Mujer y empresa
En días anteriores tuve la oportunidad de organizar un panel de discusión en la reunión del Consejo Latinoamericano de Escuelas de Administración (CLADEA), que reúne anualmente a cientos de decanos y profesores de los centros de educación superior de la región para discutir sobre los avances en materia de enseñanza e investigación en el campo de la gestión.
Motivada por el hecho de que trabajo en una universidad peruana que me enorgullece porque, entre varias otras cosas, la mujer es valorada en sus múltiples facetas (muchos cargos directivos son ocupados por mujeres; el número de profesoras, trabajadoras administrativas, alumnas y exalumnas -todas mujeres exitosas- es muy similar al grupo de varones), propusimos invitar a esta comunidad académica a reflexionar sobre los retos que tenemos en Latinoamérica para continuar progresando en la generación de oportunidades laborales para la mujer.
La decisión fue acertada. Anabella Dávila del EGADE de Monterrey reflexionó sobre las oportunidades y barreras para que las mujeres en la región logren ocupar puestos gerenciales. Liuba Kogan, de la Universidad del Pacífico, nos deleitó con sus hallazgos en investigaciones referidas a la relevancia del capital erótico en el trabajo, evidenciando los prejuicios y creencias que son parte de la cultura local y que influyen en nuestras decisiones laborales sin siquiera darnos cuenta y, finalmente, Vanina Farber, de la misma institución, compartió con nosotros resultados de estudios regionales que evidencian cuánto se ha avanzado y cuánto falta por hacer en materia de igualdad de oportunidades laborales para la mujer.
Sobre esto último, resulta interesante observar que en nuestro país, en los últimos años, se habla del protagonismo de la mujer en distintos frentes. Recientemente, los medios han dedicado tiempo importante a comentar sobre el protagonismo político de algunas peruanas. Asimismo, son motivo de orgullo los logros internacionales de las deportistas y artistas locales y es frecuente escuchar el reconocimiento público a la mujer emprendedora, a la mujer que es sostén de su hogar y, en general, a las jóvenes que empiezan a destacar en diversas esferas profesionales. Han transcurrido ya muchos años desde que en 1908 una ley abre oficialmente las puertas de las universidades peruanas a las mujeres. La pregunta natural es si hemos avanzado lo suficiente para lograr la igualdad de género.
El capítulo de mujeres de la Organización de las Naciones Unidas, en el que una dama latinoamericana, la ex-Presidenta chilena Michelle Bachelet, ocupa la Secretaría General Adjunta y la Dirección Ejecutiva, publicó el reporte “El progreso de las mujeres en el mundo 2011-2012: En busca de Justicia“. Esta organización trabaja activamente por la igualdad de mujeres y niñas, como un aspecto central en la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. De acuerdo con esta publicación, a pesar de que durante el siglo pasado en países de todas las regiones se amplió el alcance del trabajo por la reivindicación de los derechos de las mujeres ante la ley, para la mayoría de las mujeres en el mundo, las leyes no se han traducido necesariamente en mayor igualdad y justicia.
Según este reporte, si nos referimos a la presencia femenina en política, las regiones desarrolladas alcanzaron un 30% de mujeres en cargos ministeriales. Sin embargo, ninguna región logró alcanzar esta proporción en escaños parlamentarios ocupados por mujeres (en el caso de Latinoamérica y el Caribe la cifra bordea el 20%, tanto en cargos ministeriales como parlamentarios). Como dato curioso, en nuestro país las mujeres empezaron a tener derecho a voto y a postular a cargos públicos en 1955, durante el gobierno del general Manuel A. Odría. Las primeras mujeres que participaron en el parlamento lo hicieron un año más tarde, en 1956 (una de ellas en el Senado y ocho en la Cámara de Diputados), y no fue sino hasta 1995 que una mujer encabezó el Congreso de la República (la primera Presidenta fue Martha Chávez, seguida años más tarde por Martha Hildebrandt y Luz Salgado). En este ámbito, los tiempos han cambiado a nivel local y prácticamente el 50% de los miembros del Consejo de Ministros está integrado por mujeres.
