Desde Avatar hasta Inferno: cambiando conciencias
El concepto de Desarrrollo Sostenible aparece a fines de los años ochenta, cuando la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo de la ONU publica el Informe Brundtland. En dicho informe se llama la atención al mundo sobre la idea de buscar un nivel de desarrollo tal que permita satisfacer las necesidades presentes de la humanidad, sin comprometer los recursos que las generaciones futuras requerirán para satisfacer sus propias necesidades.
Si bien se trata de ideas fundamentales para asegurar el futuro de nuestro planeta, aún no todos las entienden y, menos todavía, las asumen como parte de su filosofía de vida. Para generalizar este concepto se requiere, como dice M. Zaragoza, de una revolución de mentalidades o de “una metamorfosis cultural, científica y social que busca romper con una larga tradición de indiferencia, por no decir de hostilidad” (J.C. Toscano).
Mucho se ha hecho por buscar entusiastas. Se han trasladado las discusiones sobre las vías para un desarrollo sostenible, desde el espacio de las iniciativas globales hasta las agendas de gobierno, las aulas y hasta las sesiones de directorio de aquellas empresas interesadas en evaluar los posibles impactos generados por su actividad. Lo cierto es que, aún a la fecha, no se ha logrado sensibilizar a un grupo significativo que genere un real impacto y, en consecuencia, los esfuerzos siguen siendo limitados pues juegan muchas veces en contra de los intereses de quienes viven del incremento en el consumo.
Entre las posibles vías para extender estas ideas de forma efectiva, surge una que puede prometer más éxito: la expresión artística. El lector podrá hacer una búsqueda rápida sobre muestras de arte en torno al tema de la Sostenibilidad y descubrirá cientos de páginas dedicadas a esto en internet. Así también, podemos dar una mirada a la literatura contemporánea y a las cinematografía moderna y descubriremos cómo el concepto de Desarrollo Sostenible cobra protagonismo.
Un lenguaje más cercano a las masas y la posibilidad de despertar la emoción del observador o del lector seguramente serán las claves para que, finalmente, se extienda la conciencia ecológica y la preocupación social. Paul Shrivastava, Director del Centro David O’Brien para la Empresa Sostenible, decía con gran acierto: “ningún esfuerzo humano ha logrado ser significativo sin pasión. La ciencia y la tecnología por sí mismas no son suficientes. Tenemos que recurrir a las artes a fin de infundir esa pasión en la búsqueda de la sostenibilidad y obtener unos resultados reales que curen este planeta” (El Arte del Desarrollo Sostenible).
Muchos recordarán Avatar, película que en 2009 remeció a expectadores de todas las edades cuando observaban cómo una apacible tribu de humanoides azules debía proteger sus tierras ante la inminente llegada de colonizadores interesados en el cotizado mineral. En un género totalmente diferente, el cine independiente nos recordaba en 2004 el documental “Super Size Me”, donde su protagonista experimentaba los efectos nocivos del consumismo, al acceder sin medida a las ofertas de comida chatarra de una marca reconocida. En la Belle Verte, película francesa de 1996 dirigida por Colline Serreau, los pobladores de un planeta ficticio prescindían del dinero y deseaban vivir en armonía con la naturaleza. Se preguntan si valdría la pena visitar un planeta tan primitivo como la Tierra donde el consumismo estaba destruyendo a la humanidad. A quienes gustan de la ecología, el cine y la literatura, les sugiero revisar Ehusfera, página web en la que su autor, con mucha constancia, analiza desde hace seis años piezas de cine y literatura que aluden a conceptos de sostenibilidad y medioambiente (ehusfera).
Un ejemplo muy reciente de este efecto es el que viene causando el nuevo libro de Dan Brown, Inferno. El libro se inspira en la Divina Comedia de Dante Alighieri para describir una problemática muy actual: la sobrepoblación y sus efectos sobre la sostenibilidad del planeta. El autor nos recuerda una realidad que se repite en diversas conferencias académicas sobre el tema. Se refiere al hecho de que la población mundial creció en los últimos doscientos años, más de los que lo hizo en los anteriores doscientos mil años. En paralelo, nos recuerda que ha habido una evolución tecnológica sustancial que no logra elevar la productividad de la tierra en niveles suficientes que permitan compensar el nivel de consumo humano experimentado.
