¿Necesitamos un Harlem Shake?
Un fenómeno de estas épocas es la forma en que ideas, acciones y mensajes logran “viralizarse” (reproducir la información de manera exponencial) a través de las redes sociales y conseguir en muy poco tiempo adeptos o críticos. Lo interesante del fenómeno es la reacción en cadena que produce.
La primera vez que vi el Harlem Shake no me llamó la atención: cuatro chicos en una habitación pasando el rato y, luego, uno de ellos empieza a bailar. En pocos segundos, todos lo siguen y bailan con desenfreno. “Cosas de chicos”, pensé. Sin embargo, en pocos días, los medios virtuales empezaron a compartir cientos de versiones distintas de la misma idea, haciendo a la canción del DJ Baauer la número uno en Youtube y en Billboard.
Según el diario español La Vanguardia en los primeros nueve días del fenómeno más de 11,000 versiones fueron subidas a YouTube, obteniendo más de 44 millones de entradas, con una media de 4000 nuevas variantes por día. En esta epidemia, algunas empresas como Google, Facebook, Pepsi, Coca-Cola, Red Bull, Mc Donalds, Rovio (que maneja la franquicia de Angry Birds) lanzaron su versión. Es increíble ver que hasta la NASA tiene una propia.
En el caso peruano, encontramos versiones del Diario Ajá, de la selección peruana de fútbol, de la Sub 20 de volleyball, de la empresa Phantasia, de IPSOS Perú, Bembos, Publimetro, así como de una gran diversidad de programas televisivos.
Es curioso encontrar también casos de despido de trabajadores que tomaron la iniciativa de hacer su versión en el centro de trabajo. Un profesor de inglés es obligado a renunciar a pesar de explicar que solo buscaba crear un ambiente positivo en una clase de jóvenes quinceañeros. Quince empleados de una mina australiana y una bibliotecaria en la Universidad de Oxford tuvieron la misma suerte (ésta última por permitir a los alumnos el exabrupto). En estos casos los empleadores sentenciaron hechos de degradación de la sexualidad humana, rompimiento de valores de excelencia y fomento del desprestigio de sus organizaciones.
En otros escenarios, el Harlem Shake ha sido utilizado para llamar la atención sobre causas sociales, como en las protestas por prácticas que afectaban el empleo en una fábrica de Málaga o, cuando futbolistas colombianos se expresaron contra el racismo. Si se navega un poco en YouTube empezaremos a encontrar una competencia entre estudiantes de maestría de escuelas muy reconocidas por desarrollar la versión temática más creativa, así como entre ciudades que buscan generar versiones multitudinarias para promocionar sus destinos.
¿Qué opinan diversos expertos sobre el fenómeno? Hay argumentos que pasan por denunciar una especie de autismo colectivo, más bien propio de la generación joven siempre conectada a audífonos y aparatos tecnológicos. En oposición a estas ideas, algunos sugieren ser más abiertos y reconocer que éstos son espacios donde se expresa la necesidad, principalmente de los jóvenes, de romper rutinas impersonales para compartir al menos una expresión de emoción. Los más escépticos afirman que no se trata de un movimiento en cadena espontáneo y que, detrás de las primeras versiones, hay empresas que controlan los flujos de información y contenidos en la web y que logran a partir de ello beneficios, principalmente por la promoción de marcas, productos y música.
Me inclino a pensar en que, como dije al principio, las reacciones en cadena han venido para quedarse. La expresión común ya no es únicamente escrita o verbal; hoy lo lúdico, la música y la tecnología son elementos que se combinan y en los cuales muchos encuentran vías de comunicación a gran escala (una imagen vale más que mil palabras). Incluso las empresas juegan con elementos de este tipo para comunicar mejor y, posiblemente, logran hacerlo de manera más efectiva. Lo que para unos es inaceptable, para otros son puentes para acercar a generaciones que viven cambios tan constantes y vertiginosos que con pocos años de diferencia generan modelos mentales muy distintos.
Ojalá encontremos los “Harlem Shakes” que logren atraer a las masas hacia buenas causas y hacia la acción colectiva positiva, con creatividad y con entusiasmo. Me queda claro que muchos de estos fenómenos están aún por sorprendernos.