Esta columna tiene 1,180 palabras. ¿Llegará usted al final?
En Europa y EE.UU. muchos periodistas experimentados sienten frustración. Observan que las redacciones se llenan de jóvenes ‘expertos’ en Facebook y Twiter. Los llaman “corta y pegas” y se dedican a que las noticias lleguen rápido, que se puedan resumir en 140 caracteres y que todo el mundo las ‘retuitee’. No que sean leídas, analizadas o discutidas. Simplemente que las ‘retuiteen’. Se les pide que usen palabras ‘vendedoras’ para los robots que escanean Internet. Y que sean breves, pues hoy en día la gente no lee.
Los jóvenes periodistas tampoco están contentos. Su principal queja es que ganan muy poco (€0,75 euros por un artículo de 800 palabras). Pero es que la investigación, el proceso de comprobar datos y fuentes, el análisis, todo ello es muy caro. Presentar y alentar la polémica a golpe de ‘posts’, sin importar que sean lo más visceral y menos consecuente, es barato y al parecer rentable. Mucha gente hará clic, comprará el periódico, encenderá el televisor.
Pero sucede que el modelo se está rompiendo. En algunos casos ya está roto.
Desde siempre, la publicidad ha pagado por la prensa y esto ha permitido que el precio de la misma sea bajo. Gracias a esto, la circulación y el alcance aumentan, lo que a la vez atrae más anunciantes.
El problema es que, gracias a Internet, la oferta de contenidos y de información crece exponencialmente. En EE.UU., donde la lectoría de periódicos había ido reduciéndose muy lentamente desde hacía medio siglo, Internet ha permitido que, en poco menos de 15 años, el público gire abruptamente hacia la abundancia de los medios digitales.
No es un problema de audiencias, sino de modelo económico. En mercados tecnológicamente evolucionados, la publicidad online suele representar menos de un 20% de los ingresos por publicidad de un periódico. Paralelamente, hay millones de páginas en Internet, por lo que el valor de una página individual online es inferior al de una página impresa. Y desde que los anunciantes pueden medir la efectividad de los anuncios (atención con los monstruos de la analítica), se empiezan a dar cuenta de que están pagando demasiado.
Los editores negaron esta realidad por mucho tiempo y luego sucumbieron a la idea de que el público sólo quiere entretenimiento en pequeñas y continuas dosis. Gracias a Internet, el acceso a la información se hace ubicuo y rápido, y los editores se empezaron a preocupar por no ser capaces de competir en la misma línea. En lugar de recalibrarse, muchos medios, análogos y digitales, han retrocedido bajo la premisa de que nos hemos vuelto estúpidos. ¿Por qué preocuparnos de las noticias internacionales, de un reportaje de investigación o de un editorial solvente? Que otros lo hagan. La gente ya se enterará de eso en otro lado.
Pocos lo han hecho y el otro lado casi no existe. Y esto puede tener muy mala salida para la prensa: dejar de ser relevante a nivel informativo en paralelo a dejar de ser relevante para los anunciantes. Las historias de cierres se acumulan sobre la mesa.
Sonará arcaico, pero el hilo conductor que puede salvar la situación es el buen contenido y los valores tradicionales. El futuro está anclado en la información y el valor agregado que provee. Significa cotejar y sustentar datos, establecer el diálogo, la tolerancia, el profesionalismo y la información valiosa. Estos conceptos no son análogos ni digitales.
Celular, tablet, online, impreso, todos están en constante evolución, pero son solo formatos diferentes para presentar historias relevantes y notorias. No cambia el contenido: cambia la forma de contarlo. Una gráfica o una infografía no tienen porque no tener profundidad o capacidad para generar un debate bien sustentado. El video online, barato de distribuir, puede enfocar este ahorro en producir contenido de investigación, entrevistas de fondo y material audiovisualmente atractivo y sustancioso.
Facebook, Twitter y las demás redes sociales son vías que permiten comunicar la existencia de nuevo contenido y reducir la fricción para alcanzar lectores, pero, por encima de todo, son vías para fomentar la participación y la opinión. ¿Cualquier opinión? Las políticas de comentarios siempre pueden ser más explicitas y no por ello limitantes. Como mínimo deben establecer que el comentario debe ajustarse al tema tratado y que no se acepta la descalificación personal o el insulto gratuito.
Otra opción es olvidar la moderación y decidir dar importancia periodística a un tema determinado sólo porque se sabe que despertará una polémica visceral y por tanto más comentarios, más views, periódicos vendidos y rating. ¿Es la mejor opción a largo plazo?
Contar con una gran audiencia y venderla siempre es posible. Que en el mundo de la superabundancia informativa alguien lo puede ofrecer más barato también lo es. El anunciante siempre buscará el mayor alcance y el precio más bajo. Menos común y de mayor valor es ofrecer una audiencia con mayor capacidad de atención, datos de consumo de información más relevantes y menos saturada de mensajes de baja calidad. Una selección de contenido tratado con cariño puede lograr esa audiencia. Tengamos en cuenta que en ningún punto se ha dicho contenido o audiencia elitista. El buen contenido puede ser económico, político, cultural, de entretenimiento, gastronómico, turístico, etc., y puede estar dirigido a cualquier tipo de público
Los optimistas insisten en que la publicidad en Internet se volverá selectiva y, por tanto, más valiosa, lo que hará subir los precios. Es verdad que los ingresos de la publicidad online están creciendo, pero no lo suficientemente rápido como para cubrir la brecha abierta por la caída de los ingresos de la publicidad impresa y la circulación. Se estima que para el 2020 la circulación de diarios europeos disminuirá en un 50%, los ingresos por publicidad de clasificados 90% y los ingresos por publicidad en banners 30%.
Aquellos que han adoptado como fuente de información los contenidos generalistas no están dispuestos a pagar por ellos. Finalmente se trata de un ‘commodity’ de poco valor agregado. Por otro lado, aquellos que aún mantienen hábitos de análisis y están a la búsqueda de calidad informativa tienen un punto de vista más abierto hacia la suscripción de pago. Un ejemplo es la prensa económica, que en muchos casos sustenta una parte importante de su modelo de negocio en la suscripción.
La situación de la prensa es otro escenario en el que el Perú disfruta las ventajas de ir retrasado en cuanto a los avances tecnológicos. A diferencia de los países del primer mundo, en muchas economías emergentes la penetración de contenido digital aún no es elevada y la prensa y los medios tradicionales tienen un crecimiento saludable.
¿Son por ello mejores medios de prensa? No. ¿Garantiza su supervivencia a corto plazo? Tampoco. Los avances tecnológicos han demostrado que basta muy poco tiempo para destruir modelos que se daban por hechos. La prensa es una de los casos más llamativos.
La conclusión es positiva. El tiempo que tenemos puede servir para mejorar unos contenidos periodísticos que hagan más enriquecedora nuestra vida como personas y como sociedad, y construyan modelos de negocio saludables a largo plazo.
1,180 palabras. Los peruanos sí leen. Gracias por su interés.
["(R)Evolución Digital" se publica todos los miércoles.]