Si bien se trata de conceptos que, como mencionamos, están presentes en las mesas de discusión desde hace varias décadas, tal vez sea la magia de la pluma y de la pantalla la que nos permita comunicar mejor, sensibilizarnos y darle impulso a esta necesaria revolución de mentalidades.
Mucho se ha hecho por buscar entusiastas. Se han trasladado las discusiones sobre las vías para un desarrollo sostenible, desde el espacio de las iniciativas globales hasta las agendas de gobierno, las aulas y hasta las sesiones de directorio de aquellas empresas interesadas en evaluar los posibles impactos generados por su actividad. Lo cierto es que, aún a la fecha, no se ha logrado sensibilizar a un grupo significativo que genere un real impacto y, en consecuencia, los esfuerzos siguen siendo limitados pues juegan muchas veces en contra de los intereses de quienes viven del incremento en el consumo.
Entre las posibles vías para extender estas ideas de forma efectiva, surge una que puede prometer más éxito: la expresión artística. El lector podrá hacer una búsqueda rápida sobre muestras de arte en torno al tema de la Sostenibilidad y descubrirá cientos de páginas dedicadas a esto en internet. Así también, podemos dar una mirada a la literatura contemporánea y a las cinematografía moderna y descubriremos cómo el concepto de Desarrollo Sostenible cobra protagonismo.
Un lenguaje más cercano a las masas y la posibilidad de despertar la emoción del observador o del lector seguramente serán las claves para que, finalmente, se extienda la conciencia ecológica y la preocupación social. Paul Shrivastava, Director del Centro David O’Brien para la Empresa Sostenible, decía con gran acierto: “ningún esfuerzo humano ha logrado ser significativo sin pasión. La ciencia y la tecnología por sí mismas no son suficientes. Tenemos que recurrir a las artes a fin de infundir esa pasión en la búsqueda de la sostenibilidad y obtener unos resultados reales que curen este planeta” (El Arte del Desarrollo Sostenible).
Muchos recordarán Avatar, película que en 2009 remeció a expectadores de todas las edades cuando observaban cómo una apacible tribu de humanoides azules debía proteger sus tierras ante la inminente llegada de colonizadores interesados en el cotizado mineral. En un género totalmente diferente, el cine independiente nos recordaba en 2004 el documental “Super Size Me”, donde su protagonista experimentaba los efectos nocivos del consumismo, al acceder sin medida a las ofertas de comida chatarra de una marca reconocida. En la Belle Verte, película francesa de 1996 dirigida por Colline Serreau, los pobladores de un planeta ficticio prescindían del dinero y deseaban vivir en armonía con la naturaleza. Se preguntan si valdría la pena visitar un planeta tan primitivo como la Tierra donde el consumismo estaba destruyendo a la humanidad. A quienes gustan de la ecología, el cine y la literatura, les sugiero revisar Ehusfera, página web en la que su autor, con mucha constancia, analiza desde hace seis años piezas de cine y literatura que aluden a conceptos de sostenibilidad y medioambiente (ehusfera).
Un ejemplo muy reciente de este efecto es el que viene causando el nuevo libro de Dan Brown, Inferno. El libro se inspira en la Divina Comedia de Dante Alighieri para describir una problemática muy actual: la sobrepoblación y sus efectos sobre la sostenibilidad del planeta. El autor nos recuerda una realidad que se repite en diversas conferencias académicas sobre el tema. Se refiere al hecho de que la población mundial creció en los últimos doscientos años, más de los que lo hizo en los anteriores doscientos mil años. En paralelo, nos recuerda que ha habido una evolución tecnológica sustancial que no logra elevar la productividad de la tierra en niveles suficientes que permitan compensar el nivel de consumo humano experimentado.
Si bien se trata de conceptos que, como mencionamos, están presentes en las mesas de discusión desde hace varias décadas, tal vez sea la magia de la pluma y de la pantalla la que nos permita comunicar mejor, sensibilizarnos y darle impulso a esta necesaria revolución de mentalidades.