tuberías digitales”, lo que requiere un hipotético desarrollo tecnológico- fue un poco de aire fresco entre tanto mineral, gas y petróleo.
Muchos opinan que nuestro futuro económico, educativo y laboral debe enfocarse en esos sectores tan en boga. Hoy en día se necesitan ingenieros en minería, expertos en hidroeléctricas, técnicos para centrales térmicas, etc. Hablar de cómo Internet afecta a algunos sectores, de ‘carreras’ del futuro, de monstruos de la analítica online son necedades en un país inundado por los beneficios provenientes de los recursos naturales y donde prevalecen los sectores que los explotan. Como alguien me dijo alguna vez, “esos son trabajos para gente del sector A”.
Mientras tanto, un poco más al sur, nuestros vecinos crean un programa para atraer emprendedores internacionales con proyectos de innovación y tecnología. La oferta: US$ 40,000 de capital inicial, obtención de visas de trabajo, espacio de oficina gratuito, ayuda con la creación de redes de asesoramiento, recaudación de fondos, y conexión con inversionistas y socios potenciales. Los emprendedores se comprometen a establecerse en el país, desarrollar sus proyectos allí y contratar e intercambiar conocimiento a nivel local. Todo ello promovido desde el gobierno y el Ministerio de Economía. El objetivo: crear un muy pequeño embrión de ‘Silicon Valley’.
La mayoría de intentos de este tipo han fracasado a nivel mundial porque la creación del modelo requiere un cambio cultural y de mentalidad orientada a la innovación, la apertura y el emprendimiento. Todo esto puede tomar décadas. La opción chilena busca hacer un corto circuito en el proceso y acelerarlo, como se ha intentado hacer en Europa o Medio Oriente. El enfoque es crear el tejido desde abajo “importando emprendedores” que traen conocimiento, y así producir un centro de creación y desarrollo tecnológico por ósmosis. “Juntémonos con ellos que algo se nos pegará”.
Ambicioso, interesante y con fallas de fondo, como las que ha descrito un participante que abandonó el programa:
- Problema principal: el dramático gap generacional entre jóvenes ‘emprendedores’ y viejos ‘empresarios’ (no necesariamente en edad, sino en prácticas de negocios).
- Unos cuantos grupos económicos controlan la economía mediante monopolios y no les interesa el cambio disruptivo.
- La abundancia de recursos naturales es una desventaja en Chile, ya que no hay incentivos para competir en complejos mercados de exportación de manufacturas o tecnología.
- La deficiente educación en ciencias es un problema en Latinoamérica, ya que es el fundamento de los startups.
Es posible que el análisis del emprendedor ‘huido’ nos parezca un pecado de obviedad y nos suene familiar. Y lo terrible es justamente eso.
Hoy nos va estupendamente bien. Crecemos al 6% anual. Extraemos y exportamos mineral, gas, petróleo. Tenemos más dinero y una clase media que crece. Todo el mundo quiere venir a invertir en nuestros recursos. Aún debemos trabajar mucho para reducir desigualdades, redistribuir la riqueza, reforzar nuestras instituciones. ¿Es tiempo de pensar en un futuro con un componente algo más tecnológico y empezar a sentar las bases en educación, y en un tejido empresarial más enterado y abierto a estos temas? “Pero mira a los chilenos el golpe que se están dando por ambiciosos. ¡Bien hecho!”.
El cuento del pobre sentado en el banco de oro se ha repetido y se repetirá. No sólo nos ha pasado a nosotros. La “maldición” económica de los recursos naturales es un fenómeno bastante estudiado: países africanos ricos en diamantes y minerales, pero sometidos a la pobreza y a la guerra civil; países árabes ricos en petróleo que se levantan en armas ante tiranos. Los países que sufren la maldición,son menos desarrollados, educativamente más débiles, desiguales económicamente y lamentablemente más corruptos. No diversificar una actividad económica e inundarse de la riqueza de actividades primarias puede resultar en pan para hoy y hambre para mañana. No necesariamente sucede en todos los casos (los países del norte de Europa son un ejemplo), pero los riesgos son altos.
El Perú superará a Chile en el 2050 y será la vigesimosexta economía del mundo “de seguir las tendencias actuales”. Eso es lo que se extrae de la letra pequeña del informe de HSBC. El problema es que las tendencias actuales no se mantienen por 38 años. Las velas para pedirles a los santos que China no caiga no alcanzan para 38 años. En 38 años la tecnología avanzará y lo que hoy crea riqueza quizás no sea relevante entonces. Los mercados cambian a la velocidad de la diversificación, de la innovación, de Internet o como sea que vaya a llamarse eso en 38 años.
Hay gente en nuestro país que ha tenido esa visión y empieza a hacer los esfuerzos adecuados. Los nodos dedicados a la activación de Internet que Freddy Linares mencionaba hace unas semanas son encomiables y requieren coordinación entre sí. Proyectos internacionales como Wayra son el camino a seguir, no sólo promovidos por el sector privado, sino también por un sector público y una sociedad más responsable con su futuro.
StartUp Chile -con sus bondades, errores y grandes retos- es parte de una visión diferencial que puede cambiar el titular de La Tercera. A la velocidad que va el mundo, es posible que queden menos de 38 años. ¿Empezamos hoy?
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