No obstante, el protagonismo político de las mujeres en el Perú se ve opacado por algunas cifras que nos revela ONU-Mujeres. En el caso peruano, algo más del 40% de las mujeres dicen no tener voz ni voto en las decisiones del hogar (información basada en MEASURE DHS 2004-2009). Sobre el total de mujeres que están en edad de trabajar, un 58% participa en la fuerza laboral trabajando o buscando trabajo (hombres 76%) y el nivel de desempleo formal de las mujeres en la fuerza laboral formal es de 8%, frente a un 6% en el caso de los hombres. Por otra parte, cuando se habla del Perú es relevante analizar las importantes brechas entre las oportunidades ofrecidas a las mujeres urbanas y a aquéllas de zonas rurales. Entre 2003 y 2008, mientras que un 90% de las niñas de hogares de mayores ingresos a nivel urbano asistía a centros educativos a nivel secundario, en las zonas rurales -donde habitan las niñas de hogares pobres-, solo el 40% recibía educación secundaria.
Según ONU-Mujeres, a nivel mundial, el 53% de las mujeres que trabajan lo hacen en empleos vulnerables, a menudo por cuenta propia o sin percibir sueldo, en empresas familiares o en el campo. En materia de trabajo formal, se produce una suerte de “penalización de la maternidad”, reflejado principalmente en la brecha salarial existente para posiciones de trabajo de igual valor. La OIT informa que en la mayoría de los países las mujeres ganan entre 10% y 30% menos que los hombres en trabajos similares o comparables, a pesar de que 117 países han aprobado leyes de igualdad salarial. Un estudio reciente del Banco Interamericano de Desarrollo indica que la diferencia entre los salarios de los profesionales varones y mujeres es de 58% en la región (Diario Perú21 del 17.10.12).
Según un artículo publicado por este mismo diario (27.04.12), un estudio realizado por la consultora Grant Thornton en 11,500 empresas en 40 economías del mundo revela que el 27% de los altos cargos en el país está en manos de peruanas y que el 15% de las posiciones de presidentes o gerentes generales es ocupado por mujeres. Esto ubica al Perú, junto con Brasil, como los dos países en la región con mejores índices en esta materia. Si damos crédito a estas cifras, el famoso “techo de cristal” (término acuñado por el Wall Street Journal en un informe de 1986) podría estar empezando a resquebrajarse, para dar paso a una política de gestión de personal mejor orientada al cuidado de la diversidad e igualdad de oportunidades, sin necesidad de imponer cuotas mínimas obligatorias.
En aquellas empresas que, como parte de su RSE, empiezan a diseñar políticas explícitas para evitar el fenómeno del “techo de cristal”, se toman acciones como éstas:
- Registran y analizan la evolución de la composición de su planilla por tipos de trabajo, nivel jerárquico, mercados, entre otros, para tomar conciencia de la realidad actual.
- Estudian los perfiles de puestos, las evaluaciones de desempeño y los perfiles salariales para evitar inconsistencias.
- Explicitan los valores de la cultura corporativa para desterrar prejuicios y estereotipos sobre la capacidad de la mujer en el trabajo.
- Fortalecen los canales de comunicación internos y los espacios de socialización para evitar la exclusión de la mujer en los ámbitos históricamente dominados por varones.
- Promueven prácticas de balance de vida-trabajo para permitir igualdad de oportunidades.
- Si se trata de oportunidades de movilidad laboral internacional, promueven sistemas de tutoría o mentoring que faciliten la conciliación de los planes organizacionales y las líneas de carrera en el equipo femenino.
Si bien hay mucho que avanzar en materia de igualdad de oportunidades, se están observando mejoras. Será relevante llevar estas mejoras a aquellas organizaciones que aún no han trazado una agenda de trabajo explícita para apoyar el tercer objetivo del milenio: “promover la igualdad de género y empoderar a las mujeres”.