¿RSE = proyectos para la comunidad local?
En un artículo reciente, publicado por un medio local, se menciona
que el interés
de la empresa debiera estar, más que en la
responsabilidad social (RSE), en exigir transparencia y eficiencia al gobierno, de manera que sea este último -y no la empresa- el que actúe en el plano social para solucionar los problemas que
afrontan las comunidades.
Si bien
creo que todos coincidimos en que un rol central del Estado es la búsqueda del bienestar social de sus ciudadanos, me gustaría incidir en el concepto de RSE que se desprende de tal
afirmación. En este caso, pareciera
entenderse que la RSE está circunscrita únicamente a los proyectos sociales que la empresa
desarrolla en favor de las comunidades donde opera.
No
obstante, el concepto moderno de RSE enfatiza, en un sentido bastante más amplio, en la necesidad de que la empresa gestione de
manera responsable los diversos impactos que se producen en otros, como
resultado de las decisiones que toma en su operación diaria. De esta manera se pretende que el balance final
de su presencia en el mercado sea positivo para la sociedad. Y, cuando nos
referimos a otros, incluimos por supuesto a la comunidad pero, también, nos referimos a sus trabajadores, a sus proveedores, a
sus socios comerciales, a su propio equipo directivo, a sus acreedores, al
Estado, a sus competidores, a las organizaciones de la sociedad civil y a
cualquier otro actor que se vea afectado con el accionar de la empresa.
Si
utilizamos esta visión amplia de la gestión responsable de las relaciones de la empresa con sus
diversos grupos de interés (y, para hablar en lenguaje
empresarial, la mejor gestión de los riesgos del negocio),
veremos que los proyectos con la comunidad son solo un elemento dentro de la
cartera de objetivos que se pueden plantear en un plan de RSE.
En este
mismo escenario de gestión de impactos del negocio, la
RSE promueve que las empresas cumplan su rol económico
(ser rentables) pero, en el marco de la ley y de la ética (curiosamente, lo mismo que proponía Milton Friedman), y que quede a discreción de sus directivos y accionistas el modo en que quiera
ejercer una ciudadanía corporativa que la lleve a
trabajar por otros objetivos de largo plazo más
amplios, en favor de la sociedad. En este entendido, cuando la empresa se ocupe
de iniciativas sociales más amplias (donde idealmente
debiera trabajar en alianza con el Estado y la sociedad civil), debiera
centrarse en proyectos que mejoren las condiciones del mercado en el que opera
y así, al mismo tiempo, reforzar su
competitividad en el largo plazo.
Las
empresas que desarrollan este enfoque de RSE apoyan, por ejemplo, programas de
capacitación a la población local para elevar su empleabilidad y así contar con mano de obra calificada que puede contratar;
promueven en sus proveedores y socios comerciales la implementación de políticas de cuidado
medioambiental que ellas requieren como parte de su estrategia de operación sostenible; desarrollan capacidades en los gobiernos
locales para producir proyectos que mejoren los servicios públicos, carreteras y, en general, proyectos de
infraestructura que la empresa también necesita para acceder de
manera más eficiente a sus clientes;
llevan mayor tecnología e invierten en la educación de niños y jóvenes en sus mercados objetivos (futuros compradores) y,
apoyan a las industrias que complementan su servicio para que el cliente logre
una experiencia integral de mayor calidad. A esto, Michael Porter le ha
llamado, desarrollar “filantropía estratégica”.
Desde mi
perspectiva, debemos buscar ciertos consensos que nos lleven a una visión común de la RSE para que las
empresas puedan hacer una mejor gestión de sus esfuerzos en este
campo, ya que los retos sociales que como país
tenemos son bastante grandes y requieren de modelos colaborativos que generen
mayor escala en el impacto.
Wayne
Visser, Director de CSR Internacional, dice que hay tres maldiciones que
debemos atacar en lo que respecta a la RSE.
La
primera se refiere al hecho de que los planes de RSE de las empresas locales
deben agregarse en esfuerzos coordinados a nivel sectorial o, mejor aún, multisectorial, porque hasta ahora se ve mucha RSE incremental, cuando tenemos en frente problemas de
dimensión enorme y de gran urgencia.
En
segundo lugar, debemos evitar esta visión periférica de la RSE, donde pareciera que la RSE es solo trabajo
filantrópico en la comunidad, muy
lejano a la visión estratégica de la alta dirección.
Finalmente,
debemos desterrar esta visión de la RSE lejana a lo económico porque aleja los
esfuerzos de la lógica empresarial.
Yo
agregaría a estas tres ideas que
debemos desarrollar una RSE que incorpore a la PYMES en nuestros proyectos
porque constituyen una enorme proporción de las empresas locales
(99%) y, sin ellas, no habrá un Perú competitivo.
Diría, entonces, que trabajemos desde diversos frentes por
encontrar un lugar común donde podamos entendernos y
compartir una visión de futuro para el país. Evitemos esta especie de Torre de Babel en la que últimamente vivimos y donde, en lugar de diálogo, hay búsqueda de protagonismos, donde
perdemos de vista el valor de la diversidad de perspectivas que bien
aprovechadas nos pueden dar miradas más completas a una misma
realidad, donde nos esmeramos en poner más etiquetas diferentes a ideas
que fundamentalmente compartimos. Creo que está
claro que el futuro lo construimos nosotros mismos y que no habrá un futuro mejor sin ciudadanos y organizaciones
responsables que empiecen a construirlo hoy.